El compositor húngaro György Ligeti es considerado –como Pierre Boulez– como una conciencia de la música contemporánea.
Nació el 28 de mayo de 1923 en un pueblo de Transilvania, Dicsöszentmáron, perdido por Hungría a Rumanía en 1920, hoy conocido como Tarnavoni. Perteneció a una familia húngara judía en la cual el arte y la capacidad artesanal eran altamente estimados; su abuelo paterno había sido pintor muralista.
Como alumno de la Academia Franz Liszt de Budapest, a partir de 1945 recibió una instrucción rigurosa en contrapunto siguiendo antiguas técnicas – al estilo de Palestrina y Ockeghem; también impartió clases de teoría, armonía y contrapunto. Se graduó en 1949.
En los años siguientes, conoció la música oficialmente prohibida (Schoenberg, Berg, Webern y parte de Bartók y Stravinski) y contempló la posibilidad de crear una modernidad húngara partiendo de Bartók. No le fue posible por su conciencia y por las autoridades que controlaban la ejecución pública de música. Así, en 1956 huyó en un tren de correos hasta que pudo llegar a Austria. Lo acompañó su segunda esposa Vera; casados en 1952 pero divorciados después de dos años, se volvieron a casar en 1957.
Ligeti fue acogido en el estudio de música electrónica de Stockhausen, en Colonia, que formaba parte de la radiodifusora de Alemania Occidental. El estreno en 1960 de su obra para orquesta, Apariciones, causó sensación en el festival de la Sociedad Internacional para Música Contemporánea: era la obra de un compositor modernista que parecía surgir de la cabeza de Zeus; mostraba un desarrollo personal y un concepto de música integrados en un nuevo tipo de sonido.
Hoy se piensa en esta textura sonora como “el sonido Ligeti”, tan densa que las múltiples voces que se entrelazan se van absorbiendo y pierden su individualidad. Pero en Apariciones suceden muchas cosas más – amplios movimientos en el registro y cambios en el grado de intensidad así como explosiones sorpresivas. También incluye instancias teatrales: como parte de una secuencia de erupciones, un percusionista destruye con un martillo un costal lleno de botellas.
A quienes no agradó Apariciones ni la siguiente obra, Atmósferas (1961), reconocieron que ambas estaban ingeniosamente estructuradas. En retrospectiva, está claro que no son piezas de un novato ni mucho menos representativas de lo que vino después; pero nadie pudo haberlas compuesto más que Ligeti.
Poco después, el director de cine Stanley Kubrick se sirvió de la música de Ligeti con la cuchara grande en su película 2001:Odisea del espacio: incorporó a la banda sonora importantes secciones de Atmósferas, el Kyrie del Réquiem (1963-65) y otras piezas de Ligeti de esa década –todas sin autorización–. El resultado: la música de Ligeti llegó a un gran público (“MGM me escribió una carta muy cordial diciendo que debería estar muy contento pues ahora era famoso en ‘América’ aunque la cinta no haya gustado a todos los que vieron”).
Fuente: Stephen Plaistow, 1ª. parte; obituario de Gyorgi Ligeti, The Guardian, 14/06/2006.
György Ligeti – Portrait film documentary
https://www.youtube.com/watch?v=4AhKWofVV0E
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