Una de las grandes revelaciones de la reciente y extraordinaria exposición de obras del pintor ruso Vasili Kandinsky (1866-1944) fue la relación que guarda su pintura con los sonidos de la poesía y la música. Una muestra de su pensamiento al respecto es el siguiente texto sobre Lohengrin, de Richard Wagner, escrito en 1913:
“Lohengrin me pareció que es una realización perfecta de ese Moscú: los violines, los contrabajos y, muy especialmente, los instrumentos de viento personificaban entonces para mí toda la fuerza de las horas del crepúsculo. Mentalmente veía todos mis colores; los tenía ante mis ojos. Líneas salvajes, casi dementes, se dibujaban frente a mí. No llegaba hasta el punto de decirme que Wagner había pintado ‘mi hora’ en música. Pero me manifestó muy claramente que el arte en general poseía una fuerza mucho mayor de lo que había parecido al principio y que, por otra parte, la pintura podía desplegar las mismas fuerzas que la música”.
Publicado en pauta, cuadernos de teoría y crítica musical, núm.139/140, tomado de Vasili Kandinsky, Mirada retrospectiva, Barcelona, Emecé, 2002.
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