Por José Antonio Palafox
“He comenzado a escribir algo hermoso que contendrá nuestra vida […] Estaré a solas contigo. Nadie entre nosotros…”. Así escribía el compositor checo Leoš Janáček (1854-1928) a Kamila Stösslová (1891-1935), el último y más grande amor de su vida, con respecto a la composición de su segundo cuarteto para cuerdas, al que tituló Cartas íntimas(1928).
Leoš Janáček y Kamila Stösslová
Janáček y Stösslová se conocieron en 1917, en un balneario de la ciudad de Luhačovice, en Moravia, al que el compositor acostumbraba ir a descansar todos los veranos.El hecho de que ambos estuvieran casados y que Janáček fuera casi cuarenta años mayor que Stösslová no impidió que el músico se enamorara perdidamente e iniciara con la joven una relación epistolar que duró hasta la muerte del compositor y está formada por más de 700 enardecidas cartas.
En 1881, cuando Janáček aún estaba muy lejos de convertirse en uno de los grandes compositores checos y se ganaba la vida dando clases de música y dirigiendo coros de aficionados, se casó con Zdenka Schuilzová, una de sus alumnas. Así dio inicio un matrimonio desdichadoy problemático que terminó de resquebrajarse a causa de las infidelidades del músico y las muertes, en 1890 y 1903, de Vladimir y Olga, los dos únicos hijos.
Janáček volcó el sufrimiento por la pérdida de su hija en Jenůfa (1904), su primera obra importante. Esta ópera obtuvo un mediano éxito en Brno, pero fue rechazada en Praga, la capital de la vida cultural checa. Decepcionado, Janáček decidió tomarse unos días de descanso en el balneario de Luhačovice, donde conoció y se enamoró de Kamila Urválková. El romance duró cinco meses y fue interrumpido por el marido de la dama. Trece años más tarde —después de otro romance ilícito por parte del compositor, esta vez con la soprano Gabriela Horváthová, que fue ventilado públicamente y tuvo como consecuenciaun intento de suicidio por parte de la pobre Zdenka— Janáček volvió a encontrar el amor en el balneario de Luhačovice, ahora en la persona de Kamila Stösslová. Pero en esta ocasión el fuego que abrasó el corazón del compositor fue definitivo y despertó en él una insospechada fuerza creadora.
LeošJanáček: Jenůfa(fragmento) / Karita Mattila (Kostelnička)
Kamila Stösslová contaba con 25 años de edad, era la feliz esposa del anticuario David Stössely con quien tenía dos hijos. Leoš Janáček acababa de cumplir 63 años, seguía siendo un compositor con más penas que gloria, sus hijos habían muerto y su matrimonio con Zdenka estaba reducido a una fría deferencia impersonal. Sin embargo, el compositor quedó embelesado desde el primer momento en que vio a la joven y no dudo en entablar conocimiento con la pareja. Una vez terminada la temporada vacacional en el balneario, los Stössel continuaron haciendo visitas de cortesía a los Janáček en su casa. Incluso, durante la Primera Guerra Mundial, ambas familias se ayudaron mutuamente para conseguir víveres. Pero Zdenka, que ya había sufrido el descubrimiento de las cartas de su marido a la otra Kamila y luego la vergüenza pública del affaire con Gabriela Horváthová, se puso inmediatamente a la defensiva contra esta nueva Kamila y no dejó en ningún momento de hacer irónicas críticas, llenas de amargura contra su voz chillona, su falta de cultura y su ascendencia judía. Y es que en realidad Kamila Stösslová era una sencilla ama de casa a la no le interesaban ni el arte en general ni Leoš Janáček en particular, y al alud de cartas con que el compositor no cesaba de cortejarla ella respondía con una que otra misiva insustancial y llena de errores gramaticales y faltas de ortografía. Pero sus ocasionales respuestas bastaban para llenar el corazón del anciano con un ímpetu creativo propio de un alma joven.
Aunque Kamila Stösslová jamás correspondió al amor de Janáček, debió sentirse halagada al verse objeto de una pasión tan intensa que buscaba expresión y salida a través de cartas y composiciones, porque lo cierto es que nunca desalentó los avances del compositor y con el tiempo llegó a apreciarlo y a tenerle cierto cariño. Por su parte, en la idealización de este amor Janáček encontró su plenitud como artista. Así, en 1919 escribió para ella el poderoso ciclo de canciones Diario de un desaparecido, el cual gira en torno a un joven campesino que abandona todo para seguir a la hermosa gitana Žofka, dejándose arrastrar por un delirio amoroso que lo conducirá a la aniquilación. Janáček acompañó su partitura con una carta en la que declaraba a Kamila: “Hay tanto fuego emocional en esta obra que si ambos nos viéramos atrapados en él, nos volveríamos cenizas”. Un poco más tarde, en su apasionada ópera Katia Kabanová (1921), Janáček convirtió a Kamila en Katerina Kabanová, una mujer casada que aprovecha la ausencia de su marido para darse la oportunidad de vivir una aventura amorosa y termina suicidándose al comprender que era en brazos del amante donde se encontraba su verdadero amor. Después, en la agridulce reflexión filosófica que es La zorrita astuta (1924), el propio Janáček se metamorfosea en el guardabosques que captura a la zorrita (Kamila) y la mantiene como mascota en su casa hasta que el animalito escapa y lo deja triste y solo. Finalmente, en El caso Makropulos (1926), Kamila es retratada por Janáček como la manipuladora pero frágil Elina Makropulos, un personaje prácticamente eterno que representa el misterio femenino, mientras que el compositor se dibuja a sí mismo como la corte de hombres que a lo largo de 300 años han estado enamorados de la misma mujer.
LeošJanáček: El caso Makropulos(escena final) / Nadja Michael (Emilia Marty/ElinaMakropulos)
Llenas de directas, indirectas y mensajes cifrados destinados a ser comprendidos solo por ellos dos, todas estas obras son una inmensa declaración de amor de Leoš Janáček para Kamila Stösslová. Sin embargo, es en el Cuarteto para cuerdas No. 2 donde se conjuntan de la manera más perfecta todos los matices que pueden adquirir los sentimientos de dos seres que se aman aunque estén separados por la distancia, temporal y espacial. Y es que en ningún momento perdió Janáček la esperanza de que Kamila llegara a corresponderle, por lo que—con la sabiduría que dan los años—para expresar cómo quería que fuera ese instante de suprema dicha, eligió no la impetuosa grandilocuencia de una ópera o el vigor arrebatador de una sinfonía, sino una de las más exquisitas y delicadas combinaciones instrumentales que existen: el cuarteto de cuerdas.
Janáček llamó Cartas íntimas a su segundo cuarteto para cuerdas porque en él condensó sin palabras todas las misivas que durante once años le había escrito al “hermoso enigma de mi vida”¸ como llamaba a Kamila. Fue en esta obra donde el compositor se rindió sin recato alguno al sentimiento que lo embargaba, logrando sublimar su pasión hasta convertirla en una obra de arte sublime.En el primer movimiento, Janáček quiso plasmar su impresión la primera vez que vio a Kamila; en el segundo, habla del desasosiego que siente su alma ante la lejanía de la mujer amada; en el tercero,desgrana una tierna canción de cuna para el hijo que nunca tuvieron juntos,y en el cuarto expresa su miedo a perderla y la dicha que para él sería que ella permaneciera a su lado por siempre. En cuanto a Kamila, se metamorfoseará por última vez entre las manos del anciano compositor, ahora en la cálida voz de la viola, que al envolver en una sutil caricia a los demás instrumentos desempeña un papel prominente a lo largo de toda la obra.
En cierta forma, el deseo plasmado por Janáček en el cuarto movimiento de su Cuarteto terminó por cumplirse, porque Kamila estuvo con él en sus últimos momentos. En agosto de 1928, poco menos de un mes después de terminado el cuarteto Cartas íntimas, ambos se encontraban dando un paseo en compañía de uno de los hijos de Kamila cuando el compositor, ya con 74 años a cuestas, sufrió un enfriamiento que se convirtió en pulmonía y lo llevó a la tumba unos días después. Leoš Janáček falleció el 12 de agosto de 1928 en el hospital de Ostrava, y a la cabecera de su cama se encontraba Kamila, su amor crepuscular.
“Tú estás en mis composiciones, allí donde se hallen pureza de emoción, sinceridad, verdad y amor ardiente“, escribió en una de sus tantas cartas el compositor a su musa, y basta escuchar el Cuarteto para cuerdas No. 2 para darnos cuenta de que, efectivamente, Kamila Stösslová está ahí.
LeošJanáček: Cuarteto para cuerdas No. 2, Cartas íntimas / AlexiKenney (violín 1), David Bowlin (violín 2), Dimitri Murrath (viola) y JulieAlbers (violonchelo)
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