por Ricardo Rondón
La décima ópera de Gioacchino Rossini fue La Cenerentola, concebida un año después de Il Barbiere di Siviglia y estrenada en Roma en 1817. El libretto de Jacopo Ferretti es una muy libre adaptación del famoso cuento de Charles Perrault. Su popularidad se debe un tanto a la abundancia de excelentes voces de mezzo-soprano, que han sabido explotar los encantos y el lucimiento extraordinario que se requiere en la parte central. De hecho, no hay una parte fácil en la asignación de personajes. El argumento difiere del cuento tradicional y no incluye las campanadas de media noche, ni la zapatilla de cristal -se usa un brazalete que es funcional pero menos romántico. Pero la ópera incluye encantadores momentos románticos y su coloratura exige avances mucho más exigentes que los asignados a Rosina en el Barbero.
En la reciente transmisión en vivo, desde que tomó la batuta Fabio Luigi nos comunicó una total inmersión en esta muestra genial de Rossini, obteniendo sonidos embriagantes y deliciosos de la soberbia orquesta del Met. Los alientos y metales eran un placer especial y Luisi manejó tiempos rápidos, vitales y lógicos y siempre al servicio del compositor. Contaba con el elenco para hacerle justicia a sus ideas y aquí brilló la más bella de las estrellas y el trabajo de equipo. La producción de Cesare Lievi mostró una dirección escénica formidable, con una constante atención a los detalles y al gracioso ritmo en los movimientos. Aunque la escenografía de Maurizio Baló es básicamente fea, es funcional y tiene momentos en donde forma un marco atractivo para los eventos, que son muchos y a veces difíciles.
¡A los cantantes! Esta función marcó la despedida de Joyce Di Donato como Angelina, La Cenicienta. Di Donato ha cantado el rol en todo el mundo, ha realizado varias grabaciones y filmaciones y desea extender sus alas en un repertorio amplio y retador. Siendo una de las mejores voces que hemos escuchado en Rossini, fue una Cenerentola formidable, captando los desbordes y, en especial, la delicadeza femenina de la muchacha abusada por un padrastro que es un verdadero desgraciado. Vocalmente fue una maravilla de principio a fin y coronó su actuación con el famoso Rondó repleto de lo que es el mundo del bel canto pero declamado con emotividad y sinceridad. No se puede pedir más y Di Donato es hoy día una de nuestras cantantes favoritas. El tenor peruano Juan Diego Flórez también tiene amplia experiencia como Ramiro, el Príncipe de este cuento. Estaba en fabulosa voz comunicando los aspectos dulces y románticos y coronando el registro alto con agudos increíbles no solo por su tamaño y afinación sino por la forma expresiva en que cultiva esta parte de su voz. Nos dio un gran gusto saber que ha recuperado la salud después de una reciente enfermedad. Naturalmente tanto Di Donato como Flórez enloquecieron al público que abarrotaba la sala de espectáculos. Alessandro Corbelli nos dio un Don Magnífico con toda la experiencia de una gran carrera. La voz ya no es ideal pero no hay un solo detalle que se le escapa y canta con una honestidad envidiable. Como actor nos ofreció un viejo sucio, tramposo y cruel. El trato a la Cenicienta fue deplorable y hasta cuando pide perdón sabemos que no es sincero. Su dominio del idioma es otro “plus” en su actuación. Dandini, el valet, lo cantó brillantemente Pietro Spagnoli dándole voz, presencia y obvio sabor cómico al divertido personaje. Alidoro, que es algo como el ángel de la guarda de Cenicienta estuvo en manos del bajo cantante Luca Pisaroni, otro triunfador en la representación. Con tres italianos en papeles tan cruciales el sabor ideal vibró y nos hizo gozar cada momento. Las “hermanas feas”, Clorinda y Tisbe, estuvieron en las manos expertas de Patricia Risley y Rachelle Durkin, ambas brillantes. A pesar de que no dudamos que se hayan invertido muchas horas en los ensayos, todo fluyó con naturalidad y libre de tensiones y exageraciones. Fue un error el “pastelazo” del final pero no logró molestar nuestro muy positivo estado de ánimo y agradecimiento a un elenco que nos ha llevado al corazón de Rossini y una de sus creaciones más
bellas. Reunió la bondad y la simpatía aún con la presencia de tres villanos que hay que vigilar. ¡Todos nos
fuimos felices!
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