La chacona fue primitivamente una danza popular española cuyo verdadero origen es dudoso pero probablemente americano (“vino de las Indias”, según un poema de Lope de Vega). Su nombre español bien podría ser una deformación de la palabra vasca, “chacuna” (bonita), o de la palabra francesa “chanson” (convertida en “chacon”, producto de una serie de lecturas equivocadas de manuscritos).
La chacona apareció en España al final del siglo XVI: danza en tres tiempos, animada, licenciosa, asociada en numerosos textos a otra danza licenciosa, la sarabanda. En La ilustre Fregona, Cervantes nos da una sabrosa descripción de una chacona, bailada por doce lacayos y sirvientas mientras que un muletero canta coplas y refranes acompañado por castañuelas.
Esta alegre danza popular cantada fue introducida en Francia al principio del siglo XVII: se convirtió en una danza de la corte adquiriendo un tono más bien grave. Lully introdujo chaconas al final de sus óperas (chaconas vivaces el estilo original) y más tarde Gluck hizo lo mismo al final de su Orfeo y Euridice.
En la música instrumental, la chacona apareció primero en Italia (Monteverdi y Frescobaldi), después en Francia entre 1615 y 1630: se alejó más y más de su origen y tomó la forma de una serie de variaciones sobre una base de cuatro a ocho compases (“bajo ostinato” u “ostinato”), tanto a dos tiempos como a tres, parecida a una pasacalle.
La antigua chacona popular sobrevivió solamente en Nápoles hasta la mitad del siglo XVIII, bajo el nombre de ciccone y más tarde suplantada por la tarantela.
Referencias: Purcell, El rey Arturo, gran chacona final; Louis Couperin, Chaconne; Buxtehude, Chaconas para órgano; Bach, Sonata o Partita para violín solo en re menor; Handel, Concierto no. 11 para órgano en sol menor (2º. Movimiento); Rameau, Dardanus (final); Gluck, Orfeo…(final).
Fuente: Roland de Candé, Dictionnaire de la musique, Seuil, París, 1997.
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