Gregorio Allegri fue cantor infantil de 1591 a 1596 bajo la dirección de Giovanni Bernardino Nanino, en el coro de San Luis de los Franceses, y siguió cantando como tenor de 1601 a 1604. De 1600 a 1607 estudió con Giovanni Maria Nanino.
Disfrutó después de un beneficio en la catedral de Fermo. Llamado a Roma por Urbano VIII en 1629, fue nombrado cantor de la Capilla Pontificia, puesto que desempeñó de manera ininterrumpida hasta su muerte. Su nombre se asocia generalmente con el célebre Miserere a nueve voces y dos coros, que era cantado anualmente en la Capilla Sixtina durante Semana Santa.
Además del Miserere, la producción sacra de Gregorio Allegri comprende misas, lamentaciones, motetes, magníficats, improperios y salmos. Escribió también algunos conciertos con solistas y una sonata para cuatro instrumentos de cuerda. Muchos trabajos manuscritos suyos están conservados en Roma, en los Archivos Vaticanos y en Santa Maria Vallicella.
El Miserere de Gregorio Allegri fue interpretado en los oficios de Semana Santa durante más de doscientos años; no obstante, permaneció inédito durante más de un siglo, porque la Santa Sede impidió su difusión y su copia, bajo pena de excomunión. Es conocida la leyenda según la cual Mozart, en 1770 (es decir, cuando tenía catorce años), tuvo ocasión de oírlo durante una estancia suya en Roma y lo transcribió de memoria después de dos únicas audiciones. La obra fue impresa por vez primera en 1771 por Burney, que había conseguido procurarse una copia, y desde entonces fue reproducido en varias ediciones.
El conjunto vocal del Miserere es a nueve voces, repartidas en dos coros (uno a cinco y otro a cuatro voces) que se alternan continuamente cantando cada uno un breve versículo dividido en dos miembros de frases, con períodos regulares de compases (por ejemplo, primer coro: “Miserere mei, Deus, / secundum magnam misericordiam tuam”; segundo coro: “Amplius lava me ab iniquitate mea / et a peccato meo munda me”, etc.). Se tienen así seis pares de versículos en los cuales la música permanece sustancialmente idéntica salvo alguna leve diferencia en la duración de las notas y de las pausas, debida a la disposición de las palabras. Sólo en el último par, después del primer versículo, los dos coros se unen en una breve, grandiosa y libre conclusión.
El comienzo de cada frase musical es homófono, esto es, a voces simultáneas; después las voces se desenlazan en libres giros contrapuntísticos. En el primer par, las notas están puestas en correspondencia por las sílabas con valores rítmicos regulares; después, variando la longitud de los nuevos versículos aplicados a la misma melodía, debajo de una sola nota (señalada con valor de breve) es puesto un número variable de sílabas, sin rigor de tiempo (naturalmente, se entiende que las dos voces deben cantar juntas), en aquella especie de recitativo polifónico que fue llamado “fabordón” (que no debe confundirse con el antiguo falso bordón en “terceras” y “sextas” de origen inglés).
A pesar de la repetición un poco uniforme de una frase de pocos compases, el conjunto del Miserere produce una impresión de sencillez solemne y severa, impresión relacionada en cierto modo con las formalidades del rito (como en los Improperios de Palestrina), pero que en parte subsiste también en la mera audición. La pureza vocal y la inspiración de esta obra recuerdan todavía el áureo estilo del siglo XVI; pero el sentido tonal y armónico, especialmente en las cadencias, pertenece ya a una época musical más moderna.
Fuente: Biografías y vidas
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