El tenor más famoso del mundo en la primera mitad del siglo XX fue Enrico Caruso (Nápoles, 1873-1921). Estaba en la cima de su popularidad no sólo por ser un gran cantante que había sido aclamado en los escenarios de ópera más connotados de la época, sino por las docenas de grabaciones en discos de 78 rpm que pusieron al conocimiento y alcance de millares de personas la voz y el talento de este excelso cantante. Se estima que ganó millones de dólares por sus grabaciones.
Su voz era excepcional, su temperamento cálido y comunicativo, expresaba como ningún otro el sufrimiento sensual y pasional de “los amorosos” del repertorio pucciniano y verista. Con igual acierto encarnó de modo personalísimo, con fraseo incisivo y noble, diversos personajes verdianos y singulares de otros compositores. Un diccionario de música lo califica como “el tenor mítico de nuestro siglo”.
Caruso visitó México en 1919 donde tuvo un éxito arrollador. Cantó en Baile de máscaras de Verdi, Sansón y Dalila de Saint-Saëns; Martha, de F. Von Flotow; Aída, de Verdi; I Pagliacci, de Leoncavallo; Manon Lescaut, de Puccini; Elixir del amor, de Donizetti, recital con el Acto 3 del Elixir, Acto 3 de Martha y Pagliacci, Acto 2. Estas actuaciones fueron en el Teatro Esperanza Iris, inaugurado en 1918, hoy Teatro de la Ciudad de México. Pero también actuó en una legendaria Carmen, de Bizet, en la Plaza El Toreo, situada donde hoy se encuentra El Palacio de Hierro Durango.
Mucho antes, Caruso había cantado en Argentina en 1899, 1900, 1901, 1903, 1915 y 1917 cuando realizó una gira que incluyó Uruguay y Brasil. En 1920 cantó por una sola vez en La Habana recibiendo una remuneración inédita para la época de $ 10,000 dólares.
Caruso murió de pleuresía, a los 48 años.
Fuente: José Octavio Sosa y Mónica Escobedo, Dos siglos de ópera en México, México, SEP, 1988. La nuova enclopedia della música Garzanti, Milán, 1983.
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