Procedente de una familia de origen noruego, nacido en Sudáfrica y radicado en el Reino Unido (donde en 1968 cofundó Allegro Films, una de las primeras compañías productoras independientes de televisión en esa nación), el cineasta Cristopher Nupen (1934) ha desarrollado una siempre interesante obra documental que gira en torno al mundo de la música de concierto. Pionero en el uso de las primeras cámaras portátiles silenciosas de 16 mm, Nupen se sirvió de ellas como herramientas para romper con las limitantes del estudio de televisión y grabar a sus protagonistas en su entorno natural, con lo que consiguió mostrar aspectos de la creación musical a los que generalmente el público no tenía acceso. Así realizó una serie de valiosos retratos íntimos de grandes compositores e intérpretes que se han convertido en referencia obligada dentro del género del documental biográfico musical.
Entre los títulos más destacados de Christopher Nupen se encuentran Double Concerto (1966) —donde documentó la primera aparición conjunta en público de los entonces jóvenes pianistas Vladimir Ashkenazy y Daniel Baremboim, interpretando el Concierto para dos pianos de Mozart en la sala de conciertos del Fairfield Halls de Croydon—, Jacqueline (1967) —donde grabó a la violonchelista Jacqueline du Pré interpretando el Concierto para violonchelo de Edward Elgar con la Orquesta Nueva Filarmonía bajo la dirección de Daniel Barenboim—, The Trout (1969) —donde documentó una interpretación del Quinteto D. 667, La trucha, de Franz Schubert, llevada a cabo por Jacqueline du Pré, Daniel Barenboim, Itzhak Perlman, Pinchas Zukerman y Zubin Mehta en el Queen Elizabeth Hall de Londres— y Evgeny Kissin: The Gift of Music (1998) —espléndido acercamiento a la manera en que el virtuoso pianista ruso prepara y ensaya sus conciertos—, además de sendos documentales biográficos sobre compositores como Jean Sibelius —Jean Sibelius: The Early Years y Jean Sibelius: Maturity and Silence (ambos de 1984), Niccolò Paganini —Paganini’s Daemon (1997)— y, por supuesto Franz Schubert —Franz Peter Schubert: The Greatest Love and the Greatest Sorrow (1994)—.
En Franz Peter Schubert: The Greatest Love and the Greatest Sorrow, Christpher Nupen aborda los últimos 20 meses en la vida del malogrado compositor austriaco Franz Schubert (1797-1828) con el objetivo de proporcionar al espectador una comprensión más profunda del estado emocional del músico durante ese tiempo y cómo afectó el tipo de música que escribió poco antes de su muerte. De aliento sombrío y melancólico, el documental inicia con el funeral del ídolo de Franz Schubert, Ludwig van Beethoven (1770-1827), bajo cuya inmensa sombra la obra del joven compositor se colocaba en un modesto —e inmerecido— segundo plano que le impidió gozar de renombre. El propio Schubert comentaba “¿Quién podría hacer algo después de Beethoven?”, sin percatarse de que era él mismo quien estaba llevando el lenguaje musical a nuevos e inexplorados horizontes con sus impresionantes (aunque discretos) logros compositivos, distantes en esencia de los conseguidos por su venerado predecesor puesto que, a diferencia de Beethoven —cuya música es un canto a la plenitud del mundo—, la música de Schubert es un íntimo lamento por la fragilidad de la existencia.
Acertadamente, Christopher Nupen busca capturar esta esencia ofreciéndonos un documental en el que evita atiborrarnos con largas listas de fechas y acontecimientos cruciales, prefiriendo abordar la psique del compositor por medio de sus propias palabras y su música. En efecto, Franz Peter Schubert: The Greatest Love and the Greatest Sorrow es una película donde no hay actores ni reconstrucciones dramatizadas, sino únicamente palabras, música, músicos y una voz en off. La historia de los últimos meses en la vida de Schubert está narrada casi en su totalidad por medio de fragmentos de su diario, su correspondencia, los textos que eligió para sus lieder y las intensas cartas de despedida que envió a sus amigos y familiares, reforzada con dibujos y pinturas de la época y —sobre todo— amplificada con un incesante flujo de música, en el que sus últimas composiciones se suceden una tras otra sin ningún tipo de indicación (al menos hasta los créditos finales) de qué es lo que se está interpretando. Así, al hacer del compositor el narrador de sus propias ideas y reflexiones, además plasmadas en la intensa belleza de su música, el cineasta consigue un profundo acercamiento que nos permite vislumbrar con insólita claridad a Franz Schubert como artista y ser humano, sobre todo después de la parte donde se relata un sueño que el músico tuvo en julio de 1822 y que da nombre a este documental. En cierta forma, ese sueño encapsula los sentimientos más profundos de Schubert sobre su destino como compositor: para ser un verdadero artista es necesario encontrar tu propio camino, aunque ello signifique condenarte al aislamiento.
Las magistrales interpretaciones que escuchamos a lo largo de esta conmovedora película corren a cargo del pianista Vladimir Ashkenazy, el barítono Andreas Schmidt, el violonchelista Michael Sanderling, la violinista Antje Weithaas, el Cuarteto Petersen y la Orquesta Sinfónica y el Coro de la Radio de Baviera bajo la batuta de Wolfgang Sawallisch. Además, las últimas imágenes de Franz Peter Schubert: The Greatest Love and the Greatest Sorrow están acompañadas por una memorable grabación del elegiaco lied Im Abendrot (1824), interpretado por la legendaria soprano alemana Lotte Lehmann (1888-1976) —a quien está dedicado el documental— y el pianista húngaro Ernő Balogh (1897-1989).
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