Nacida en Guadalajara en 1940, la soprano Gilda Cruz-Romo estudió canto bajo la dirección del barítono Ángel Esquivel. Pronto inició giras internacionales como parte del coro del Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández, y pisó por primera vez como solista el escenario del Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México con la Bachiana Brasileira No. 5 de Heitor Villa-Lobos, bajo la batuta de Carlos Chávez. Pero su carrera operística inició en septiembre de 1962, cuando cantó el papel de Ortlinde en Die Walküre de Richard Wagner. Al año siguiente tuvo su primer estelar, también en el Palacio de Bellas Artes, cantando el protagónico de Suor Angelica de Puccini. A partir de ahí, siempre en el mismo escenario, destacó con sus interpretaciones como Blanche de la Force en Dialogues des Carmélites de Poulenc, Mussete en La bohème de Puccini y Venus en Tannhäuser de Wagner (en estas dos últimas al lado de la legendaria Montserrat Caballé). Tras otras memorables actuaciones en óperas como Tosca, Carmen, Macbeth y Rigoletto (estas dos en la Ópera de Dallas), Mefistofele (en la New York City Opera), Anna Bolena y Fedora, Gilda Cruz-Romo debutó en el Met de Nueva York en 1970 con los papeles de Maddalena de Coigny en Andrea Chénier de Umberto Giordano y Cio-Cio San en Madama Butterfly de Puccini. Durante los siguientes catorce años, la soprano mexicana estuvo presente en el escenario de esta prestigiosa casa de ópera interpretando, entre otras, a Nedda (Pagliacci), Violeta Valéry (La traviata), Manon Lescaut, Aida, Isabel de Valois (Don Carlo), las Leonoras de Il trovatore y La forza del destino y, en 1981, la Desdémona del Otello de Verdi, al lado de Plácido Domingo y Sherrill Milnes. A la par, se presentó con gran éxito en la Royal Opera House de Londres (1972) y en La Scala de Milán (1973) con Aida de Verdi.
Cuando regresó a México, en 1973, para cantar el papel de Amelia en Un ballo in maschera de Verdi, Gilda Cruz-Romo era ya una reconocida intérprete de talla internacional. Siguieron más triunfos: una aclamada Luisa Miller de Verdi al lado de Luciano Pavarotti con la Orquesta Sinfónica y el Coro de la RAI de Turín bajo la dirección de Peter Maag en 1974, luego presentaciones en Viena, Roma, la Arena de Verona, el Gran Teatro del Liceo de Barcelona, el Teatro Municipal de Santiago de Chile, el Teatro Nacional de São Carlos en Lisboa y la Ópera de París, entre otros. De nuevo el Palacio de Bellas Artes, donde en 1977 interpretó a Tosca y después a Elvira en el Ernani de Verdi. En 1984 interpretó por primera vez en su carrera el papel protagónico en la Turandot de Puccini, en el Teatro Degollado de su natal Guadalajara, recinto que eligió para despedirse de la actividad operística en 1992, con una emotiva interpretación de El amor brujo de Manuel de Falla.
Sin embargo, aunque bastante se conoce de la excepcional actividad de Gilda Cruz-Romo en los diversos escenarios de México y el mundo, poco se ha escuchado en disco su inigualable calidad vocal. Desafortunadamente, salvo la Luisa Miller mencionada arriba, un Il trovatore con Carlo Cossutta, Fiorenza Cossotto y la Orquesta y el Coro del Maggio Musicale Fiorentino bajo la batuta de Riccardo Mutti y un álbum con arias de Verdi editado por Urtext en el 2016, las grabaciones que registran sus interpretaciones brillan por su ausencia. Es por eso que este segundo volumen de la colección “Grandes voces de la ópera en México”, editado por la Universidad Autónoma Metropolitana campus Xochimilco en colaboración con el maestro Héctor Sosa, es una verdadera joya para los amantes de la ópera y los coleccionistas de rarezas musicales. Efectivamente, Grandes voces de la ópera en México II: Gilda Cruz-Romo está formado por catorce pistas, todas grabadas en vivo en el Palacio de Bellas Artes entre 1965 y 1984, de las cuales cinco son cortesía de la colección particular de Armando Pous Escalante —melómano irredento e investigador de la Fonoteca Nacional— y otras cuatro provienen de los archivos del Instituto Nacional de Bellas Artes, en un loable esfuerzo por rescatar del peligroso silencio a una de las voces que, como escribe el historiador e investigador musical José Octavio Sosa en el cuadernillo complementario, dio gloria a México en el mundo.
Las arias incluidas en este disco (de Tosca y La bohème de Puccini a Ernani y Attila de Verdi, pasando por la Adriana Lecouvreur de Cilea, el Tannhäuser de Wagner, la Carmen de Bizet y los Dialogues des Carmélites de Poulenc) fueron inteligentemente seleccionadas para permitirnos disfrutar en toda su amplitud las dotes interpretativas de Gilda Cruz-Romo. Admirablemente flexible, su voz le permitió abordar impecablemente no solo las demandantes y poderosas páginas de Wagner y Verdi (a destacar Ma dall’arido stelo divulsa de Un ballo in maschera), sino también las dulces y dramáticas notas de Bizet y Puccini (a destacar O mio babbino caro de Gianni Schicchi) y los complejos y delicados matices de Poulenc. También, aunque se trata de registros en vivo, se agradecen la ausencia de las toses del público, la sobresaliente calidad de la remasterización y el delicioso dejo de nostalgia…
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