Bloody Daughter

Nacida en Berna, Suiza, Stéphanie Argerich (1975) es la más joven de las tres hijas de la pianista argentina Martha Argerich (1941). Estudió ruso en […]

Por Jose Antonio Palafox Última Modificación septiembre 26, 2021

Nacida en Berna, Suiza, Stéphanie Argerich (1975) es la más joven de las tres hijas de la pianista argentina Martha Argerich (1941). Estudió ruso en Moscú, fotografía en Nueva York y realización cinematográfica en París, y su primer largometraje es Bloody Daughter (2012), un honesto y conmovedor documental sobre su célebre progenitora.

Desde su adolescencia, la futura cineasta empieza a grabar escenas de su vida familiar con una videocámara que Martha Argerich le compró en una de sus giras por Japón. Artista excepcional pero también madre distante, la pianista pronto se convierte en figura central de las grabaciones caseras de su hija, quien a lo largo de más de 20 años no deja de registrar con mirada fascinada los pormenores de su vida en países como Polonia, donde Martha Argerich preside el jurado del Concurso Internacional de Piano Fryderyk Chopin y ofrece varios recitales de piano con su colega y amigo Nelson Freire (1944); Japón, donde se realiza un festival en su honor; Reino Unido, donde vive Stephen Kovacevic, padre de Stéphanie; Bélgica, donde madre e hija vivieron juntas durante varios años en una casa llena de pianos y gatos; Argentina, país natal que la pianista abandona a los 12 años de edad para estudiar en Viena, y Suiza, donde Stéphanie reside actualmente. Así, a partir de fragmentos de ensayos, conciertos, reuniones familiares, conversaciones íntimas, agradables anécdotas, dolorosos recuerdos y diversos menesteres cotidianos en la vida de su familia, Stéphanie Argerich va construyendo un fascinante retrato íntimo y personal de una de las pianistas más admiradas a nivel mundial, ganadora de abundantes premios y reconocimientos, con una nutrida producción discográfica en la que muchas de sus interpretaciones son referencia obligada para los melómanos más avezados y que —paradójicamente— ha sabido arreglárselas para mantenerse alejada de las habladurías e indiscreciones que conlleva la fama.

Sin embargo, Bloody Daughter no solo nos muestra el impulso creativo de Martha Argerich como artista, sino que va más allá y aborda con delicada intensidad no exenta de ternura su papel como mujer y madre. Y es que en realidad el hilo conductor de este documental no es la biografía de la pianista, sino una pregunta implícita que flota a lo largo de su poco más de hora y media de duración: ¿es posible equilibrar una carrera artística demandante y una vida familiar normal? Así, tras una simbólica charla inicial en la que Stéphanie y Martha Argerich comparan sus experiencias de embarazo, en la primera media hora del documental conocemos las historias de Lyda, Annie y Stéphanie (hijas, respectivamente, de los directores de orquesta Chen Liang-Sheng y Charles Dutoit, y del pianista Stephen Kovacevic, todos ellos figuras paternas ausentes) para luego centrarnos en la difícil relación afectiva entre una artista descomunal y una hija (Stéphanie) que atisba en la intimidad emocional de esa artista para intentar encontrar a la madre detrás de la leyenda. De este modo, entre escenas donde la vemos sufriendo un ataque de angustia en los momentos previos a un concierto, levantándose de la cama en pijama, paseando por el Jardín Botánico de Palermo, hablando trivialidades sobre el desayuno o mirando viejas fotos familiares,  vamos descubriendo a una Martha Argerich tímida y reservada que, si bien habla muy poco sobre su arte y aún menos sobre su vida privada y sus sentimientos, dice mucho más con su lenguaje corporal y sus gestos que con las palabras. La excepcional pianista capaz de hechizar a cientos de espectadores con su magnética presencia se revela como una mujer sencilla a la que se le dificulta enormemente encontrar las palabras adecuadas para expresar sus sentimientos y emociones, que se quedan ahí, guardados en el misterio de su temperamento taciturno.
“Siendo niña, mi madre me contó su vida privada sin filtros”, dice Stéphanie Argerich en un momento de Bloody Daughter, y ahora es ella quien nos la cuenta a nosotros de la misma manera. Disfrute nuestro amable lector este original y entrañable documental en el que, además, tendrá la oportunidad de escuchar una espléndida selección de obras de Ludwig van Beethoven, Felix Mendelssohn, Fréderic Chopin, Robert Schumann, Piotr Ilich Tchaikovski, Maurice Ravel, Sergei Prokofiev, Francis Poulenc y Alberto Ginastera interpretadas por la propia Martha Argerich sola o acompañada por la Orquesta Sinfónica de Londres dirigida por André Previn, la orquesta Sinfonía Varsovia dirigida por Jacek Kaspszyk, la Orquesta Académica del Teatro Colón y otros intérpretes como los pianistas Stephen Kovacevic y Nicolas Economou, el violinista Renaud Capuçon, el violonchelista Gautier Capuçon y la violista Lyda Chen-Argerich.

Jose Antonio Palafox
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