Brundibár: una ópera para niños en el Lunario

Por José Antonio Palafox Pocas son las óperas que se han escrito específicamente para el público infantil a lo largo de la historia, y entre […]

Por Jose Antonio Palafox Última Modificación marzo 7, 2017

Por José Antonio Palafox

Pocas son las óperas que se han escrito específicamente para el público infantil a lo largo de la historia, y entre ellas se encuentra Brundibár, ópera en dos actos del músico checo Hans Krása (1899-1944), quien contó con la colaboración del caricaturista y poeta Adolf Hoffmeister (1902-1973) en el libreto. Compuesta en 1938 para un concurso de ópera infantil patrocinado por el Ministerio de Educación y Cultura de la República Checa, la obra vio interrumpido su estreno por la invasión alemana a Polonia. No fue sino hasta el invierno de 1942 que pudo interpretarse por primera vez, en un orfanato el gueto judío de Praga, clandestinamente y sin contar con la presencia del compositor, que ya había sido detenido por los nazis. Krása fue deportado al campo de concentración de Theresienstadt en agosto de 1942, donde reescribió como pudo la partitura de su ópera para intentar distraer y divertir a los pequeños que compartían su suerte. En ese lugar, entre 1942 y 1944, Brundibár llegó a representarse unas 55 veces, con una orquestina improvisada por los prisioneros y con los propios niños formando el elenco. Incluso en el documental propagandístico Theresienstadt: un documental sobre el reasentamiento judío (Kurt Gerron, 1944), cuyo objetivo era mostrar ante el mundo que Theresienstadt era una “colonia” judía modelo beneficiada por el Tercer Reich, se muestra una representación de esta ópera. En octubre de 1944, Hans Krása fue trasladado al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, donde murió en la cámara de gas.

 

El campo de concentración de Theresienstadt vio su fin en mayo de 1945, y Brundibár quedó en el olvido hasta finales de la década de 1970, cuando una monja benedictina encontró de manera accidental una partitura con el acompañamiento de piano y textos en checo y hebreo. La ópera completa fue reconstruida a partir de esos fragmentos y finalmente estrenada en una sala de conciertos en Friburgo de Brisgovia, Alemania, en 1985.

 

Brundibár narra la historia de Aninka y Pepiček, dos hermanos que necesitan comprar leche para su madre, que está enferma. El problema es que ninguno de los dos niños tiene dinero, por lo que —para conseguirlo— deciden imitar al organillero Brundibár, ya que ven que él, con solo girar la manivela de su instrumento, obtiene relucientes monedas que la gente deposita en su gorra. Así que Aninka y Pepiček se ponen a cantar y a hacer piruetas, pero Brundibár, que se cree el dueño de la plaza, los echa. Desesperados porque su madre necesita la leche, los niños vagan por las calles sin saber qué hacer. Afortunadamente, aparecen un gorrión, un gato y un perro que se ofrecen a ayudarlos. Los animalitos hablan con los demás niños del pueblo, quienes acuden a la plaza para entonar, al lado de Aninka y Pepiček, una hermosa canción con la que logran reunir el dinero que necesitan para comprar la leche. De pronto aparece el malvado Brundibár, quien no duda en arrebatar el dinero a los niños. Pero los pequeños ya no están solos, y junto con sus nuevos amigos logran someter al organillero, recuperar su dinero y echarlo del pueblo.

 

El pasado domingo 5 de marzo tuvimos la oportunidad de asistir a la primera función  de esta poderosa alegoría de la solidaridad y la unión ante un mal común que se presenta ahora como parte del loable esfuerzo por acercar las nuevas generaciones a la música “culta” que es la temporada de ópera para niños del Lunario del Auditorio Nacional. Placentero resultó ver, en un Lunario casi lleno, a los espectadores —en su mayoría niños de las más diversas edades— fascinados con la trama y realmente expectantes del destino de Aninka y Pepiček, interpretados respectivamente por Stephanie Zedli y Luis Ramírez. La dinámica presencia de ambos protagonistas se vio sensacionalmente reforzada por Yutsil Romero, Guadalupe Aguirre y Lucía Elena Aguilera como un audaz gorrión, un perezoso gato y un simpático perro que meneaba la cola todo el tiempo. Los niños celebraron con alborozo todos los momentos en que Aninka, Pepiček y los graciosos animalitos bajaron del escenario para interactuar con ellos. Por su parte, de entre los personajes secundarios (todos integrantes de “Centrópera Enrique Jaso”), destacaron particularmente David Mora como un carismático lechero y Hugo Domínguez como un amable policía que, si bien al principio parece proteger al organillero, termina por ayudar a los niños a recuperar su dinero.

 

Sin embargo, mención aparte merece Víctor Corona. Dueño de una voz realmente impresionante y de una gran presencia escénica, este joven cantante encarnó a un espléndido y comiquísimo Brundibár con sospechoso bigotito hitleriano y gestos que nos hicieron recordar al Charlie Chaplin de El gran dictador. A pesar de que su diálogo se perdió por momentos entre el griterío de los niños, los animales y el policía que, todos a la vez, se habían lanzado sobre él para someterlo y recuperar el dinero, el Brundibár de Víctor Corona es un personaje que merece recordarse.

 

Por su parte, el destacado pianista y director de orquesta Jósef Olechowski se hizo cargo tanto de la espléndida adaptación del texto al español, con un inteligente uso del verso rimado, como de la adaptación de la partitura original (que incorpora elementos de la música popular y folclórica checa a una atmósfera de época —no exenta de momentos de auténtica dulzura— que nos hace pensar en Kurt Weill) a una versión para dos pianos y batería. Fuera de un par de momentos en que el sistema de audio del recinto traicionó a los músicos con una serie de desagradables ruidos, el desempeño del maestro Olechowski (piano I), Renato Vizuet (piano II) y Leonardo Veras (batería) resultó impecable.

 

La dirección de escena corrió a cargo de Miguel Hernández-Bautista, la dirección artística a cargo de Sylvia Rittner y los vistosos vestuarios a cargo de Clara Zavaleta. El esfuerzo conjunto de estos tres talentos dio como resultado una puesta en escena ágil, atractiva y colorida, con un encantador estilo acorde con los cuentos ilustrados para niños que hizo prácticamente imposible despegar los ojos del escenario por miedo a perder detalle.

 

Al final, con esta puesta en escena de Brundibár, Arpegio Producciones consiguió ofrecer un espectáculo capaz de atrapar por igual tanto a los escuchas más experimentados como —y esto es lo más importante— a quienes apenas están dando sus primeros pasos en el fascinante mundo de la ópera. Esperamos que esfuerzos como este rindan los mejores frutos.

 

Hans Krása: Serenata de Brundibár (arreglo de Mark Rubenstein) / Big Galut(e)

Jose Antonio Palafox
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