Carmen y la amenaza llamada Micaela

por José Antonio Palafox Poderoso drama donde gitanos, soldados, cigarreras, contrabandistas, toreros, abrasadoras pasiones y una intensa sensualidad latente confluyen en el caluroso marco de […]

Por Jose Antonio Palafox Última Modificación febrero 4, 2019

por José Antonio Palafox

Poderoso drama donde gitanos, soldados, cigarreras, contrabandistas, toreros, abrasadoras pasiones y una intensa sensualidad latente confluyen en el caluroso marco de la España meridional, Carmen es una ópera rica en bellas melodías que —a pesar de su rotundo fracaso inicial— puede contarse hoy en día entre las grandes favoritas del público del mundo entero.

¿Quién no conoce el famosísimo preludio, o ha tarareado las célebres arias L’amour est un oiseau rebelle (mejor conocida como la “Habanera”) y Votre toast, je peux vous le rendre (mejor conocida como la “Canción del toreador”), por solo mencionar tres de los temas más populares contenidas en esta obra maestra del género operístico?

Razón suficiente, pues, para no sorprendernos con la gran afluencia de espectadores que se dieron cita en el Auditorio Nacional el pasado sábado 2 de febrero, cuando se proyectó, en vivo desde el Met de Nueva York, la reposición de la producción de sir Richard Eyre para esta composición de Georges Bizet.

Mujer fatal por antonomasia, el de Carmen es un protagónico para mezzosoprano que exige voz de gran cuerpo, oscura, fuerte y segura, capaz de evitar en todo momento adquirir una tonalidad suave que denote sensibilidad. En ese aspecto, la cantante francesa Clémentine Margaine logró imprimir a su personaje, actoralmente, estas características: con porte altivo y descarado, poco menos que vulgar, se desplazó de un lado a otro del escenario imponiendo su arrolladora presencia.

Desde que debutó con ese papel en la Deutsche Oper de Berlín en 2011, la mezzosoprano se ha dedicado a hacer de su Carmen una creación muy personal, y es por ello que nos sorprendió la burda manera en que abordó L’amour est un oiseau rebelle, su esperada aria inicial: con una voz un tanto débil, sin centro y fuera de tono, se dedicó a exterminar la fluidez de las frases, interrumpiéndose cada tres o cuatro palabras para “jalar” aire ruidosamente.

Quizá sea esa su manera de darnos a entender que Carmen es una mujer ruda que no se anda con medias tintas, pero, al hacer la inevitable comparación con otras intérpretes (por ejemplo Gabriella Besanzoni, Teresa Berganza, Agnes Baltsa e incluso Elīna Garanča, la anterior Carmen del Met), esta manera de extender la carta de presentación de Carmen queda muy por debajo de lo aconsejable.

Afortunadamente, a partir del segundo acto su desempeño mejoró y pudo concluir la ópera de manera correcta, destacando sobre todo en el cautivante trío Mêlons! Coupons! del tercer acto y en el dramático dúo final C’est toi, c’est moi, donde —ante la inminencia de la muerte— confirió a su voz una admirable fiereza.

Georges Bizet: L’amour est un oiseau rebelle (Carmen) / Clémentine Margaine (Carmen), el coro y la orquesta del Met, dirige Louis Langrée

Don José, el joven soldado que se ve arrastrado al crimen y la perdición por el amor de Carmen, fue interpretado por el veterano tenor francés Roberto Alagna, quien se movió como pez en el agua durante toda la representación, aunque su excesivo aspecto bonachón no jugó a su favor para hacer creíble el impetuoso amor y los angustiosos celos que corroían a su personaje. Su interpretación fue apasionada, capaz de entregar momentos de gran dulzura y elegancia (por ejemplo el bello dúo Parle-moi de ma mère y el aria La fleur que tu m’avais jetée), y los momentos en que hacía sobresalir el brillante tono de su robusta voz por encima de los enérgicos tutti de la orquesta nos dejó más que claro que, a sus 55 años, se encuentra en plena forma.  

Por su parte, la fiel Micaela fue interpretada espléndidamente por la soprano polaca Aleksandra Kurzak, esposa de Roberto Alagna. Aunque sus simpáticos gestos la acercaban más a las ingenuas colegialas de películas estadounidenses sobre teenagers¸ su desempeño vocal fue sobresaliente y llegó, en sus contadas apariciones sobre el escenario, a hacernos preferirla por encima de la protagonista. Su timbre es límpido y dulce, y supo darle una dolorosa aura de trágica impotencia en la hermosísima aria Je dis que rien ne m’épouvante, cuando va a buscar a don José a la guarida de los bandidos.

Georges Bizet: Parle-moi de ma mère (Carmen) / Roberto Alagna (don José), Aleksandra Kurzak (Micaela) y la orquesta del Met, dirige Louis Langrée

También con una presencia muy discreta, aunque crucial, se encuentra el torero Escamillo, en esta ocasión interpretado por el bajo ruso Alexander Vinogradov, a quien ya habíamos visto en la temporada 2017-2018 como un magnífico conde Walter en la Luisa Miller de Verdi.

Es por ello que nos dolió la espantosa manera en que interpretó Votre toast, je peux vous le rendre, su aria inicial y uno de los momentos más esperados de Carmen. Con una inexplicablemente deficiente pronunciación del idioma francés, Vinogradov parecía estar recitando un pasaje de una misa ortodoxa rusa y no las hazañas de Escamillo en el ruedo. De nada le sirvió ser poseedor de una voz cálida y elegante, además de que su caracterización lo hermanaba más con los galanes de las telenovelas setenteras que con un torero orgulloso y triunfante.

Como es costumbre, la orquesta y el coro del Met ofrecieron una interpretación impecable, y el coro infantil se llevó un gran aplauso con su vigorosa interpretación de Avec la garde montante. La lectura de la partitura de Bizet hecha por el francés Louis Langrée resultó correcta, aunque durante los primeros minutos parecía que alguien lo estaba persiguiendo, porque desgranó el preludio y todo el inicio con singular rapidez. Afortunadamente, no tardó mucho en recuperar el tempo adecuado para dar a la música la dosis exacta de dramatismo.

Finalmente hay que mencionar la elegante puesta en escena, que sitúa la acción en la Guerra Civil Española. Basada en un constante uso del escenario giratorio del Met para presentar el cuartel de los soldados, la plaza donde se reúnen las cigarreras, la taberna donde se reúnen los contrabandistas, luego su refugio en las montañas y finalmente la plaza de toros, esta propuesta se caracteriza por un inteligente uso del espacio y una tétrica iluminación poco menos que expresionista basada en intensos rojos y azules.

Quizá los únicos puntos bajos de esta admirable producción sean las estereotipadas poses pseudoeróticas que adoptan Carmen y don José cada que se quedan solos en escena y las coreografías de flamenco para turistas que inician a la menor provocación, pero en realidad no es nada que no podamos pasar por alto cuando se trata de disfrutar una de las más grandes óperas de la historia.

Georges Bizet: fragmento de Votre toast, je peux vous le rendre (Carmen) / Clémentine Margaine (Carmen), Alexander Vinogradov (Escamillo), el coro y la orquesta del Met, dirige Louis Langrée

Jose Antonio Palafox
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