Las primeras composiciones de Janácek pertenecen al mundo de sus compatriotas checos Dvorák y Smetana. Pero en su madurez, a partir de su ópera Jenufa, desarrolló un estilo muy individual. Sus obras se construyen sobre pequeños brotes melódicos, fuertemente rítmicos, como expresiones vocales que se derivan de su fascinación por los ritmos de la expresión hablada. Anotó en múltiples cuadernos las frases que escuchaba en ciudades y pueblos, particularizando el ambiente en que se expresaron. Los fragmentos melódicos pasan por cambios repentinos en tonalidad y carácter que van conduciendo a un fuerte climax emotivo de manera sencilla pero inusual. Su lenguaje armónico no es notoriamente innovador pero lo que es diferente son los espacios y la yuxtaposición de acordes. Su orquestación es igualmente llamativa y original, a veces dura y cruda pero invariablemente acertada, eficaz y bella. Le gustaba utilizar los instrumentos al límite extremo de su rango de sonido. Desde los años cincuenta, las óperas de Janácek (al igual que su música de cámara, coral y para piano) se han mantenido firme su presencia en los principales escenarios y salas de conciertos del mundo. El horizonte emotivo de sus óperas es universal: los celos, el odio, el amor, la culpa se exploran en Jenufa y Káta Kábanova; la naturaleza y el eterno ciclo de las estaciones en La zorrita astuta; la sátira en Las excursiones del Sr. Broucek; la cruda realidad en El caso Makropulos y la extraordinaria De la casa de los muertos y, sin embargo, en todas estas óperas – de muy distinto tono y temática – el elemento principal es una fe inquebrantable en la humanidad aferrada a la vida.
Suite para orquesta de cuerdas
Misa Glagolítica Mass – 3. Slava (Gloria)
Cuarteto de cuerdas no. 2 “Cartas íntimas”
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