Aunque sea impensable para nuestra época, la crítica musical de otros tiempos fue tremendamente dura con algunos de los compositores y obras más valorados de la historia.
Para muestra un botón:
Sobre la Novena de Beethoven
“Toda la parte orquestal de la Novena sinfonía de Beethoven me pareció sumamente aburrida, desde luego. En varios momentos tuve serias dificultades para mantenerme despierto […]. Fue un gran alivio cuando llegó la parte coral, en relación con la cual tenía grandes expectativas. Empezó con ocho compases de un tema común y corriente, muy parecido a Yankee Doodle […]. En cuanto a esta parte de la famosa sinfonía, lamento decir que me dio la impresión de estar hecha combinando lo extraño, lo ridículo, lo abrupto, lo feroz y lo chirriante, con leves insinuaciones, aquí y allá, de una melodía inteligible. En cuanto al texto impreso en el programa, estaba completamente fuera de lugar, y resultaba difícil hacerse una idea de cuál era el propósito de todo aquel ruido. La impresión que me dejó es que se trata de un concierto hecho con gritos de guerra indios y un grupo de iracundos gatos salvajes.”
Cita de un periódico de Providence (Rhode Island) publicada en The Orchestra, Londres, 20 de junio de 1868.
Sobre un recital en Londres ofrecido por Chopin
El señor Frederick Chopin, de algún modo que somos incapaces de adivinar, ha obtenido una enorme reputación, una reputación que con demasiada frecuencia se les niega a otros compositores cuyo genio es diez veces superior. El señor Chopin no es en absoluto un compositor que recurra al lugar común, sino que trabaja con las extravagancias más absurdas e hiperbólicas, lo cual a muchos les parecería bastante peor […]. Todas las obras de Chopin presentan una superficie variada de hipérboles vociferantes e insoportables cacofonías. Cuando no logra destacar de ese modo, no resulta mejor que Strauss o cualquier otro hacedor de valses […]. En la actualidad, Chopin tiene una excusa para justificar sus delitos: está atrapado en las fascinantes redes de la archihechicera de George Sand, famosa tanto por el número de sus romances como por la excelencia de sus amantes. No dejamos de preguntarnos cómo ella, que en otro tiempo se apoderó del corazón del sublime y terrible demócrata religioso Lamennais, puede conformarse con disipar su vida de ensueño con un artista tan insignificante como Chopin.
Musical World, Londres, 28 de octubre de 1841.
¿Irónico no?
Fuente: Nicolas Slonimsky. Repertorio de vituperios musicales, Taurus Pensamiento, 2016.
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