La compositora, acordeonista y pensadora estadounidense Pauline Oliveros, nombre clave en la música experimental de la segunda mitad siglo XX y teórica de la “escucha profunda” (deep listening), murió el pasado 24 de noviembre a los 84 años.
Mujer de enorme influencia en generaciones posteriores, que tradujeron sus hallazgos al pop o la electrónica, hizo valer hasta el final el credo que condujo su existencia desde principios de los años 60. “Escucha todo el tiempo y sé consciente de cuando no lo estés haciendo”.
Fue en aquella década cuando Oliveros firmó una brillante página de la vanguardia de un siglo convulso como parte del San Francisco Tape Music Center, donde creció creativamente acostumbrada a “ser la única mujer en un entorno de hombres”. Aquel centro, que llegó a dirigir, fue fundado en 1962 por Morton Subotnick y Ramon Sender. Oliveros coincidió en aquellos días con otros grandes de la música contemporánea como Terry Riley, Loren Rush o Steve Reich.
Nacida en Houston (Texas) en 1932, fue su madre, profesora de piano de amplias miras, quien le compró con nueve años su primer acordeón; la niña había sucumbido a la moda del instrumento surgida tras el final de la Segunda Guerra Mundial por influencia de aquellos que volvieron del frente. “Mi recuerdo más vívido de la contienda es el de mi padre dejándonos solas en casa. Le reclutaron como guardacostas”.
A los 16, la joven decidió que quería ser compositora y con tal fin se fue a California. Rápidamente se hizo con un magnetófono y empezó a experimentar con cinta. Tras sus años en el San Francisco Tape Music Center aceptó a finales de los sesenta un puesto en la Universidad de San Diego, donde desarrolló sus teorías sobre la experiencia de escuchar.
Dos textos fundamentales para entender su estética datan de esa época. En el primero, The Poetics of Environmental Sound (la poética del sonido ambiental), escrito para una revista de musicología canadiense, Oliveros anota todos los sonidos que advierte en un dado espacio de tiempo. “Deseo el silencio, pero nunca se da”, escribió.
El segundo texto lo publicó The New York Times en 1970. Titulado No la llames mujer compositora, contiene reflexiones como esta: “Aún es cierto que a menos que sea excelente, la mujer en la música siempre estará subyugada”. Ambos artículos están reunidos en la colección de ensayos Software for People, aún sin traducción al español.
En los años ochenta, Oliveros abundó en su trabajo con el Expanded Instrument System, que propone un diálogo humano con las nuevas tecnologías, y alumbró la teoría del Deep Listening (escucha profunda), surgida tras una actuación en el interior de una enorme cisterna de uso militar que permitía una reverberación de 45 segundos. De aquella experiencia, registrada en disco en 1989, nació la banda del mismo nombre y el Deep Listening Institute, que aboga por la escucha atenta en un tiempo distraído.
Su obra temprana, recogida por Important Records en el cofre Reverberations: Tape and Electronic Music (1961-1970), ha sido objeto de una reivindicación en los últimos años. Su última aparición pública en Europa se dio en el festival holandés de música Le Guess Who? a mediados de este mes. La noticia del fallecimiento fue difundida por la flautista Claire Chase y confirmada por amigos cercanos en las redes sociales.
Fuente: IKER SEISDEDOS para El País
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