Aida: Cecil B. DeMille visita la Ópera de Nueva York

por José Antonio Palafox El pasado sábado 6 de octubre, en un Auditorio Nacional prácticamente lleno, dieron inicio las transmisiones de la temporada 2018-2019 del […]

Por Jose Antonio Palafox Última Modificación octubre 10, 2018

por José Antonio Palafox

El pasado sábado 6 de octubre, en un Auditorio Nacional prácticamente lleno, dieron inicio las transmisiones de la temporada 2018-2019 del proyecto “En vivo desde el Met de Nueva York”. La inusual afluencia de público era de esperarse porque la obra programada fue nada más y menos que Aida —una de las óperas más dramáticas e intensas de Giuseppe Verdi—, porque el reparto estuvo encabezado por la diva ruso-austriaca Anna Netrebko y porque —seamos sinceros— todo mundo ha tarareado en algún momento la famosísima Marcha triunfal.

A pesar de que Aida es básicamente una sucesión de escenas íntimas, pocas veces los teatros de ópera desaprovechan la oportunidad de desplegar una grandilocuencia escénica apabullante que evoque “con veracidad” la grandeza del Antiguo Egipto, y el Met de Nueva York no es la excepción: sirviéndose al máximo de ese prodigio de tecnología que es su escenario, nos ofreció una espectacular escenografía con gigantescas estatuas de faraones, descomunales paredes llenas de jeroglíficos y suntuosas estancias con inmensas columnas por donde deambulaban sacerdotisas, guerreros, prisioneros etíopes y bailarines, todos ataviados con sus respectivas túnicas, taparrabos, shentis, pectorales, tocados, pelucas postizas, gorgueras y brazaletes. La adición de carruajes tirados por caballos reales, pebeteros con sendas llamas y armas de época hizo las delicias del público y complementó con creces una escenografía que parecía sacada de alguna de las películas épicas que hicieron famosos a Cecil B. DeMille.

 

Giuseppe Verdi: Gloria all’ Egitto (Aida) / Orquesta y coro del Met, dirige Daniele Gatti

 

Pero en lugar de Hedy Lamarr y Victor Mature, los protagonistas de este íntimo triángulo amoroso atrapado en una producción monumental fueron la soprano Anna Netrebko como Aida, la princesa etíope reducida a la esclavitud en la corte del faraón, la mezzosoprano georgiana Anita Rachvelishvili como Amneris, hija del faraón y rival de amores de Aida, y el tenor letón Aleksandrs Antoņenko como Radamès, el valiente guerrero egipcio que ama a Aida. Corriendo el riesgo de quitarle protagonismo a la escenografía, Anna Netrebko mostró gran seguridad al enfrentar las difíciles demandas técnicas de su papel. Su voz lució madura, profunda y con un atractivo tono oscuro, por ejemplo en la delicada aria “O patria mia”, y en los pasionales arrebatos climáticos alcanzó con gran habilidad y sin mayor problema los más impresionantes agudos. Además, el gesto de tristeza y angustia impregnado de altivez contenida que no abandonó su rostro en ningún momento dio al personaje la profundidad dramática necesaria, sobre todo en el aria “Ritorna vincitor!”, donde aflora amargamente el dilema que tortura a Aida: desear la victoria de su amado significa traicionar a su pueblo.

 

Giuseppe Verdi: O patria mia (Aida) / Anna Netrebko (Aida) y la Orquesta del Met, dirige Nicola Luisotti

 

Sin dejarse amedrentar por nada, la Amneris de Rachvelishvili fue digna contrincante de la magnífica Aida de Netrebko. El de la princesa egipcia es un papel harto complejo que demanda una gran capacidad vocal y actoral, y más cuando la intérprete se enfrenta a una soprano brillante, pero la joven Rachvelishvili lo llevó adelante con indudable maestría. Su voz es rica y muy versátil, y su registro grave es sobresaliente. Actoralmente también fue admirable y logró hacer palpable la lucha interna que libra su personaje, sobre todo en el tenso momento en que Radamès está siendo juzgado fuera de escena. Y ya que mencionamos al caballero, cabría esperar que estas dos princesas tuvieran un galán a la altura. Pero desafortunadamente el Radamès de Antoņenko resultó bastante irregular. En “Celeste Aida”, su primera y difícil aria, el tenor apresuró inexplicablemente el tempo y puso en problemas a la orquesta, y remató —como tantos otros— cortando en seco la nota final en vez de atreverse a abordar el hermoso efecto de morendo que pide la partitura, lo cual le ganó muy pocos y desangelados aplausos por parte de un público que vio frustrado su deseo de escuchar una interpretación aceptable de esta bella aria. A partir de ahí, Antoņenko se dedicó a hacernos saber que es dueño de una potentísima voz con un timbre muy bello, pero que no la controla en absoluto: por momentos conseguía hermosos pasajes con Aida o Amneris para, al minuto siguiente, dejarse opacar por Amonarso o de plano perderse en las escenas grupales. Para empeorar la cosa, su actuación resultó bastante acartonada y carente de profundidad dramática, incluso en el umbral de la muerte con una Aida desvanecida entre sus brazos.

 

Giuseppe Verdi: Fragmento de la escena del juicio (Aida) / Anita Rachvelishvili (Amneris), Dmitri Belosselskiy (Ramfis) y la orquesta y el coro del Met, dirige Nicola Luisotti

 

El barítono estadounidense Quinn Kelsey encarnó a un Amonasro, padre de Aida y rey de los etíopes, de carismática presencia y voz cálida. Por su parte, el bajo ruso Dmitri Belosselskiy tuvo un tal vez demasiado discreto desempeño vocal y actoral como Ramfis, el sumo sacerdote egipcio, mientras que resultó notorio que el bajo barítono estadounidense Ryan Speedo Green sufrió para alcanzar las notas más graves del faraón egipcio. Mención aparte merece la joven soprano nicaragüense-estadounidense Gabriella Reyes, que nos deleitó con su bellísima voz tras bambalinas como la sacerdotisa en la escena de la consagración al final del primer acto. Esperamos escuchar más de esta cantante en papeles de mayor relevancia.

Por último, la orquesta y el coro del Met tuvieron un desempeño impecable. El sonido conseguido por el maestro Nicola Luisotti fue vibrante y vigoroso, aunque por momentos imprimió a su lectura de la partitura una pasión más pucciniana que verdiana. A destacar la imaginativa evocación del fluir de las aguas del rio Nilo con que inicia el tercer acto, ya que la orquesta consiguió una atmósfera de ensoñación poco menos que impresionista, y —aunque no fue parte de la transmisión del Met— el emotivo momento en que todo el público presente en el Auditorio Nacional, de pie, rindió homenaje con sendos aplausos a la legendaria diva Montserrat Caballé, que falleció en Barcelona pocas horas antes del inicio de este espectáculo. Cabe recordar que Montserrat Caballé encarnó a Aida en varias ocasiones, siendo una de las más memorables la que grabó en 1974 con Plácido Domingo como Radamès y Fiorenza Cossotto como Amneris, bajo la dirección de Riccardo Muti.

 

Giuseppe Verdi: Ritorna vincitor! / Montserrat Caballé (Aida) y la Royal Philarmonic Orchestra, dirige Anton Guadagno

Jose Antonio Palafox
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