La ciudad de Colonia celebra durante este año el 200 aniversario del nacimiento de Jacques Offenbach bajo el lema “Yes, we cancan” (alusión inequívoca al voluptuoso y festivo Galop infernal de Orfeo en los infiernos). Nacido el 22 de junio de 1819, se trasladó a París en 1833 donde estudió en el Conservatorio y trabajó en diversas orquestas como violonchelista, destacando su puesto en la Ópera Cómica. Reconocido como director de orquesta y prolijo compositor de operetas, no fue hasta finales de 1858 cuando conocería un verdadero éxito tras el estreno de la ya nombrada Orfeo en los infiernos, obra en cuatro actos (dos en un principio) donde el autor dibuja un irónico retrato de la sociedad del Segundo Imperio a través del conocido mito de Orfeo y Eurídice, música rítmica y pegadiza que reúne en un entorno melódico la sátira de sus personajes (deseable siempre es la versión de 1998 de Marc Minkowski para la Ópera de Lyon).
Hay un ingenio declarado en la música de Offenbach, una necesidad de conceder a la crítica social una ironía que acercara al público las condiciones de vida y de supervivencia de la época. Logró éxitos mundiales y sus composiciones llegaron a sectores previamente menos vinculados a su escucha. Obras como La bella Helena, La vida parisina o La Périchole, entre otras muchas, desembocaron en una de sus composiciones más emblemáticas que, tristemente, quedó inacabada. Los cuentos de Hoffmann ponía el punto final a la vida de quien fue llamado por Rossini “El Mozart de los Campos Elíseos”, una de las óperas más relevantes del repertorio francés.
Fuente: Ulises Villanueva, en La Quinta de Mahler, Madrid, junio 2019.
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