Por Ricardo Rondón
Giuseppe Verdi logró en Macbeth un drama obscuro, con rincones de maldad, paisajes turbulentos en donde aparentemente el sol no se asoma y una lucha sangrienta por el poder Es la partitura más atrevida y experimental de la etapa joven del compositor. Muchas funciones distinguidas en el S.XX colocaron la pieza en el repertorio y la mayoría incluyó todas las revisiones realizadas posteriores al estreno de 1847 en el Teatro Alla Pergola de Florencia. Francesco Maria Piave basó su libretto en William Shakespeare, a quien Verdi admiraba sin límites y que lo inspiró además para Otello y Falstaff, sus obras maestras.
La nieva producción de Adrian Noble maneja bien la acción y aunque no hubo intermedio entre el primer acto y el segundo, que fueron casi dos horas, el desarrollo dramático estuvo bien manejado salvo el final del Tercer Acto en donde Lady Macbeth seduce a su marido Macbeth haciéndole el amor en pleno campo de batalla. ¡No solo se vio incomodo sino absurdo!.
Musicalmente, salvo una grave excepción, fue una función notable. Anna Netrebko ha estado cultivando ahora al Verdi maduro. Cantó Leonora en Il Trovatore en Berlín con éxito y ahora levanta el guante para este enorme reto que manejó brillantemente con total musicalidad y una técnica asombrosa. La voz siempre sonó fresca, potente y expresiva, desde los finos pianissimi a los sobreagudos que parecían no intimidar a la soprano, hoy día la gran favorita del Met. Todas sus arias pararon la función por los aplausos y la triste escena del Sonambulismo en donde la Lady trata de lavar las manchas de sangre de sus aposentos fue conmovedora y penosa, producto de una total pérdida de la razón. La entrega del público fue impresionante. René Pape canto Banquo con dignidad y rica sonoridad. El role es corto pero importante. Macduff estuvo en manos de Joseph Calleja, que le dio emotividad y dolor a su gran escena Ah! La paterna mano en donde mantuvo buena línea y hermoso timbre. Ya no se siente ese vibrato rápido en su voz que plagaba sus actuaciones siendo más joven. El problema grave fue haberle asignado a Zeljko Lucic el role de Macbeth. Hemos hablado bien de él en el pasado y esperábamos una interpretación vocal y dramática convincentes. Se percibió incomodidad en la tesitura y momentos en donde ya no podía dar más y vino la desafinación y la pérdida de la línea, indispensable en los barítonos verdiamos. Además, la voz ha perdido riqueza y redondez. Es reprobable que no haya sido sustituido, pero en esta época de escasez de barítonos no se nos ocurre uno solo y hay varios que siguen cantando esperando que Wotan los perfore con su rayo. Dramáticamente nos dio Lucic un personaje cobarde, totalmente dominado por su esposa que busca la corona al precio que sea. Simplemente como información: los dos mueren en el cuarto acto.
Al lado de Netrebko, el otro gran triunfador de la noche fue el director musical Fabio Luisi cuya lectura fue espléndida, llena de fuerza, drama y matices y que jamás se recargó en las vulgaridades de otros “Maestros”(¿?). Luisi es el mejor director verdiano en la actualidad y así lo sintió el auditorio que llenaba el Met. La Orquesta del Metropolitan Opera y los Coros estuvieron en su mejor forma o sea inmejorables. Su nivel contribuyó intensamente a que pudiéramos integrarnos a la acción y gozar esta música. Ya nos estamos imaginando a Netrebko en tres nuevas asignaciones: y podíamos apostar que el Met también. Está lista para las dos Leonoras (Trovador y Fuerza del Destino), seguramente Aïda y nos encantaría verla y escucharla en El Tríptico de Puccini. Su versatilidad es impresionante y cada una de sus actuaciones ha sido una gran experiencia.
El 18 de octubre toca turno Le Nozze di Figaro de Mozart con James Levine dirigiendo un elenco básicamente joven.
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