Andreas Furtwängler, hijo del célebre director de orquesta, sale en defensa de su padre por un artículo publicado por Robert Badiner en la revista musical francesa, Diapason. Su carta dice así:
“Tengo una gran admiración y respeto por R. Badiner. Por eso, leí con estupor sus comentarios en Diapason – ¿con qué derecho se refiere a Furtwängler como un ‘cerdo’, como un ‘cobarde’? Esos adjetivos no se emplean sin tener argumentos sólidos. Me gustaría conocerlos.
Mientras tanto, Robert Badiner podría informarse de los historiadores: Le cas Furtwängler, de Audrey Roncigli o Bajo la batuta del Reich de Misha Aster. Ahí aprenderá que Furtwängler no dejó de oponerse al nazismo, con todos los medios a su alcance.
Escogió permanecer en Alemania durante el período nazi y esa decisión fue avalada por grandes artistas como Arnold Schönberg, Bronislav Huberman y Yehudi Menuhin. En 1946, el tribunal de desnazificación lo exoneró totalmente. Que el abogado Badiner se acuerde de “la autoridad de la cosa juzgada”.
Un detalle puramente histórico: cuando Furtwängler vino a Francia después de la guerra (enero y noviembre de 1948, no 1947) no fue con la Orquesta Filarmónica de Berlín. Las dos veces dirigió a la orquesta de la Sociedad de Conciertos del Conservatorio. Robert Badiner debió haber presenciado el ensayo de uno de los conciertos de noviembre. La costumbre, después de un ensayo general, ya era la de no aplaudir. Los conciertos de Furtwängler siempre fueron calurosamente aplaudidos, antes y después de la guerra”, firma Andreas Furtwängler.
Quizás cabría recordarle a Andreas Furtwängler una carta – de menos, ambigua – que su padre dirigió a Joseph Goebbels, en 1933, publicada en Sonido y palabra. Ensayos y discursos (1918-1954), de Wilhelm Furtwängler, Barcelona, Acantilado, 2012.
Fuente: Diapason, septiembre, 2013
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