Con Johann Strauss padre (1804-1849) comienza la dinastía de los reyes de la opereta y el baile vienés. Fundó su propia orquesta que le dio a conocer más allá de la capital del Danubio. En su haber de compositor figuran innumerables valses, galopes, rigodones, polcas, marchas y cotillones, y hoy en día ningún concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena podría darse por concluido si no ha sonado su Marcha Radetzky.
El padre debió intuir muy pronto la competencia potencial que representaba su hijo Johann (1825-1899), pues no quería que su vástago se decidiera por la profesión musical. No lo pudo impedir, y así Johann Strauss hijo conquistó el mundo entero. Daba igual música de baile que opereta: era el maestro indiscutible de la música de entretenimiento, un permanente garante de las ideas musicales por excelencia, de encantos sin parangón y de ingenio chispeante. Incluso Johannes Brahms, un alemán del norte, sucumbió al encanto de su talento: “Por desgracia, no es de Brahms”, anotó una vez bajo el comienzo de El bello Danubio azul. Compuso más de una docena de operetas, entre ellas Die Fledermaus (El murciélago), El barón gitano, Sangre vienesa, y Una noche en Venecia . La obra completa de Johan Strauss el joven contiene valses, polcas, rigodones, marchas, todo aquello que en la Viena del siglo XIX hacía bailar.
Otros miembros de la familia que también fueron compositores y empresarios en el ámbito musical: Josef Strauss (1827-1870) y Eduard Strauss (1835-1916).
Fuente: Eckhardt van den Hoogen.
Comentarios