Teatro Real de Madrid
Cuando un bufón de la corte de lengua afilada, Rigoletto, es maldecido por sus palabras maliciosas, se ve obligado a esconder a su hija Gilda, una mujer de otro mundo, de su propio amo licencioso, el duque. Para el maravilloso jorobado ambivalente de Verdi, el paraíso es el hogar y la familia apacibles que lucha por proteger.
Elevar a un bufón a una estatura trágica comparable a la de un Macbeth o un Lear no es una hazaña fácil. La esencia dramática de Shakespeare corre por las venas de este Rigoletto, aunque la historia está basada en la controvertida El rey se divierte de Victor Hugo. Aunque la obra estuvo prohibida en Francia durante más de cincuenta años, el propio Verdi luchó con los censores que inicialmente impidieron la publicación de su ópera. Finalmente, los censores austríacos la autorizaron degradando al rey en el título a duque para disminuir -o en un intento de hacerlo- la magnitud del asesinato que constituye el quid de la trama. Tal vez no contaron con Pari siamo y Cortigiani, los cruciales monólogos del bufón que, gracias a la música de Verdi, actúan como dos expresiones insospechadas de protesta y resentimiento social. Polifacética, quizá más que ninguna otra ópera de Verdi -tierna, cruel, intercalada con notables pinceladas de humor negro-, Rigoletto es también un desgarrador estudio sobre el amor entre un padre y un hijo. Ante la impotencia de una mujer frente a un grupo de hombres, la producción del Teatro Real, que dirige Miguel del Arco, también considera el concepto de masculinidad de la sociedad. Nicola Luisotti dirige algunas de las grandes voces de nuestro tiempo, entre ellas Javier Camarena, Ludovic Tézier, Marina Viotti y Adela Zaharia.
Fuente: Opera Vision
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