Los grandes éxitos del teatro de revista (III)

Fieles a su tradición de la parodia muchas veces grotesca, las diferentes compañías de revistas se dieron a imitar y a competir entre sí

Por Música en México Última Modificación abril 24, 2022

Fieles a su tradición de la parodia muchas veces grotesca, las diferentes compañías de revistas se dieron a imitar y a competir entre sí, empezando por los títulos de las obras. Si en noviembre de 1919 aparecían Las musas latinas en el Teatro Iris. De inmediato surgían unas Musas del país en el lírico con la compañía de Lupe Rivas cacho. Si en 1925 una compañía francesa presentaba El bataclán, de inmediato aparecía el Mexicanrataplán y La rataplanomanía con la Compañía de Grandes Revistas Mexicanas con Delia Magaña, Lupe Vélez, Celia Montalbán y Roberto Soto.

Tres fueron los grandes géneros de canciones que prevalecieron en la revista: el naciente género campirano, el género romántico y el género regional; este último pretendía ser del más puro estilo.

Las revistas que utilizaban canciones del estilo ranchero se iniciaron con México lindo y Del rancho a la capital, cuya estructura prefiguraba la productiva y popular comedia ranchera del cine mexicano. El estilo tuvo su apogeo con el estilo neobravío de lucha Reyes y célebres revistas como Rayando el Sol de la Compañía de Revistas Soto, un verdadero taquillazo que aparte de inspirar a la famosísima película, tuvo el honor de permanecer varios meses del año 1937 en el Palacio de Bellas Artes con el teatro lleno. Gran parte del interés por la música regional que surgió en los años veinte en México se debió al teatro de revista. Como precursor en la práctica de este género arrancherado, el trío femenino Garnica-Asencio fue el grupo de intérpretes más famoso en 1927. Su estilo relacionado con un idealizado género campirano fue adaptándose a todo tipo de canciones. La producción del Lírico del año 1927, Ësta es mi tierra, las presentaba dominando y conociendo todas las canciones y estilos de los diferentes estados del país.

En 1920 se presentó Los efectos de la sandunga en el Teatro Colón. La capital se hallaba predispuesta para las expresiones folclóricas de los diferentes estados; en 1920 se presentó la compañía regional de Héctor Herrera con los trovadores yucatecos y poco después llegó una compañía de revistas jaliscienses. Todo este cruce de influencias más el conocimiento y confrontación de los diferentes estilos, dio como resultado un verdadero apogeo de la creación de canciones populares. En los años 1927 y 1928 tuvieron significación trascendental para la canción mexicana. El año 1927 se realizó un concurso y feria de la canción mexicana organizado por el Teatro Lírico. Dicho concurso, al propiciar la idea de qué el público fuese el propio jurado, creó los primeros ratings de popularidad; de esa manera y como ganadora del concurso, la canción Nunca de Guty Cárdenas surgió a la fama. En 1928 se llevó a cabo la inauguración del Teatro Politeama con la compañía de revistas Ortega y Prida. Sus famosas funciones propiciaron la aparición de un numeroso grupo de compositores que venía a sumarse al establishment de la revista formado por Emilio y Lauro D. Uranga, Fernando Ruiz, el “Muerto” Palacios, Leopoldo Beristáin, Manuel Castro Padilla, Mario Ruiz y Eduardo Vigil y Robles.

Esta nueva generación del año 1927 representa a las nuevas sensibilidad, más cercana al concepto de una canción totalmente independiente del espectáculo. El hecho de qué sus canciones se cantasen en alguna revista, venía ser enteramente circunstancial, aunque primordial para la difusión y popularización inmediata de sus creaciones; María Greever, Jorge del Moral, Espinosa de los Monteros, Guty Cárdenas, Agustín Lara, Lorenzo Barcelata, Salvador Quirós, Ricardo Palmerin y Joaquín Pardavé fueron algunos de los protagonistas de esta época de oro de la canción mexicana.

El Teatropoliteama lanzaba revista de revista en una serie de exitosas temporadas y fue ahí donde se dieron a conocer un sin número de intérpretes que también eran portadores de nuevos estilos: el trío Garnica-Asencio, Delia Magaña, el dueto de Felipe Llera y Lupe Irigoyen “la pareja cancionista más legítima del arte mexicano”, Lucha Reyes, el tenor Pedro Vargas, quien estrenó buena parte de las canciones de influencia española de Agustín Lara (Granada, Sevilla, Valencia, Cuerdas de mi guitarra, Clavel sevillano), Lupe Vélez, Ramón Armengot, Néstor Mesta Chaires, Guty Cárdenas y Antonia Peregrino (“Toña la Negra”).

Durante los años treinta, el ambiente continúa siendo más o menos el mismo, con algunas novedades proporcionadas por la presencia de algunos grupos visitantes que venían a conquistar lauros a la metrópoli. En 1931 se presentó en el Teatro Trianón Palace una compañía de zarzuela yucateca, que traía en su repertorio primordialmente las obras de los autores peninsulares que en esos momentos gozaban de gran popularidad en la capital.

En 1935 Joaquín Pardave fundó una compañía de revistas que de inmediato se convirtió en una de las más activas y de más rico repertorio. En 1936, se fundó un nuevo escenario, El Foilles Bergere, mismo sitio donde antes se levantaba el Teatro Garibaldi. El Foilles fue determinante en la aparición de toda una larga tradición de cómicos de carpa convertidos en sketchistas y críticos de costumbres como Medel, Juan Chico “Chicote”, “Don Catarino”, “Cantinflas”, Elsa Berumen, y “Schillinsky” y el “Chino” Herrera. Semana a semana el público acudía ahora a escuchar las “puntadas” del cómico en turno y de paso también alguna de las canciones de última moda. En 1938 el final ya sólo se anunciaba como “Variedades con Cantinflas”.

En los años cuarenta surgen algunos nuevos teatros. El Salón Colonial con una nueva compañía de revistas y atracciones, el nuevo Teatro Apolo (1941) con una compañía de burlesque y el célebre Tívoli (1946), cuyo primer director musical fue el músico yucateco Armando González y que inauguró con una compañía de revistas de Rosita Fornés y Manuel Medel. Pero en lo general, podría afirmarse que no existió una evolución notable: siguieron apareciendo los viejos nombres ya consagrados como don Lauro Uranga, “Toña la Negra” y Agustín Lara y, en ocasiones, reposiciones de antiquísimos éxitos como la revista Chin chun chan.

Dos electrizantes apariciones dieron nueva vida al agotado panorama del teatro de revista; la bailarina Yolanda Montes, mejor conocida por “Tongolele”, quien fuera hasta su debut en julio de 1948 en el Tívoli una corista desconocida del cabaret El Foco Verde. Gracias a ella, los llenos y la popularidad del show fueron escandalosos, aunque Tongolele sólo ganaba $75 semanales. Pronto, la empresa del Follies logró arrebatarla al Tívoli que tuvo que conformarse con la presencia de la ombliguista importada “Kalantán”. En 1946, hizo su aparición la cantante María Victoria; su ingenua presencia sensual y su voz mexicana mexicanamente sexy, hicieron el milagro de arrastrar multitudes al teatro de revista para escuchar Soy feliz de Bruno Tarraza en el Teatro Margo.

Durante los años 1949 y 1950 el Teatro Margo sirvió como vehículo introductor del mambo del cubano Pérez Prado, y durante años tuvo que conservar mambos en su cartelera. También por aquellos años, Pedro Infante y Jorge Negrete aparecieron en la cartelera del teatro lírico, pero cuando ya ambos eran actores famosos de la pantalla.

Los años sesenta marcaron la decadencia definitiva del teatro de revista; el Tívoli se convirtió en un teatro sólo para adultos, por su predilección por el burlesque grueso a la mexicana. El verdadero teatro de revista, en su concepción tradicional, pasó a ser cosa del pasado.

Fuente: Moreno Rivas, Yolanda. Historia de la música popular mexicana, Alianza Editorial Mexicana, 1979.

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