Fue apodado “el Mozart español” pero nunca se dio cuenta de su potencial, su vida se truncó al final de su adolescencia.
Nacido como Juan Crisóstomo Jacobo Antonio e Arriaga, nació en Bilbao, España, en 1806. Increíblemente, a su prematura muerte en París, ya había escrito una ópera llamada “El esclavo feliz” y la había representado con éxito a la edad de catorce años.
Según todos los informes, era una maravilla con el violín y su padre lo envió al Conservatorio de París e incluyó el estudio de composición. A los dieciocho estaba contratado en el Conservatorio como profesor asistente.
Arriaga murió al año siguiente,1826, de tuberculosis, dejando unas veinticinco obras entre las que se encuentran una sinfonía, un stabat mater, tres cuartetos de cuerda, el primero de los cuales escribió a los nueve años, y otras músicas de cámara y orquesta.
Arriaga: Sinfonía en re mayor
Tampoco tuvo reparos en incursionar en instrumentación desconocida: compuso una de sus obras de cámara para la colección desconocida de cuarteto de cuerda, trompeta, guitarra, contrabajo y piano. Estilísticamente incorpora un toque español en el mundo de transición entre los períodos clásico y romántico, música encantadora y elegante para los salones y salas de música de la época.
Arriaga, un talento cruelmente truncado, probablemente continuaría componiendo al mismo ritmo, a una velocidad tal vez rival de Schubert. Cuando piensas en lo enfermo que debe haber estado, es asombroso que nos hayamos quedado con todo lo que tenemos.
Fuente: spinditty.com
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