Vivimos la época de oro de las grabaciones de la música de concierto mexicana, afirma el musicólogo Eduardo Contreras Soto, autor de una importante y detallada investigación sobre la historia de esa actividad en el país.
Trabajo, el anterior, que dio pie al libro La tradición grabada: las primeras grabaciones de la música de concierto mexicana, editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, hoy Secretaría de Cultura, y el Instituto Nacional de Bellas Artes, que fue presentado hace unos días.
Ha habido dos momentos estelares en la grabación de la música mexicana de concierto, pero si me preguntaran cuál es la época de oro yo diría que es ahora, porque ahora tenemos todos los recursos técnicos al alcance y cualquier persona, con pocos recursos técnicos, puede lograr resultados de gran calidad, por el nivel de la tecnología misma y la flexibilidad con la que ésta se mueve, explica el especialista en entrevista.
“Más allá de que el presente sea el mejor momento para ello, creo que los momentos en que Carlos Chávez tuvo en su control las posibilidades de hacer grabaciones (en 1938 y 1948) –las cuales tienen gran valor musical e histórico hoy– o la serie Concertistas de Musart de los años 50 y 60 del siglo pasado o el tipo de trabajo que hicieron en los años 70 y 80 empresas trasnacionales en México como RCA o EMI serían para mí los momentos estelares en la historia de la grabación, y de eso hablo en mi libro.”
Material accesible
De acuerdo con el musicólogo, adscrito al Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Musical Carlos Chávez, estos registros sonoros han desempeñado un papel crucial en cuanto a la preservación y la difusión de ese repertorio; en muchos casos es la única fuente que tiene cualquier oyente pasa saber que existe este género en el país.
En el libro sustenta que por escasa que pueda parecer o por difícil que sea su adquisición, se trata de un material al cual se puede tener acceso, y afirma que en México existe un corpus de grabaciones que no cualquier país puede presumir de tener sobre su repertorio de concierto.
La investigación del especialista comienza en 1930 y concluye a finales de la década de los años 80. En ese lapso puede conocerse cómo se fue forjando una tradición en torno del registro fonográfico de la música de concierto mexicana.
Contreras Soto admite la dificultad para precisar cuándo se estableció formalmente la grabación de este repertorio en el país, debido a que mucho de lo que llamaríamos música de concierto hoy día en cierta época se confundía con otros géneros.
Desde que hay grabaciones en general en el mundo, las hay también de música mexicana. Sólo que algunas serán tomadas en la actualidad como música de salón, popular o música teatral, comenta.
“En realidad se trata de una frontera imprecisa. Más bien a partir de los años 30 del siglo XX empieza a definirse lo que llamamos música de concierto. Por eso tomo ese año como punto de partida, que fue cuando se grabó por primera vez el Preludio a Colón, de Julián Carrillo, y lo sigo hasta los años 90, cuando desaparece la tecnología del elepé o pasa a segundo plano, porque entra el mundo de la tecnología digital y cambia la manera de escuchar y producir música.”
Fuente: Ángel Vargas para La Jornada
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