L’oca del Cairo, ossia Lo sposo deluso de W. A. Mozart

Don Pippo István KovácsCelidora Anikó BakonyiCalandrino Gergely BiriLionetto János SzerekovánLavina Zita VáradiBiondello Péter BalczóAuretta Bori KeszeiChichibio Máté Fülep Ópera Estatal de Hungría Música Wolfgang Amadeus […]

Por Música en México Última Modificación junio 24, 2019

Don Pippo István Kovács
Celidora Anikó Bakonyi
Calandrino Gergely Biri
Lionetto János Szerekován
Lavina Zita Váradi
Biondello Péter Balczó
Auretta Bori Keszei
Chichibio Máté Fülep

Ópera Estatal de Hungría

Música Wolfgang Amadeus Mozart
Libreto Lorenzo Da Ponte / Giovanni Battista Varesco
Concertador Pál Németh
Escena Atila Toronykőy
Escenografía Katalin Juhász
Vestuario Katalin Juhász
Dir. de Coro Gábor Csiki
Dramaturgia Judit Kenesey

En los años posteriores a la composición de El rapto en el serrallo, en 1782, Mozart estaba apostando al género de la ópera cómica. “He revisado cien libretos, y más”, escribió a su padre en Salzburgo, “pero no he podido encontrar ni uno con el que esté satisfecho”.

“Lo más importante es el elemento cómico, conozco el humor de los vieneses”,

Escribió Mozart a uno de sus potenciales libretistas, mientras buscaba un nuevo libreto para su ópera. El fruto de este trabajo fue La oca del Cairo, un proyecto abortivo como ninguno en su carrera. Tal vez, producto de la desesperación, Mozart estuvo dispuesto a colaborar en una ópera cómica con Abbate Varesco, el libretista de Idomeno, quien, según admitió el genio, no tenía el más mínimo conocimiento o experiencia en el teatro. Luego de seis meses de intentos frustrados, Mozart reconoció finalmente que el esfuerzo era inútil. La historia de un viejo marqués que compromete a su hija con un hombre que no le gusta, y la mantiene encerrada en una torre desde la que el verdadero amor la rescataría con ayuda de un ganso gigante mecánico era insostenible.

En una carta escrita después de su regreso a Viena, Mozart mencionó que él y Varesco discutieron la ópera en persona. Varesco se puso a trabajar de inmediato y le entregó un borrador del libreto del primer acto. De los ocho números que sobreviven, principalmente en forma de bocetos del inicio de la ópera, algunos fueron escritos en Salzburgo, y otros en el viaje de regreso a casa. El final fue bosquejado en Viena en diciembre. Para entonces, Mozart tenía serias dudas sobre el ganso mecánico: “La única razón para no objetar todo este asunto”, le dijo a su padre, “fue que dos personas de mayor juicio que yo no tenían ninguna objeción al respecto, que son tú y Varesco.

Mozart debió darse cuenta desde antes de que Abbate era incapaz de crear una comedia con personajes y situaciones que fueran incluso remotamente realistas. Más tarde, cuando descubrió que Varesco había escrito en el margen del Acto II que “la música de la cavatina anterior servirá para esto”, Mozart finalmente perdió la calma. “Eso no se lo permito. En la cavatina de Celidora las palabras son desconsoladas y deprimentes, mientras que en Lavina son reconfortantes y llenas de esperanza. Además, para un cantante repetir la canción de otro es completamente obsoleto. […] La audiencia difícilmente podría tolerar la misma aria de la segunda cantante.”

A pesar de todo Mozart tolera esta situación –la carta está llena de críticas constructivas para mejorar el libreto–. Sin embargo, la siguiente misiva revela que La oca del Cairo había sido dejada de lado. Mozart tuvo que centrarse en otros trabajos para atraer dinero más rápido. En ese momento, el ganso estaba verdaderamente cocinado, y nada más se supo de él.

Otra ópera inconclusa, El esposo engañado, probablemente data de la misma época. El libreto fue mencionado por Mozart en una carta: “Un poeta italiano” me trajo un texto, que tal vez “adoptaré si está de acuerdo en ajustarlo y adaptarlo a mi gusto”, escribió. A menudo se asume que el poeta es el mismo Da Ponte.

Aunque ninguno de los dos intentos llegó a ninguna parte, no fue un esfuerzo inútil. Escribir los fragmentos proporcionó a Mozart una experiencia útil para adquirir el dominio del estilo contemporáneo de la ópera buffa, infundido con su propia voz inimitable. Esto es obvio en la final de La oca del Cairo, que está compuesta con todo detalle, en la que los roles se delinean aún más a través de una caracterización musical distinta. Este fue el preludio de las grandes óperas Da Ponte de Mozart: Le nozze di Figaro, Don Giovanni y Così fan tutte.

A Szilveszter Ókovács, Director General de la Ópera Estatal de Hungría, se le ocurrió hace 25 años la idea de combinar estas dos obras inconclusas en un todo unificado. Con la ayuda del director de orquesta Pál Németh y el director de escena Attila Toronykőy, entre otros, esa idea ahora ha llegado a buen término en el flamante escenario Bánffy en los Estudios de Arte Eiffel en Budapest.

Fuente: Opera Vision

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