Por José Antonio Palafox
Junto con Las bodas de Fígaro (1786) y Don Giovanni (1787), Così fan tutte (1790) forma parte de la tercia de obras maestras de la ópera que Wolfgang Amadeus Mozart creó en colaboración con el destacado libretista Lorenzo da Ponte.
El argumento
Ferrando y Guglielmo son dos jóvenes militares orgullosos de la fidelidad que les profesan Dorabella y Fiordeligi, sus respectivas enamoradas (que además son hermanas). Pronto se les une don Alfonso, un hombre mayor que —con más experiencia en la vida— afirma que la fidelidad femenina es más falsa que un billete de 3 pesos. Dispuesto a demostrar su argumento, don Alfonso apuesta con sus incrédulos amigos 100 monedas de oro a que es capaz de hacer que Dorabella y Fiordeligi les sean infieles en un solo día. Para ello, será necesario que Ferrando y Guglielmo finjan que tienen que partir a la guerra y luego regresen, disfrazados, para intentar seducir cada uno a la enamorada del otro como si fueran nuevos y desconocidos pretendientes.
Así lo hacen, y los dos amigos se despiden de sus enamoradas con grandes muestras de tristeza, jurándoles pensar en ellas en todo momento. Las chicas quedan llorosas y abatidas, pero pronto aparece Despina, su doncella, una mujer mayor que —con más experiencia en la vida— afirma que la fidelidad de los hombres es más falsa que un elefante rosa. Despina se ríe del sufrimiento de las hermanas y les aconseja secar sus lágrimas, ponerse guapas y reemplazar a sus novios por otros nuevos.
Por su parte, don Alfonso sabe que Despina es muy astuta y que bien podría reconocer a Ferrando y Guglielmo bajo sus disfraces, así que la soborna para que lo ayude a ganar la apuesta. A su vez, Despina acepta seguirle el juego a don Alfonso, pero con la secreta intención de enseñar a sus jóvenes señoras que deben dejar de confiar ciegamente en su corazón y usar el cerebro para sobrevivir en un mundo de hombres viles y traicioneros. Así el panorama, Ferrando y Guglielmo aparecen de nuevo en casa de Dorabella y Fiordeligi, disfrazados como un par de gallardos mozos recién desempacados del extranjero. La entereza del amor está a punto de ser puesta a prueba.
La ópera
Wolfgang Amadeus Mozart estaba a punto de cumplir 34 años cuando, a petición del emperador José II de Habsburgo, emprendió la composición de su vigésima ópera, Così fan tutte, ossia La scuola degli amanti (que podríamos traducir como Así hacen todas o La escuela de los amantes), último fruto de su excepcional colaboración con el libretista Lorenzo da Ponte.
Aunque el tema de la fidelidad puesta a prueba no era nada nuevo, el resultado fue una obra atípica para su época: por un lado, la trama es prácticamente lineal y carece de intrigas secundarias que la enriquezcan. De hecho, el trasfondo de Così fan tutte es casi abstracto, porque se trata de descubrir cómo reaccionan los seres humanos ante una situación artificial. Por el otro, se trata de una de las partituras más revolucionarias de Mozart, quien estaba en plena madurez creativa y no dudó en estructurarla de una manera deliciosamente simétrica donde tres hombres y tres mujeres cantan prácticamente el mismo número de arias cada uno a lo largo de dos únicos actos (el primero dedicado a los hombres y el segundo a las mujeres) en lo que podríamos considerar una especie de balanza moral cuyo frágil equilibrio debe mantenerse a toda costa, a pesar de la aparente asimetría con que las decisiones tomadas dentro del juego del intercambio entre parejas echado a andar por don Alfonso lo hacen peligrar a cada momento.
Estilísticamente, la partitura de Così fan tutte es una de las más brillantes de Mozart, rica en un innovador tratamiento de la melodía donde discretos y elegantes cambios de matiz sustituyen a los vigorosos efectos sonoros de anteriores óperas para hacer sutil hincapié en la incesante evolución interna de los personajes, que avanzan confundidos e inseguros a través de un mundo de falsas apariencias y engaños. A medida que avanza la obra, las arias individuales van desapareciendo para dar paso a números de conjunto que culminarán en dos portentosos finales aparentemente “felices”, pero sobre los que flota una inquietante aura de melancolía y desilusión que da a Così fan tutte una dimensión ambigua y enigmática porque al final, aunque los personajes obtienen (y no obtienen) lo que quieren, la pregunta queda en el aire: ¿en realidad puede el ser humano permanecer fiel a sus convicciones o se encuentra, como un barco en altamar, a merced del cambiante entorno?
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