Nada es más esencialmente católico que la misa, un punto que no pasaba desapercibido para Isabel I, dedicada a rastrear y acosar a los creyentes en la antigua religión. Nadie había musicalizado estos textos en Inglaterra desde el reinado de la reina María unas décadas antes, y no volvería a hacerlo hasta dentro de trescientos años; por lo que la trilogía de Byrd -a tres, cuatro y cinco voces- permanece aislada en el tiempo. Pero lo realmente atrevido de esta historia es que Byrd publicó esta música, ciertamente en pequeños volúmenes sin portadas, pero con su nombre claramente indicado. Habiendo corrido tales riesgos, no sorprende descubrir que la música en sí es profundamente expresiva. La Misa a cuatro voces es quizás la más personal y la más antigua del conjunto, casi con certeza escrita en 1592. Conserva algunas técnicas del pasado lejano, como difuminar los límites entre las partes de tenor y alto, pero hay momentos de intensidad – como el dona nobis pacem– que Byrd nunca superó en toda su música posterior.
Fuente: www.hyperion-records.co.uk
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