Hoy en día reconocido como uno de los grandes nombres dentro de la historia de la música y, sobre todo, de la ópera, el compositor francés Georges Bizet (1838-1875) obtuvo en vida escaso reconocimiento por su obra. De hecho, aunque su reputación está basada primordialmente en Carmen (1875), su última obra y una de las óperas más famosas de todos los tiempos, las abundantes críticas negativas con que el público y la prensa la castigaron en su estreno impidieron a Bizet llegar siquiera a vislumbrar su posterior éxito porque el compositor murió repentinamente de un ataque al corazón, a los 36 años de edad, justo tres meses después de la primera representación de Carmen.
La figura de Georges Bizet ha sido abordada cinematográficamente en contadas ocasiones, y —hasta donde llega nuestro conocimiento— solo existe una película de ficción sobre su vida y obra: El sueño de Bizet. Dirigida en 1994 por el cineasta canadiense David Devine (1952) siguiendo el modelo de su exitoso filme Beethoven vive en el piso de arriba (1992), El sueño de Bizet forma parte de una serie de películas educativas (Bach: la lucha por la libertad, Strauss, el rey del compás en ¾, La rapsodia de Liszt,El fantasma de Rossini, La última oportunidad de Händel), producidas por el propio Devine y filmadas en la República Checa, en las que se aborda algún momento crítico en la carrera de un famoso compositor a partir de su amistad con un niño al que el músico ayuda a enfrentar sus problemas personales. El loable propósito de esta serie de espléndidos telefilmes es no solo inculcar valores a los pequeños espectadores, sino acercarlos al fascinante mundo de la música de concierto por medio de las biografías dramatizadas de los grandes compositores.
En el caso de El sueño de Bizet, la historia se centra en Michelle Marin, una niña de 12 años que vive en el París de 1874. Su madre, que es amiga de Geneviève Halévy (1849-1926), la esposa de Georges Bizet, contrata al músico para que imparta clases de piano a Michelle. Pero a la niña no le gusta su maestro: es excéntrico, irritable, olvidadizo y parece siempre ausente. Por su parte Bizet, más preocupado por su actividad creativa (con la que no ha obtenido reconocimiento) y angustiado por sus problemas domésticos (sospecha que su esposa le es infiel), en realidad no presta atención a su pequeña alumna. Michelle extraña a su padre, que es un militar que ha sido enviado a Sevilla. Coincidencias del destino, Bizet está trabajando en una ópera protagonizada por un militar y que se desarrolla en Sevilla. Cuando la pequeña descubre esto, se interesa por conocer el argumento. Así, a medida que Bizet va narrando a Michelle la trágica historia del amor de Don José por la hermosa gitana Carmen, empieza a desarrollarse una relación de amistad entre la niña y el músico. Poco a poco, Bizet permite a Michelle entrar en su mundo, y en una ocasión la lleva consigo a visitar a su gran amigo, el pintor Delaborde, con cuyas poco convencionales modelos, Nicole y Nana, la niña terminará entablando también una cálida amistad. En su imaginación, Michelle coloca en los papeles protagónicos de la historia de Carmen a las personas que conoce. Así, su padre se convierte en Don José y Delaborde en el torero Escamillo, Nicole y Nana serán las gitanas Frasquita y Mercedes, y ella misma se reserva el papel de Micaela. Sin embargo, una sombra amenaza con impedir el regreso del padre ausente: la fatal Carmen. Mientras tanto, Bizet se da cuenta de que Michelle y él tienen más cosas en común de las que hubiera podido imaginar: ambos perciben la vida con una intensidad que los obliga a reprimir sus sentimientos y emociones, y utilizan la música como escape para aliviar un poco la enorme tristeza de sus almas. Es entonces que Michelle, aterrada de que su padre decida quedarse en Sevilla para iniciar una nueva vida en los brazos de una seductora Carmen, planea fugarse de su casa para ir a buscarlo dondequiera que esté…
Con un inteligente guión en el que la historia de la Carmen de Bizet y la historia de Michelle se entrelazan, además de una admirable recreación de época y un enigmático final inusitado en esta serie de telefilmes, El sueño de Bizet es un hermoso homenaje a la vida de uno de los grandes compositores franceses del siglo XIX. El espléndido reparto está encabezado por el actor canadiense Maurice Godin (Friends, Malcolm in the Middle, Dr. House) como Georges Bizet —con quien posee un asombroso parecido físico— y Brittany Madgett (Ready or Not) como Michelle Marin y Micaela. Los acompañan Catherine Barroll (Smallville, Dead Like Me, Scary Movie 4) como Suzanne Marin, el actor checo Vlastimil Harapes (Marketa Lazarová, Paganini, Wolfgang A. Mozart) como el señor Marin y Don José; Yseult Lendvai, prima ballerina del Ballet de Stuttgart, como Geneviève Halévy y Carmen; Sally Cahill y Jackie Harris como, respectivamente, Nicole y Nana, y el actor canadiense R.H. Thomson (Chloe, Anne with an E) como Delaborde y Escamillo. Además, El sueño de Bizet cuenta con la participación del Ballet Nacional Checo y una espléndida banda sonora con obras de Georges Bizet interpretadas por la Orquesta Filarmónica Eslovaca bajo la batuta de Ondrej Lenárd (1942).
Quizá el único detalle cuestionable en El sueño de Bizet sea que el desarrollo de la trama nos deja con la impresión de que fue el propio Bizet (basándose en su sentir acerca del comportamiento de su esposa) quien ideó la historia de Carmen, y no que en realidad fue una adaptación de la novela corta homónima escrita en 1845 por Prosper Mérimée (1803-870). También hay que mencionar que Élie-Miriam Delaborde (1839-1913), vecino y amigo de Georges Bizet, en realidad no era pintor sino pianista y compositor. Sin embargo, esta licencia que se permite David Devine abre la puerta a la clave pictórica en que se mueve la magnífica fotografía de la película, y es que los espectadores más avezados no tardarán en darse cuenta de que algunas escenas de El sueño de Bizet son impecables recreaciones de pinturas de Pierre-Auguste Renoir (1841-1919) —La Grenouillère, La Yola y El almuerzo de los remeros—, Claude Monet (1840-1926) —Mujer con sombrilla mirando a la izquierda—y Georges Seurat (1859-1891) —Tarde de domingo en la isla de la Gran Jatte—.
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