La Bohème

La bohème de Puccini ha sido interpretada, grabada y adaptada en innumerables ocasiones por los más diversos cantantes, directores de orquesta y escenógrafos, con los más diversos resultados.

Por Música en México Última Modificación febrero 5, 2023

Entre 1845 y 1849, el escritor francés Henri Murger (1822-1861) publicó por entregas en Le Corsaire Scènes de la vie de bohème, obra autobiográfica que conoció gran popularidad y cuya versión teatral, La vie de bohème, fue elaborada por el propio autor y el poeta Théodore Barrière (1823-1877), que la estrenaron —también con rotundo éxito— en el Théâtre des Variétés de París en noviembre de 1849. Casi medio siglo más tarde, los libretistas italianos Giuseppe Giacosa (1847-1906) y Luigi Illica (1857-1919) unieron y simplificaron los distintos episodios del folletín costumbrista de Murger para dar forma al libreto de La bohème, ópera en cuatro actos con música de Giacomo Puccini (1858-1924) cuyo estreno tuvo lugar en el Teatro Regio de Turín el 1 de febrero de 1896, bajo la dirección de Arturo Toscanini (1867-1957). Menos sentimental y más fiel al texto de Murger, al año siguiente el compositor Ruggero Leoncavallo estrenó en el Teatro la Fenice de Venecia su propia versión de La bohème, con libreto de él mismo. Desafortunadamente, su obra no tuvo éxito y cayó en el olvido, mientras que la ópera de Puccini —que al principio fue recibida con cierta frialdad por el público y la crítica— se fue convirtiendo con el tiempo no solo en una de las óperas más representadas a nivel internacional, sino en una de las favoritas del público conocedor, siempre dispuesto a conmoverse con las dichas y desdichas de ese inolvidable grupo de bohemios formado por el poeta Rodolfo, el pintor Marcello, el filósofo Colline, el músico Schaunard y la coqueta cantante Musetta, además de —por qué no— derramar una furtiva lágrima con el trágico amor entre la costurera Mimí y Rodolfo.

La bohème de Puccini ha sido interpretada, grabada y adaptada en innumerables ocasiones por los más diversos cantantes, directores de orquesta y escenógrafos, con los más diversos resultados. Ahí tenemos, por ejemplo, la ya clásica producción de Franco Zeffirelli para el Met de Nueva York, o la magnífica grabación hecha en 1972 por Herbert von Karajan y la Orquesta Filarmónica de Berlín, con Mirella Freni y Luciano Pavarotti en los papeles estelares, e incluso la moderna adaptación hecha por el provocativo cineasta Baz Luhrmann en 1990 y el famoso musical de Broadway Rent (1996), basado libremente en la ópera de Puccini.

En el 2008, La bohème fue objeto de una espléndida adaptación cinematográfica por parte del cineasta rumano Robert Dornhelm (1947), quien cuenta en su haber con documentales como The Children of Theatre Street (1977) y Karajan: Or Beauty as I See It (2008), largometrajes como The Venice Project (1999) y series de televisión como Anne Frank: The Whole Story (2001), Guerra y paz (2007) y Vienna Blood (2019). Con esta [hasta el momento] su primera y única incursión en el género operístico, Dornhelm hace entrega de una hermosa y emotiva película que se apega fielmente al texto y la música de la obra de Puccini, pero sin limitar la acción al espacio escénico. Así, la cámara se erige eficazmente como espectadora omnisciente de la bohemia parisién decimonónica y narradora omnipresente de un melodramático romance condenado a la imposibilidad por causa de la pobreza. Para ello, el cineasta se apoya en la inteligente yuxtaposición de dinámicos diálogos musicales y profundos silencios visuales en los que ciertas imágenes ofrecidas como por casualidad son utilizadas más adelante en la historia como evocativos recuerdos.

Los soberbios decorados y vestuarios de esta producción de La bohème —cuyo rodaje se llevó a cabo en los estudios Rosenhügel de Viena, donde se recrearon a detalle las adoquinadas calles parisienses, el famoso Café Momus, la modesta habitación de Mimí y la destartalada buhardilla de Rodolfo— se apegan a una correcta ambientación de corte realista, pero la historia se desarrolla en un ambiente poco menos que onírico creado por medio de una elegantísima fotografía a color y en blanco y negro —cortesía de Walter Kindler, quien hace uso de una paleta abundante en colores grises y ocres para reflejar no solo la belleza y la inclemencia de los paisajes invernales (recordemos que el relato tiene lugar en vísperas de Navidad ) sino la sordidez de la miseria en que viven los personajes— y un acertado uso de elementos del lenguaje cinematográfico como la superposición de planos, paneos, travellings, fundidos a negro, un equilibrado uso de los encuadres, un sobrio uso del flashback e incluso la fragmentación de la pantalla (donde vemos al mismo tiempo lo que ocurre en un momento determinado y un acercamiento al rostro de uno de los protagonistas en un tiempo y un espacio distintos, como si se tratase de una exploración de sus emociones reales ante la acción que se muestra del otro lado) hasta llegar a un portentoso final en el que —literalmente— la cámara se convierte en el alma de Mimí, libre por fin de los sufrimientos terrenos.

El brillante reparto de este filme está encabezado por la soprano Anna Netrebko como Mimí y el tenor Rolando Villazón como Rodolfo. Ambos derrochan carisma en sus actuaciones y muestran una química escénica realmente electrizante, además de lucir una técnica vocal impecable (que resulta un poco demeritada por leves pero perceptibles errores de coordinación entre las voces y el movimiento de los labios. Y es que, como suele suceder en este tipo de películas, la ópera fue grabada previamente y después sincronizada con las imágenes). Completan el reparto la soprano Nicole Cabell como una encantadora y coqueta Musetta, el barítono George Von Bergen como Marcello (cantado por el barítono Boaz Daniel), el barítono Adrian Eröd como un inolvidable Schaunard (cantado por el barítono Stéphane Degout) y el bajo Vitalij Kowaljow como Colline, quienes logran transmitir una cálida camaradería que los hace aún más entrañables. El papel de Alcindoro (cantado por el bajo Tiziano Bracci) corre a cargo del barítono Ioan Holender, entonces director de la Opera Estatal de Viena. El Coro y la Orquesta Sinfónica de la Radio de Baviera son dirigidos con singular inspiración por el maestro Bertrand de Billy.

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