Escribe el filósofo y melómano francés, André Tubeuf: “Mozart adulto le llamaba papá. Todo el mundo le llamaba papá. Es nuestro padre en la música, el más sabio, el más conocedor y fecundo; el clasicismo en su joven verdor y fineza: artesano y orfebre. En su época, un músico era poco más que un sirviente. Como Bach, Haydn servía. Su único patrón/benefactor, el príncipe Esterhazy, músico fastuoso, lo conservó un cuarto de siglo a sus órdenes. Cotidianamente compositor o instrumentista, según se ofreciera, Haydn se acometía, preciso, puntual y constante (también en la excelencia), de lo cual surgió una larga y tranquila corriente de música ejemplar: más de cien sinfonías, 67 cuartetos, 26 misas, 47 sonatas para clavecín – el doble que Beethoven quien, temeroso, le dedicó sus primeros ensayos; numerosas obras de cámara, óperas, conciertos para distintos instrumentos, etc. Al fallecer Esterhazy, Haydn se encontró que era el músico más solicitado de Europa. Pero ya no estaba a la par de las exigencias de viajar intensamente. Terminó su grandioso oratorio, La Creación (1798) y abrió puntualmente el siglo XIX con otra obra maestra coral, Las estaciones (1801)”. André Tubeuf, Diccionaire amoureux de la musique, París, Plon, 2012
Video: F.J.Haydn: Sinfonía 101, “El reloj” – Egarr/OSG
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