por Juan Arturo Brennan, en La Jornada
Me imagino que nadie en su sano juicio pondrá en duda la afirmación de que Wynton Marsalis (Nueva Orleans, 1961) es el trompetista de jazz preeminente de nuestro tiempo. Y al mismo tiempo, es probable que muchos de sus fans desconozcan al otro Marsalis, a ese que hace muchos años tocaba y grababa música clásica, ámbito en el que podía competir de igual a igual con los mejores. Un buen día, hace ya bastante tiempo, Marsalis decidió cancelar de tajo y por completo sus interpretaciones de los grandes clásicos del repertorio, por una razón clara y contundente: a partir de ese momento habría de dedicarse por entero y con una energía inexhaustible al más importante de sus proyectos, que es el de hacer del jazz no sólo una forma suprema de expresión, sino también una importante herramienta de educación musical en Estados Unidos, en el entendido de que el jazz no sólo es un sonido cabalmente nativo, sino que también representa la mayor aportación estadunidense a la cultura del mundo. ¿Dónde quedó, pues, aquel otro Marsalis, el Marsalis clásico?
Venturosamente, quedó registrado en una discografía amplia y variada que, estrictamente, debiera formar parte indispensable del acervo de sus muy numerosos admiradores. Desde el punto de vista cronológico del repertorio, esa discografía se inicia con las grabaciones que dedicó a un nutrido espectro de música barroca representado por compositores como Bach, Händel, Scarlatti, Torelli, Purcell, Stanley, Charpentier, Mouret, Fasch, Molter y algunos de menos renombre, como Clarke, Dandrieu, Stradella, Predieri. En esta vertiente del trabajo de Marsalis destaca el delicioso disco Baroque Duet, en el que acompañó las brillantes arias cantadas por la soprano Kathleen Battle.
Viene después su registro de los dos conciertos históricamente más importantes, los de Haydn y Hummel, complementados con el interesante, aunque menos destacado, concierto de Leopold Mozart. Muy atractivos, también, los discos que Marsalis grabó con el Ensamble de Alientos Eastman, dirigido por Donald Hunsberger. Uno de ellos, dedicado a una variada selección de obras de concierto de Vaughan Williams, Hindemith, Copland y Karel Husa. En el otro, de espíritu más ligero, Marsalis toca el cornet en un brillante homenaje a algunos de los grandes cornetistas/compositores del tránsito entre el siglo XIX y el XX, como Jean-Baptiste Arban, Herbert Clarke, Jules Levy y Herman Bellstedt, condimentados con piezas de Paganini y Rimski-Korsakov; una muestra cabal de virtuosismo puro, lúdico y extrovertido.
En lo personal, aprecio particularmente un par de compactos que este otro Wynton Marsalis dedicó a la música del siglo XX. En uno de ellos logró versiones potentes y energéticas de tres de las obras más importantes del repertorio francés, de trascendencia universal: los dos conciertos de André Jolivet y el concierto de Henri Tomasi. Aquí, Marsalis contó con la complicidad de otro gran músico de nuestro tiempo admirado por su rigor, su lucidez y su musicalidad impecable: el finlandés Esa-Pekka Salonen, quien dirige a la Orquesta Filarmonía.
Finalmente, otro registro sonoro indispensable de Marsalis, titulado On the Twentieth Century, en el que tiene como notable colaboradora a la pianista Judith Lynn Stillman. Este disco se caracteriza por una sugerente y muy bien lograda combinación de piezas de espíritu ligero (que no light) de Poulenc y Bernstein, con otras de mayor trascendencia creadas por Ravel, Honegger, Enesco, Tomasi, Bozza y el estadunidense Halsey Stevens. La última pieza de este disco es una versión seria, austera y profunda de la que quizá sea la obra camerística para trompeta más importante de todo el repertorio, la Sonata para trompeta y piano de Paul Hindemith.
En estos días revisité un buen número de tracks de estos discos, y ello me hizo reafirmar la convicción de que estoy entre quienes sí extrañan al Marsalis clásico, a la vez que reconozco y admiro su dedicación exclusiva al jazz, así como el trabajo y la energía que dedica para hacer del jazz una poderosa herramienta de comunicación, educación y, sí, empoderamiento. Todo eso viene a cuento porque el día 29 de octubre Wynton Marsalis se presenta en el Auditorio Nacional con su incomparable banda, la Orquesta de Jazz del Lincoln Center. La recomendación sale sobrando.
Fuente: Juan Arturo Brennan, en La Jornada.
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