Orquesta Sinfónica Nacional de la Universidad Federal Fluminense | Roberto Duarte, director
En 1958, el año anterior a su muerte, Villalobos compuso la música para el filme Verdes mansiones, basado en la novela de Guillermo Enrique Hudson. Como lo hizo al margen del guion, la empresa la mandó adaptar de modo sincrónico, lo cual corrió a cargo de Bronislaw Kaper. El músico renegó de tal cosa y arregló su trabajo añadiéndole cuatro canciones con letra de Dora Vasconcellos. Tuvo tiempo de grabarla en Nueva York, bajo su dirección y con Bidú Sayao como solista.
La versión usualmente tocada en la actualidad es la revisión de Roberto Duarte, quien tuvo en cuenta los manuscritos, apuntes y partichelas usadas por Villalobos en aquella ocasión. Sin duda, aunque no se tengan en cuenta las fechas, se trata del testamento musical del brasileño, una suerte de cantata con rasgos dramáticos, poema sinfónico con voces –una soprano y un coro masculino que canta en lengua indígena– u oratorio laico, un sui generis manifiesto que sintetiza la libertad con que Villalobos siempre trabajó y la experiencia de un catálogo extenso, variado de géneros y lenguajes.
La imponencia de la masa es proporcional al mundo evocado, una verdadera selva sonora, servida con decisión instrumental, armonías contrastadas, climas que alternan el misterio de la espesura con la amenaza de la naturaleza desatada. Las voces humanas suenan telúricas, sin faltar la melodía acariciante, de una voluptuosa y complaciente melancolía, ritmos bailables y toques de instrumentos primitivos. Aquí está todo su autor: desgarrado, seductor, descriptivo, visionario, arquitectural. Y está también el momento culminante de la música latinoamericana, desde el México de Chávez hasta la Argentina de Ginastera pasando, obviamente, por la selva amazónica de la que surge esta monumental despedida villalobiana.
Fuente: Blas Matamoro para laquintademahler.com
Comentarios