Ofunam: 3 obras excepcionales

El penúltimo programa de la Tercera Temporada 2018 de la OFUNAM ofrecerá tres obras excepcionales: el estreno en la Ciudad de México del – hasta […]

Por Música en México Última Modificación diciembre 8, 2018

El penúltimo programa de la Tercera Temporada 2018 de la OFUNAM ofrecerá tres obras excepcionales: el estreno en la Ciudad de México del – hasta hace poco – desconocido  Canto fúnebre de Igor Stravinski; el estreno mundial de una obra coral de Mario Lavista, la Misa de Réquiem,  y otra composición casi inédita en México, la suite orquestal de La tragedia de Salomé de Florent Schmitt.

El primer Canto fúnebre de Igor Stravinski

Al morir en 1908 Nikolai Rimski-Korsakov, el gran maestro de Stravinski, el joven compositor creó esta pequeña obra (de unos 10 minutos) en homenaje a su mentor. Se tocó en una ocasión, fue publicada como su Opus 5, pero la partitura parece haberse extraviado, permaneciendo perdida, “oculta” u olvidada todo un siglo, hasta ser reencontrada en 2015.

Ese año, unos archivistas del Conservatorio de San Petersburgo encontraron casualmente las partes de orquesta de una obra sin identificar. La musicóloga rusa Natalia Braginskaya fue quien la reconoció como una obra de Stravinski y llegó a la conclusión de que se trataba del Canto Fúnebre que aquel había compuesto como homenaje a Rimski-Korsakov.

Después de su primera interpretación en enero de 1909, la obra sólo volvió a tocarse hasta después de su redescubrimiento, en diciembre de 2016, con la Orquesta Marinsky y, por supuesto, dirigida por Valery Gergiev. La obra se ha interpretado posteriormente en varias ocasiones -por ejemplo, existe ya un video con la Filarmónica de Berlín y Simon Rattle, aunque curiosamente la primera grabación que se realiza de esta obra le correspondió a Riccardo Chailly con la Orquesta.

Son pocos los países donde ya se ha interpretado esta obra. Ahora tocará el turno a la Ciudad de México de que sea tocada por primera vez y un gran honor para la OFUNAM.  La dirección de este estreno ha sido encomendada a Ronald Zollman, quien fuera director artístico de la OFUNAM y uno de los más queridos por el público.

Años después, para el propio Stravinski la obra era “lo mejor que había compuesto antes de El pájaro de fuego y la más avanzada en armonía cromática”.  Le dio una curiosa estructura en un movimiento, como si varios de los instrumentos principales de la orquesta pasaran ante la tumba del compositor fallecido dejando sobre ella la corona de su solo musical.

Siendo una obra del “primer Stravinski”, previa incluso a sus tres grandes ballets que le ganaron su  fama (El pájaro de fuego, Petrushka y La consagración de la primavera) será de un gran interés conocerla.

Un réquiem de Tlatelolco

Este programa de la OFUNAM tendrá como punto central -en un programa con tres puntos centrales – el estreno mundial de una obra coral excepcional. En estos tiempos es poco usual escuchar el estreno de obras de autores mexicanos en alguna de las grandes formas musicales, y menos aún en alguna coral como, en este caso,  la Misa de Réquiem de Mario Lavista.

Esta obra  representa una nueva incursión del compositor en el género sacro, en el que ha destacado en los últimos años por su innovación, profundidad y  afinidad musical y espiritual. Se trata también de un encargo para contribuir a la celebración que el mundo musical hace a Mario Lavista en su 75.° aniversario.

Lavista siempre ha tenido interés por la música coral, pero sólo en tiempos recientes se decidió a componer obras  corales, en las que, sin abandonar su característico lenguaje musical y sus armonías afines, crea una música cercana a la polifonía renacentista tan admirada por él.

El compositor ha afirmado en diversas ocasiones y medios que en las últimas décadas y después de ser la fuente originaria y la cuidadora de la gran música coral a través de los siglos, la iglesia católica fue abandonando el uso y encargo de este tipo de música para sustituirla con formas populares cada vez más simples y sin muchos valores musicales (“entre estudiantinas y guitarritas y cantantes desentonados, con textos simples sin un verdadero sentido místico”) por creer que con ello acercarían más a la Iglesia a los jóvenes y fieles del pueblo.

Por ello, el maestro Lavista ha intentado recuperar  ese espíritu religioso en las obras corales que ha compuesto recientemente (y eso que él mismo confiesa no ser, precisamente, un ferviente practicante religioso): Missa Brevis, Misa para Nuestra Señora del Consuelo, Stabat Mater y ahora la Misa de Réquiem.

La obra es un encargo de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM y de la Dirección General de Música de la UNAM con la intención de complementar la conmemoración de los trágicos hechos de octubre de 1968; incluso, en un principio, la obra se titularía Réquiem de Tlatelolco pero Lavista prefirió usar el título formal del género, Misa de Réquiem.

Para conservar su objetivo, Lavista usa el texto original del Requiem aeternam en latín, aunque no lo musicaliza en su totalidad, sino que extrae algunos de sus versos para crear una obra en varias secciones que, sin embargo, se interpretan en forma continua, con una duración promedio de unos 23 minutos.

Como en la tradición renacentista, Lavista comienza la obra con la Sequencia gregoriana en canto llano (Requiem aeternam dona eis Domine), antes de que inicie su verdadera musicalización del texto. La obra fue concebida para un coro de niños, una orquesta clásica con alientos a dos, aunque con tres de los metales habituales (cornos, trombones y trompetas), arpa, celesta, percusiones que incluyen campanas tubulares y un tambor militar, así como ese exótico gong llamado thaigong en el contexto percusivo en inglés); es decir, todo lo necesario para lograr una obra llena de sonoridades sugestivas y tan místicas como misteriosas.

En el final de la obra, además del regreso de la Secuencia gregoriana, y como una muestra de imaginación creativa, el compositor ofrece una emotiva sorpresa que no quisiéramos develar, que estará a cargo de dos trompetas con sordina y con un tema muy especial que aporta una alusión a lo militar, asociado a la matanza de Tlatelolco y que el compositor desea sugerir con la mayor sutileza.

Como bien describe Lavista, cuando se quiere conmemorar un hecho tan dramático y cruel como éste, nada más imponente y lógico que la música. “No hay mayor conmemoración del Holocausto judío de la Segunda Guerra Mundial, que la obra Un sobreviviente de Varsovia de Schönberg”. La música como el elemento más trascendental de las artes.

Sin duda, el estreno de la Misa de Réquiem de Mario Lavista será un acontecimiento conmovedor y uno de los momentos más significativos del año musical 2018 de la OFUNAM.

¡Oye, Salomé! Una Salomé francesa

“¡Dios, qué maravillosa! Es una de las mayores obras maestras de la música moderna”. El que se expresaba así era Igor Stravinski refiriéndose a La tragedia de Salomé de Florent Schmitt.

Cercano en estética al mundo de los impresionistas, como un Ravel más avanzado, Schmitt creó un lenguaje musical muy personal que lo acercaba mucho al Romanticismo más tradicional. Su obra más reconocida tal vez sea el ballet  La tragedia de Salomé que recrea la historia bíblica conocida, con un desarrollo argumental y un tratamiento del famoso personaje muy distante del que conocemos en la Salomé operística de Richard Strauss.

El ballet está compuesto para una pequeña orquesta de cámara (un quinteto de cuerdas, arpa, algunas percusiones y 10 instrumentos de alientos de madera y metales), porque así le fue exigido en el encargo de la obra debido al pequeño espacio que tendría el foso orquestal donde se estrenaría. Siendo un prodigioso colorista instrumental, Schmitt hizo maravillas con su instrumentación, logrando efectos sonoros sorprendentes. Después de las presentaciones del ballet, Schmitt preparó una suite de concierto, que elimina varias secciones del ballet, reduciendo la obra casi a la mitad, con cuatro piezas y un Preludio, pero aumentó y enriqueció la instrumentación con una orquesta sinfónica completa, logrando el suntuoso estilo sonoro que lo caracteriza.

La música es muy atmosférica, más que descriptiva, como en la primera pieza o Preludio de la obra, en el que Schmitt evoca la terraza en el palacio de Herodes, donde transcurre la acción como en la ópera de Strauss. Destaca inicialmente una Danza de las perlas que alcanza gran espectacularidad. Posteriormente, otro número de especial sutileza, El encantamiento del mar, nos trae a Herodes y a Herodías comentando sobre sus anteriores crímenes, mientras se escucha un curioso canto que puede interpretar una voz de soprano o un oboe.  

La obra brilla también con la sensual Danza de los reflejos de la plata en la que Salomé intenta conquistar a Herodes, para lograr la cabeza de Juan el Bautista, pero si en la ópera Salomé se quita sensualmente sus velos, en el ballet de Schmitt los velos son arrancados con violencia por un enojado Herodes; en esta obra, Juan el Bautista es decapitado por haberse atrevido a cubrir a Salomé ante el ataque de Herodes. Salomé tira su cabeza al Mar Muerto y ésta se resiste a hundirse, durante una nueva y dramática danza de Salomé, la Danza del miedo, que concluye la obra frenéticamente.

Valga la pena mencionar que la obra fue dedicada a Stravinski por lo que es curioso que estos conciertos estén amparados, en su inicio y en su final, bajo el espíritu del gran compositor ruso.

Sin duda se trata de una obra sorprendente para concluir este concierto, lo cual lo hace aún más interesante. No se pierda este concierto con la OFUNAM y Ronald Zollman como director huésped.

El sábado 8 de diciembre a las 20:00 horas y el domingo 9 de diciembre a las 12:00 horas. Sala Nezahualcóyotl.

Notas al programa OFUNAM, por Roberto Ruiz Guadalajara.

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