Verdi y Rafael Solana

Durante sus mejores momentos económicos, Rafael Solana (1915-1992), generoso, solía escribir un libro para regalo navideño a sus más cercanos amigos; de este modo aparecieron Leyendo a Loti, Leyendo a […]

Por Música en México Última Modificación agosto 22, 2015

Durante sus mejores momentos económicos, Rafael Solana (1915-1992), generoso, solía escribir un libro para regalo navideño a sus más cercanos amigos; de este modo aparecieron Leyendo a Loti, Leyendo a Queiroz, Leyendo a Maugham y Oyendo a Verdi. Fui, a pesar de mi juventud, uno de los afortunados en recibir tan maravilloso obsequio firmado por el autor. En 1969, Raymundo Ramos, poeta agudo y ensayista perspicaz, quien ocupó un sitio importante dentro del Fondo de Cultura Económica, me dijo: “Publiquemos un libro de Rafael Solana”. No recuerdo si él mismo propuso seleccionar Leyendo a Loti, Leyendo a Queiroz y Oyendo a Verdi bajo un título unificador – Musas latinas – o si el propio Solana sugirió la idea. Fui el intermediario. Solana escribió el prólogo y me lo entregó. El libro apareció como volumen especial de Letras Mexicanas, colección donde originalmente fue editada su novela El sol de octubre.

A Oyendo a Verdi, don Rafael lo calificaba con excesiva modestia: “Comentarios y juicios personales”, pero el ensayo rechaza sus propias palabras: es una obra que muestra facetas poco tratadas sobre el ilustre compositor italiano. Prueba innegable del conocimiento que tenía Solana de la ópera y, en particular, de la italiana. Verdi es observado por Rafael Solana con los asombrados ojos de un literato, semejantes a los que utilizó Romain Rolland para analizar a Beethoven.

El libro es un relato ameno, lleno de datos y de experiencias que Rafael Solana tuvo con la obra del italiano. Considera —haciendo una amable ironía de Alexis Carrel, autor de Verdi, ese desconocido— que no hay compositor más famoso que él: “¡Pero si es el más conocido de los músicos! Más que Beethoven y que Mozart, y que Bach. ¿Quién no ha oído Trovador o Traviata? Personas que serían incapaces de identificar algún trozo de Chopin o de Tchaikovsky, de Brahms o de Wagner, reconocen inmediatamente La donna è mobile y la marcha triunfal de Aída; el brindis de Violeta y el cuarteto de Rigoletto son más populares que las canciones folklóricas en algunos países. El mismo nombre de Verdi es célebre en todas partes, y hay estatuas suyas en muchas plazas del mundo”.

Rafael Solana era asiduo a la ópera y cuando tenía la oportunidad de viajar a Europa, desde México compraba boletos para La Scala de Milán o para L’Opera de Paris, particularmente si había cantantes notables. Escucharle la crónica verbal o leerla escrita era una delicia, pues de pronto brotaba el ingenio y la gracia que ponía, sobre todo, en sus cuentos y comedias.

Vale la pena observar la amorosa devoción de Solana por Verdi y la presencia de diversos escritores en su trabajo: “Con motivo del cincuentenario de la muerte de Verdi, algunas de sus obras más raras fueron exhumadas; yo tuve ocasión de conocer, en ese tiempo, una de ellas, Juana de Arco, que la Compañía del Teatro San Carlo de Nápoles llevó a la ciudad de París, y que con curiosidad fui a escucharla a la Sala Garnier, seguro de que otra oportunidad de oír tal obra tardaría en presentárseme.

Es muy posible que los napolitanos hayan escogido esta ópera, para llevarla a la capital de Francia como un homenaje, por tratarse de un personaje francés: en realidad dentro de la obra de Verdi no cuesta trabajo encontrar obras que en alguna forma atañan a los franceses, o por su asunto o por la firma del autor que inspiró el libreto: hay óperas de Verdi que están basadas en obras de Víctor Hugo; aunque alguna vez pensó en escribir Cromwell, se decidió finalmente por Hernani, y, muy posteriormente, de la obra de Víctor Hugo Le roi s’amuse hizo su celebérrimo Rigoletto; Alzira está basada en una tragedia de Voltaire; pero La Doncella de Orléans (un personaje que, como ‘Luisa Miller’, que sacó de Kabale und liebe, y como I masnadieri, que se basa en Die Täuber, tomada de Schiller) parecía más adecuada figura para un homenaje a los franceses, quienes tuvieron la cortesía de aceptar las muchas licencias que el libretista se tomó con esa heroína, que en la época en que la ópera se escribió ya había subido a los pedestales, pero todavía no a los altares; una de esas licencias es la que consiste en hacer morir a Giovanna no en la hoguera, como la historia cuenta, y como han respetado los comediógrafos y aun los autores de las películas, sino en una batalla; pero esto no causó ningún escándalo, sino que fue amablemente tolerado por el público de París, en aquellos días de 1951 muy entremezclado con los turistas que visitaban la feria comercial.”

Oyendo a Verdi es un apasionado estudio donde hace un recorrido por su vida y sus más importantes obras. Allí encontramos al Verdi artista: un compositor italiano analizado por un escritor mexicano, ópera tras ópera, brillantemente, con una cultura y conocimiento musical que asombra. El creador y su innegable vocación musical. El arrebato de Solana por la ópera y, en especial, por Verdi lo llevó a salir de sus terrenos fundamentales, la prosa narrativa y la dramaturgia, para introducirse de lleno en el campo operístico. Vale la pena leer el libro, mucho más escuchar a Verdi, para cuyo talento fue escrito el largo ensayo.

Y no olvidemos que Solana fue el alma de la generación Taller. Pero al nacer en 1915 no lo incluyeron en los festejos de Paz, Revueltas y Huerta. Es momento de reparar la omisión.

por René Avilés Fabila , en Excelsior

www.reneavilesfabila.com.mx

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