En la primera década del siglo XX, aquel niño de 13 años, uno de los niños prodigios más impactantes después de Mozart, dejaba sorprendidos a los más ilustres creadores de Viena y otras ciudades germanas, al debutar como pianista, sin contar con que a los 8 años ya había compuesto dos cantatas y a los 14 escribiría su primera obra orquestal.
Pero antes, tocó para un Gustav Mahler asombrado, quien lo envió con Zemlinski para que éste le diera clases y quien le dirigió en la Opera Estatal de Viena el ballet El hombre de las nieves. Y aún no cumplía 14. Schönberg “babeaba” ante su genio; el apodo se difundió: “el pequeño Korngold”.
A los 16, Nikisch, Furtwängler, Weingartner, Bruno Walter y Richard Strauss se disputaban la oportunidad de dirigir sus nuevas obras. Algunos años después, Arthur Schnabel, Fritz Kreisler y Richard Tauber tocaban o cantaban sus obras. A los 15 o 16 años Erich Amadeus Korngold (1897-1957) había compuesto numerosas obras de cámara, Lieder y obras sinfónicas.
Después, Paul Wittgenstein, el mismo pianista que perdiera el brazo en la Primera Guerra Mundial, le encargó un Concierto para piano “para la mano izquierda”, como los encargó a Ravel, a Prokofiev y a Britten después, entre otros.
De toda esa prolífica y exquisita época inicial, muchos consideran que sus mejores obras maestras son dos de sus óperas que, además, fueron compuestas, una a los 23 años (La ciudad muerta / Die Tote Stadt, en 1920, que se representó alrededor de 100 veces en varios países, incluyendo en la Metropolitan Opera House), y a los 30 años (El milagro de Heliane / Das Wunder von Heliane, en 1927, una de las óperas más bellas, una orgiástica simbiosis musical de ultraromanticismo tristanesco y de su propio lenguaje musical, que para mi gusto, es su obra maestra absoluta).
Pero un día, ese mundo cada vez más ilusorio se acabó. La Primera Guerra Mundial con su derrumbe del Imperio austrohúngaro y la Segunda con su amenaza totalitaria (Hitler / Stalin) y el persistente ambiente antisemita, truncó la carrera de Korngold, quien viajó a Estados Unidos. Pero allá, por cuestiones de la evolución de esos tiempos, la música de Korngold no fue aceptada por estar más cercana a la influencia clásica tradicional que a la modernidad imperante.
Para ganarse la vida, Korngold tuvo que entrar al cine. Una nueva vida comenzó para él y…. Una nueva vida comenzó para el cine de Hollywood: El arreglo de la música de Mendelssohn para la versión de Sueño de una noche de verano no prometía mucho, pero sirvió para que la Warner Brothers le ofreciera entonces crear partituras originales: 2 películas anuales y uno de los músicos mejor pagados de su tiempo.
Captain Blood, Anthony Adverse (que le ganó su primer Oscar), Otro amanecer, El príncipe y el mendigo, Las aventuras de Robin Hood, Juárez (con Paul Muni y Bette Davis). Elisabeth and Essex, Sea Hawks, Sea Wolf, Abismo de Pasión (Kings Row, en la que figuraba, en un papel menor, el grandioso actor Ronald Reagan), La ninfa constante y Servidumbre humana. Mencionar más títulos sería inacabable; en todas ellas, actuaban los principales actores de la época.
El “sonido Hollywood” había nacido y fue creado por Korngold: su toque vienés y húngaro, canciones americanas –aun sin jazz- y cierta modernidad tonal. Su música vienesa, ligeramente adaptada. En el cine usaba temas de sus obras clásicas; cuando hizo nuevas obras clásicas, usó los temas del cine. En general, Korngold creó la mejor música para cine de la primera mitad del siglo, junto con la de Miklos Rosza y la de Bernard Hermann.
Pero cuando, al final de su vida quiso ser de nuevo un compositor clásico, no pudo lograrlo. Su nombre como compositor ya nadie lo recordaba, ni en Estados Unidos ni en Europa. En Europa su mundo había desaparecido. Y por si fuera poco, lo perseguía el estigma de ser un compositor del cine. Leamos a Korngold: “He tenido 3 etapas: El niño prodigio – El compositor de ópera en Europa – El compositor de cine en E.U. Tendría que definir qué quiero, pero seguiré en el cine… para poder comer”
La Sinfonía en fa sostenido op. 40, que será interpretada por la OFUNAM en su Programa 9, programa de Clausura de su Segunda Temporada 2018 el próximo 23 y 24 de junio, fue estrenada en 1949 y fue recibida con grandes elogios por varios de los grandes directores de la época que la escucharon (Mitropoulos y B. Walter, por ejemplo). Pero no se volvió a tocar.
La sinfonía (en esencia una “segunda sinfonía” pues en su juventud compuso una Sinfonietta que sólo lo es en nombre por su ambicioso concepto y extensión, así como por sus grandes temas y orquestación) transmite toda esa problemática existencial, pasando de la resignación a la desesperación y a una esperanza optimista. Tal vez su Primer Movimiento contenga la música más moderna que Korngold compuso, disonante, pero con una intensidad rítmica muy marcada por una gran batería de percusiones. El Scherzo es nada menos que una especie de ligera tarantela con pequeños interludios reposados y para el Tercero, momento central de la Sinfonía, tenemos un gran Adagio, con toque de marcha fúnebre y con todo el gran estilo bruckneriano y mahleriano. Es, en efecto, una despedida al mundo que dejó atrás. El movimiento final, muy variado y episódico, parece salido de uno de los numerosos temas que escribió para el cine de espadachines y piratas.
Fuente: OFUNAM
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