Desde el Met: Los maestros cantores de Núremberg, vibrante y conmovedora.

La función de Los Maestros Cantores de Wagner, transmitida desde el Metropolitan Opera, nos compartió una de las producciones wagnerianas más satisfactorias que hemos visto.

Por Música en México Última Modificación diciembre 15, 2014

por Ricardo Rondón

La función de Los Maestros Cantores de Wagner, transmitida desde el Metropolitan Opera, nos compartió una de las producciones wagnerianas más satisfactorias que hemos visto. La producción y dirección del legendario Otto Schenk ya tiene varios años recrea a la perfección lo que era el mundo de gremios, culturas antiguas, apego al pasado y temor al cambio. Los Maestros Cantores florecieron en las principales ciudades de Alemania durante los Siglos XIV,XV y XVI entre los artesanos y una clase media creciente. Los certámenes musicales eran juzgados conforme a un código estricto, con 32 fallas que llevaban a la eliminación de los concursantes. Los temas de los cantos eran de acuerdo con las escrituras y la devoción a lo sagrado. En Núremberg había cuatro jueces, siendo el primero experto en la Biblia, el segundo criticaba la prosa, el tercero las rimas y el cuarto la melodía. El ganador era el que acumulaba menos faltas. Hans Sachs fue el más famoso de los Maestros Cantores, nacido en 1494 y muerto en 1576 y se le admira por ser autor de 6,000 poesías. Schenk recrea a cada uno de los personajes con una naturalidad admirable, movimiento escénico lógico y muy pronto nos vamos identificando con cada uno de ellos. La parte romántica está en manos del Caballero Walter Von Stolziong , que debe ganar el certamen y obtener la mano de su amada Eva. Sachs es su mejor aliado y un mentor maravilloso. Desde el preludio, la presencia del director james Levine se hizo sentir. Arrancó una oleada de sonido controlado y cada sección de la orquesta respondió a su más mínimo deseo. Levine tiene una enorme experiencia en trabajar y dirigir las operas de Wagner y el afecto que transmite por ellas es imposible de ignorar. La orquesta del Met estaba totalmente hechizada por la magia de esta gloriosa música y la excelente fotografía nos permitió percibir el mundo especial de cada instrumentista. Los tiempos de Levine nos parecieron ideales, y cuando se trataba de imprimir fuerza, lo hacía musicalmente dejando un esplendor en el aire que es característica de los grandes de la batuta. Levine contó con un elenco con el cual no había trabajado antes y esto le dio frescura a las interpretaciones y naturalidad como actores e interpretes. Basta decir que el elenco no pudo haber sido mejor. Todos levantaron el guante de este enorme reto y estuvieron espléndidos. Lugar de honor merece el hans Sachs de Michael Volle, un barítono de timbre expresivo, magnífico manejo de los cambios psicológicos de la parte: hombre íntegro, poseedor de la autoridad y el cariño de todo Núremberg. Se llevó la ovación de la noche y nos pareció un cantante y actor de primera línea, que ojalá y pronto veamos como Wotan, otro de sus roles favoritos. Volle tiene todo para recrear a Hans Sachs y así lo hizo. Annette Dasch cantó Eva con bello timbre y buena extensión. Es una soprano expresiva y fina y en el Quinteto brilló especialmente. Johan Botha cantó Walter von Stolzing con sonido potente y agudos firmes. Es muy buen músico, cabalga su tesitura con seguridad y resultados vibrantes. Físicamente no es un actor nato pero canta tan bien que nos olvidamos de esto. Un debut exitoso fue el del joven tenor David Appleby como David. Desde su salida, dominó sus escenas con hermoso sonido lírico, actuación dramática convincente y derrochando fogosidad juvenil. Estaremos pendientes de sus próximas actuaciones. Johannes Martin Kränzle domina todos los rincones del inseguro y envidioso Beckmesser, que además sufre de una escoliosis que lo dobla de dolor. En pocas palabras, estuvo fabuloso y nunca exagerado. Pogern estuvio en manos y sonora voz de Hans-Peter König, inobjetable. Karen Cargill cantó una Magdalena de hermoso timbre y radiante personalidad. El Coro se volvió a cubrir de gloria y salvo la iluminación un tanto obscura de Rolf Langenfass, la fotografía fue muy hermosa, especialmente en el tercer acto. No nos imaginamos una mejor función de esta pieza y el haberla presenciado fue un privilegio. El canto especial de la inspiración de Wagner quedó flotando en nuestra mente muchas horas después de esta larga pero inolvidable función.

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