El misterio de Martha Argerich continúa

No es fácil ser hija de una leyenda del piano. Stéphanie Argerich ha volcado su experiencia en “Bloody Daughter”, donde el espectador es testigo de […]

Por Música en México Última Modificación noviembre 21, 2014

No es fácil ser hija de una leyenda del piano. Stéphanie Argerich ha volcado su experiencia en “Bloody Daughter”, donde el espectador es testigo de la grandeza y la fragilidad de su madre, la mítica Martha Argerich.

Ha dirigido una película honesta y conmovedora, que se pasea entre el humor y el drama en un arriesgado ejercicio de equilibrio emocional. Stéphanie Argerich es hija de la mítica pianista de origen argentino Martha Argerich y del también pianista Stephen Kovacevic. Sus padres vivieron poco tiempo juntos y Stéphanie se crio junto a su madre en un ambiente musical.

La más joven de las tres hermanas Argerich comenzó en la adolescencia a grabar escenas de la vida familiar con una cámara que su madre le trajo de Japón. La película documentalBloody Daughter ofrece pinceladas de la compleja relación de Stéphanie con sus progenitores, sobre todo con su madre, una persona alejada de la prensa, que en el film aparece en situaciones de desnudez emocional. En un principio, Stéphanie Argerich se resiste a hacer la entrevista en español, escarmentada tras una mala experiencia con la prensa argentina, que buscó en sus palabras y en la película Bloody Daughter un lado perverso de Martha Argerich. Sin embargo, pronto accede a hablar este idioma, que no aprendió de su madre, sino con las niñeras, en el colegio y en diversos viajes.

Deutsche Welle: ¿Por qué su madre no le habló en castellano?

Stéphanie Argerich: Eso forma parte del misterio de la familia. Ella se alejó de su cultura, de su país, cuando tenía 12 años y no volvió a vivir allá. Por otra parte, el idioma francés, que habla a la perfección, era una forma de acercarse a Europa, la tierra de los compositores. Ahora, en cambio, le gustaría acercarse a sus orígenes: hace unos años se puso a tocar tangos y está más en contacto con Latinoamérica, haciendo música o viajando. Dice que aquello es más divertido que Europa. (Risas)

Hay un momento especial en la película, en el que usted y su madre viajan a Buenos Aires y recorren el Jardín Botánico, donde la pianista paseaba con su padre, con quien guardaba una estrecha relación.

Mi madre me ha contado que su padre supuso una gran influencia en su personalidad. Le contaba historias, cosas mágicas… Estimuló mucho su parte artística, su imaginación, y le hizo experimentar el riesgo. Por ejemplo, caminaban junto a un río tomados de la mano y, de repente, la soltaba por un momento. Esa sensación de riesgo es algo que está muy presente en su forma de tocar. Mi madre estaba más unida emocionalmente a su padre que a su madre, que tenía una manera de ser más distante.

La poderosa, casi masculina, forma de tocar el piano de Martha Argerich ¿podría tener que ver con esta estrecha relación entre ambos?

No sé si viene de su padre o es su propia identidad. En la película, lo dice bien claro: “No me sentía como una mujer”. Siempre se sintió andrógina. Con los años, la maternidad y las experiencias personales, fue siendo consciente de su condición femenina.

Siendo Martha Argerich muy joven, quedó embarazada y no encontró la manera de ejercer de madre con su hija mayor, Lyda, que pasó varios años en un orfanato. Sin embargo, después, Martha Argerich ha entablado una relación maternal –aunque muy especial- con su hermana Annie y con usted y es como una especie de madre musical para muchos jóvenes intérpretes, que hablan maravillas de la generosidad de Argerich.

Le encanta ayudar a los jóvenes. Para eso está abierta y dispuesta como muy pocos otros músicos… A veces, incluso demasiado, pero es algo que ella disfruta. En cuestión de maternidad, mi madre aprendió con el tiempo. Al principio, fue duro. ¡Si ni siquiera sabía que era una mujer, imagínese lo que es ser una madre! Hay cosas del pasado que no se pueden cambiar, que quedan y duelen. Ahora es incluso difícil para ella entender lo que sucedió. En ese sentido, ha cambiado bastante. A los veintitantos años era muy salvaje. Me contó, por ejemplo, que nunca lloraba… En cambio ahora llora muy fácilmente. Ha habido una evolución.

Seguramente, usted misma, dentro de 20 años, haría una película sobre su familia muy distinta a Bloody Daughter…

¡Hoy mismo haría una película diferente! (Risas) Hay cosas que ya siento de otra manera…

Por cierto, ¿a usted le gusta la música clásica? ¿No guarda una relación contradictoria con ella?

No, en absoluto. Me encanta y me conmueve como pocas cosas. Siempre estuve rodeada de música y, en lugar de dormirme con nanas, como otros niños, me dormía con el Concierto no 3 de Prokofiev…

En un momento de la película usted dice: “Siendo niña, mi madre me contó su vida privada sin filtros”. Ahora es usted quien nos narra sin filtros la intimidad de Martha Argerich: no solo es que la veamos en pijama, sino que asistimos también a sus crisis personales y artísticas.

Ciertamente, la película es muy íntima, pero no se trata de romper ningún mito. Yo creo que su misterio continúa. Mi madre es una persona muy profunda y compleja. La película puede mostrar una parte de ella, pero no todo, ni tampoco era esa mi intención. Hay pudor en la forma de mostrar las cosas. En cualquier caso, no pensé para nada en el público, hice la película para mí.

Es brutal el contraste entre la Marta Argerich que sale al escenario y toca de forma poderosa y la Martha Argerich pocos minutos antes de actuar, que padece ataques de angustia, expresándose casi como una niña pequeña…

Sí, pasa de una cosa a la otra… Como artista, mi madre arriesga y nunca está segura de que le vaya a salir bien. En su forma de tocar siempre hay un componente de fragilidad. Y cuando uno hace un retrato de una persona a la que quiere, lo hace con todas sus dimensiones. Se quiere a las personas con sus fortalezas y sus debilidades, con sus lados más oscuros.

¿Cómo reaccionaron sus padres al ver su trabajo?

Se la puse a los dos al mismo tiempo. Mi padre está muy orgulloso. Para mi madre, lo más difícil es verse físicamente, porque no se reconoce. Se preguntó por qué aparece tanto en la película. ¡En cambio mi padre dice que sale muy poco! (Risas) Como artistas e intérpretes, respetan y entienden mi trabajo: es mi forma de interpretar la familia en un determinado momento…

Parece que ha preparado esta película casi toda su vida…

Ha sido un proceso largo, porque lo difícil en estos trabajos de familia es que todo puede ser interesante, pero hay que acabar seleccionando. Empecé sola, pero después la productora me proporcionó los límites de tiempo y dinero necesarios para poder terminarla. ¡Si no, quizá estaría todavía editando!

¿De qué va a tratar su próxima película?

Después de un trabajo tan personal, es difícil. Estoy plantando varias semillas, como la escritura de guiones de ficción. Ahora que ya he hecho esta película sobre mi familia, puedo abrirme a otras cosas.

Fuente : DW





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