Sebastián (256-288), capitán de arqueros del emperador romano Diocleciano (244-311), practicaba el cristianismo en secreto hasta el día en que los gemelos Marcos y Marcelino, angustiados y encarcelados por sus creencias, recibieron la visita de parientes y amigos que les suplicaban abandonar el camino de Cristo.
Entonces Sebastián habló con tal elocuencia que convenció no solo a los parientes y amigos de los dos prisioneros sino también a un buen número de ciudadanos de Roma. Por este motivo fue denunciado y llevado ante el emperador, y al escuchar las acusaciones en su contra contestó:
“Siempre he venerado y rogado a Jesucristo por vuestra salud y por el bienestar de Roma, y creo que orar y exigir ayuda de ídolos de piedra es una gran locura”. Al escuchar esto, Diocleciano enfureció y ordenó que Sebastián fuera llevado al campo y allí amarrado a un tronco para morir a flechazos. Y los arqueros dispararon sus flechas hasta que parecía un puercoespín cubierto de espinas, lo abandonaron y murió….Fue martirizado en el año 288 de nuestro Señor”.
La crónica anterior data del siglo 13, y existen versiones en inglés antiguo y francés del latín original. El poeta italiano Gabriele d’Annunzio, se basó en una versión francesa del texto para escribir su obra teatral El martirio de san Sebastián, denominándola “un misterio”. D’Annunzio también se inspiró en Ida Rubinstein, una de las estrellas de la famosa compañía de ballet ruso de Sergei Diaghilev: al ver a la Rubinstein en escena en París, en 1910, consideró que esta actriz-bailarina sería la encarnación ideal para interpretar el papel de san Sebastián. La coreografía fue creada por Michel Fokine; el vestuario y escenografía fueron encargados a Leon Bakst; y finalmente se logró convencer a Claude Debussy (1862-1918) a escribir la música. La obra se estrenó en el Teatro Chatelet, en París, el 22 de mayo de 1911, bajo circunstancias adversas: Dos semanas previas al estreno, el Vaticano había incluido todas las obras de d’Annunzio en el Índice de libros prohibidos. Inmediatamente, el arzobispo de París prohibió El martirio de san Sebastián por dos razones: la primera, la identificación de san Sebastián con el dios pagano Adonis; la segunda, que un santo cristiano iba a ser representado por una mujer judía. Pero la obra se estrenó, con éxito moderado, y alcanzó diez funciones.
El Martirio no se escenifica frecuentemente y su difusión ha estado a cargo de las salas de concierto. Las palabras del santo son leídas por un narrador, y los diálogos y comentarios (hermanos gemelos, voces celestiales de vírgenes, mártires, apóstoles, corifeos, mujeres de Biblos) son cantados por sopranos y coros femeninos y masculinos. La obra consta de cinco partes: La corte de los lirios, La cámara mágica; El consejo de dioses falsos; El laurel herido; Paraíso. El Martirio fue orquestado por André Caplet, quien dirigió el estreno. Debussy confió totalmente en su colaborador, en parte porque no contaba con tiempo suficiente para terminar él mismo la orquestación y también porque estaba enfermo. Caplet entendía perfectamente bien el estilo orquestal de Debussy; además, para 1911, Debussy ya había escrito sus principales obras orquestales: El mar, Imágenes, Nocturnos, y Caplet había absorbido cada faceta deslumbrante del estilo orquestal del compositor.
El Martirio es la única composición de tono religioso de la madurez de Debussy ; de hecho, salvo la cantata de su época de estudiante – El hijo pródigo – es su única obra publicada sobre un tema religioso. Su titubeo en aceptar la comisión de escribir El martirio viene de su convicción de que la era de la música religiosa había terminado en el siglo 16. Declaró que él mismo había “creado una religión de naturaleza misteriosa”; sin embargo, aceptó musicalizar el texto de d’Annunzio porque “un hombre que ve misterio en todo inevitablemente se verá atraído por un tema religioso”. El misticismo de Debussy parece abrazar, más que rechazar, el cristianismo, un hecho que comprueba El martirio de san Sebastián.
Fuente: Alfred Frankenstein, Columbia Masterworks.
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