por Ricardo Rondón
Bergonzi ha sido uno de los tenores verdianos más importantes de nuestros tiempos, cuya larga carrera lo llevó a triunfar por todo el mundo. Nació en Vidalenzo, cerca de Parma, famosa por su queso y el terror que inspira a los cantantes. Esto fue el 13 de julio de 1924. Fue hijo único. Siempre sintió atracción por el canto y a los 16 años ingresa al Conservatorio Arrigo Boito en Parma bajo la tutela de Ettore Campogalliani. Durante la Segunda Guerra Mundial participó en actividades anti-nazis y en 1943 lo enviaron a un campo de concentración. Dos años después los rusos lo liberaron y caminó 106 kilómetros para llegar a un campamento americano. En su camino bebió agua sin hervir y contrajo tifoidea que tardó un año en curarse. Su debut profesional fue en 1948 como barítono y su repertorio fue grande y ambicioso. En 1951, después de reubicar su voz, debutó como tenor en Andrea Chenier de Giordano, en Bari. Durante el 50 aniversario de la muerte de Giuseppe Verdi, la radio italiana RAI lo contrató para las transmisiones de I Due Foscari, Giovanna D’Arco y Simon Boccanegra.
Debutó en el Teatro Alla Scala en 1953 cantando Masianello de Napoli. Pronto extendió sus alas llegando a Londres, la Opera Lírica de Chicago y el Metropolitan Opera en donde cantó Radamés en Aída, un papel que hizo cientos de veces. Filadelfia y San Francisco también le aplauden en esta etapa. Su carrera internacional en los teatros y los estudios de grabación lo colocaron frente a otros dos tenores italianos: Franco Corelli y Mario del Monaco. Bergonzi sobrevivió a ambos cantando hasta entrados los años setenta. En 199 participó en la Gala del 25 aniversario de James Levine en el Met, llevándose el aplauso de la noche con el aria de Rodolfo de Luisa Miller. Ese mismo año se despidió en el Carnegie Hall. En 2000 aceptó retornar como Otello y después de dos actos se le tuvo que sustituir. La crítica fue unánime en calificar este evento como un desastre.
Ya retirado administró su hotel en Busseto y dirigió la Accademia Verdiana. Hay famosos tenores actuales que fueron sus alumnos. En 1950 contrajo matrimonio con Adele Aimi y tuvieron dos hijos: Maurice y Mark. Vivían entre Busseto y Milán. Su discografía es inmensa y desde que apareció en Decca un recital en 1958 dirigido por Gianandrea Gavazzeni estableció su lugar como cantante de primera línea. Entre sus óperas completas están La Boheme, Luisa Miller, Macbeth, Un Ballo in Maschera, La Gioconda, La Traviata, Ernani, Lucia di Lammermoor, Attila, I Masnadieri, Edgar, Cavalleria Rusticana y Los payasos, Canciones de Tosti, todas las arias para tenor de Giuseppe Verdi, un verdadero tesoro y una recopilación llamada La voz sublime. Estos son tan solo algunos de sus triunfos ante el micrófono.
En México lo escuchamos hace mucho cantando Radamés y Manrico, en Bellas Artes cuando existía ópera internacional y los elencos eran básicamente importantes. Bergonzi nos dio mucho y no lo olvidaremos: era músico, intérprete y ponía el corazón y una técnica de respiración notables en todo lo que cantaba.
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