Por José Antonio Palafox
Después de la problemática puesta en escena de Tosca el pasado 27 de enero, el Met de Nueva York volvió a brillar con su nivel acostumbrado en El elixir de amor, de Gaetano Donizetti. Esta obra maestra del bel canto fue transmitida en vivo el 10 de febrero en el Auditorio Nacional, ante una nutrida asistencia que no se dejó amilanar por las amenazas de un clima áspero con tal de disfrutar de las vicisitudes del inocente Nemorino en su lucha por conquistar el amor de la caprichosa Adina.
El reparto estuvo encabezado por la joven soprano sudafricana Pretty Yende, en su debut como la veleidosa Adina. Su voz, ágil y ligera, es ideal para este papel (y para otros del repertorio belcantista), como demostró al sostener su vibrato y extender de la manera más limpia y natural los agudos de su registro en las pocas pero complejas florituras exigidas por la partitura. También su desempeño escénico resultó notable, haciendo disfrutables los coquetos gestos despectivos con que tortura al pobre Nemorino y después los mohines y rabietas que hace cuando ve que su ferviente enamorado ya ni se fija en ella.
A su vez, el papel del atolondrado Nemorino corrió a cargo del tenor estadounidense Matthew Polenzani, quien ya había dado de qué hablar al público del Met en el 2013 con este mismo protagónico. Su voz es dulce y cristalina, y si bien es cierto que no alcanza las magnitudes colosales de un Luciano Pavarotti o de un Giuseppe di Stefano, sí posee una calidez tonal capaz de crear empatía entre el espectador y el personaje. Además, su simpática presencia hizo aún más convincente la sinceridad de sus sentimientos, más dolorosa su impotencia ante un entorno que no lo baja de tonto y más graciosos sus tumbos y desvaríos cuando empieza a sentir los efectos de la milagrosa pócima. Uno de los momentos más bellos de El elixir de amor es cuando Adina y Nemorino cantan Chiedi all’aura lusinghiera, y en esta ocasión la notable química existente entre Pretty Yende y Matthew Polenzani lo hizo doblemente disfrutable. Por supuesto, el momento más esperado por todos es cuando Nemorino canta la hermosa Una furtiva lagrima, una de las arias más interpretadas y grabadas a lo largo y ancho de la historia de la ópera. Todo tenor que se respete debe cantarla en algún momento de su carrera, y muchos han entregado versiones realmente impresionantes. Matthew Polenzani no se quedó atrás y —con un delicado y melancólico acompañamiento orquestal— ofreció una verdadera creación personal en la que incluso se tomó su tiempo para dar un brillante efecto dramático a las últimas frases. Al final, el público reconoció con una gran ovación esta magnífica interpretación digna de permanecer en la memoria.
Gaetano Donizetti: Una furtiva lagrima (El elixir de amor) / Matthew Polenzani (Nemorino) y la Orquesta del Met, dirige Domingo Hindoyan
Por su parte, el presuntuoso sargento Belcore, rival de amores de Nemorino, fue cantado de inspirada manera por el barítono italiano Davide Luciano, quien supo dar el toque exacto de donaire, descaro y pedantería al personaje sin caer en la burda caricatura. Y qué decir de Dulcamara: el gran médico doctor enciclopédico, que en realidad no es más que un charlatán de feria ataviado de la manera más extravagante posible, fue soberbiamente interpretado por el carismático bajo-barítono italiano Ildebrando D’Arcangelo, quien mostró un absoluto dominio no solo de sus pasos de baile, sino también de su cálida y poderosa voz en los momentos en que desgranaba con asombrosa agilidad los torrentes de palabras con que pregona su famoso elixir.
La dirección musical corrió a cargo del maestro Domingo Hindoyan, uno de los talentos surgidos de El Sistema venezolano, en su debut con la orquesta del Met. La meticulosa lectura que hizo de la partitura de Donizetti desbordó vigor, destreza y un sabio equilibrio, realzando brillantemente los momentos de lucimiento instrumental para retirarse a un discreto segundo plano en los momentos de lucimiento vocal.
Mención aparte merece el coro del Met, que —muy bien dirigido y mejor distribuido en el escenario en los pasajes colectivos— hizo entrega de momentos deliciosos, como cuando todos los aldeanos se amontonan alrededor de la carroza de Dulcamara extendiendo las manos para comprar una botella del maravilloso brebaje, o como cuando todas las mujeres del pueblo empiezan a perseguir a un atónito Nemorino para convertirse en las dueñas de su fortuna, perdón, de su corazón.
Por último, la producción de Bartlett Sher (que es ya una de las clásicas del Met) es una agradable propuesta visual que apuesta por sencillos escenarios campestres, vistosos vestuarios de época y una espléndida iluminación.
Al final, los rostros complacidos del público fueron la mejor muestra de que valió la pena desafiar al mal tiempo, porque su amenaza solo quedó en eso, mientras que el efecto que tuvo El elixir de amor que nos ofreció el Met en esta ocasión difícilmente podrá olvidarse.
Gaetano Donizetti: Quanto amore (El elixir de amor) / Pretty Yende (Adina), Ildebrando D’Arcangelo (Dulcamara) y la Orquesta del Met, dirige Domingo Hindoyan
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