por Ricardo Rondón
Aunque se le repruebe como ser humano, no hay duda de que Richard Wagner ha sido y sigue siendo una de las figuras básicas de la música. Su influencia fue sobrecogedora y de grandes alcances.
Hizo maravillas con las partituras orquestales desarrolladas bajo la influencia de Monteverdi, a través de Mozart, Weber y Beethoven. Incrementó el número de instrumentos, dobló aquellos en uso y combinó tonos en nuevas armonías de gran variedad y riqueza. El recurrente leitmotif en voz y orquesta aumentó el interés. Los libretti fueron escritos por él con poesía y de acuerdo con la música. Sus dramas musicales y óperas, aunque excesivamente largas, repetitivas y románticas hasta lo absurdo, siguen siendo el punto de la cima del drama musical del s. XIX.
Nació en Leipzig el 22 de mayo de 1813 y murió en Venecia el 13 de febrero de 1883. Wilhelm Richard Wagner sintió una pasión por el teatro desde niño cuando en su padrastro lo introdujo a ese mundo.
En las escuelas de Dresde y Leipzig se apasionó con las obras de Shakespeare, Schiller, Bach y Beethoven. El Cantor del Thomasschule en Leipzig le enseñó a fondo los cimientos técnicos musicales. Su primer drama musical, Die Feen (Las Hadas) fue compuesto cuando tenía 20 años, un experimento en la línea de Beethoven-Mozart y Weber. Su segundo, Das Liebesverbot (El amor prohibido) se inspiró en Medida por Medida de Shakespeare y el modelo fue Gaetano Donizetti.
En 1836 se casó con Minna Planer, que no lo supo comprender y que no tenía nada en común con su genio. Además, Wagner era abiertamente infiel. Dirigiendo su opera Rienzi en Riga creó la primera “ópera wagneriana”. Después de un disgusto con la administración se abrió camino de Rusia a París, en donde trató que Meyerbeer se interesara por su música, sin éxito alguno.
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Mientras esperaba compuso El holandés errante, que al lado de Rienzi recibió una producción en Dresde. En 1843 recibió un nombramiento en la Corte Real de Sajonia pero durante el decisivo año de 1848 se unió a los revolucionarios, fue expulsado de Dresde y tuvo que huir a Suiza. En Zurich, sus nuevos amigos Otto y Mathilde Wesendonck le ofrecieron un encantador asilo “un refugio en una colina verde”. Como signo de apreciación, pronto le hizo el amor a Mathilde que inspiró Tristan y parte del cíclo del Anillo. Minna naturalmente resentía esta intimidad que se vio más complicada con las visitas de Cosima Liszt, esposa del director Von Bülow.
Pronto empacaron y regresaron a París. Cuando recibió el perdón oficial por su indiscreción revolucionaria, se trasladaron a Alemania. El joven rey Ludwig nombró a Wagner director real de música en Munich con un generoso subsidio.
Trabajó incansablemente en su cíclo de cuatro óperas, Das Ring der Nibelungen (El anillo de los nibelungos) integrado por Das Rheingold, Die Walküre, Siegfried y Götterdämmerung. Pero – como era de esperarse – se colocó en el ojo de la tempestad y a petición de Ludwig salió de Munich hacia Suiza, esta vez sin Minna. Se instaló en Triebschen, cerca de Lucerna. Cosima y sus tres hijos se unieron a él permanentemente. Terminó Die Meistersinger y Siegfried e inició Götterdämmerung.
El valor literario de sus obras muestra que este titán poseía un brillante intelecto y llamaba a sus periodos creativos “exaltaciones”. Era presumido, egoísta,falso, un oportunista que explotaba a sus amigos y manipulaba su afecto como si fueran instrumentos de la orquesta.
Cuando cumplió 59 años se colocó la primera piedra del Festpielhaus en Bayreuth y su hogar, Wahnfried, le fue obsequiado por sus admiradores. Anualmente se organizan peregrinaciones de aficionados wagnerianos a Bayreuth. Después del estreno de Parsifal en 1882, la Nueva Orden en Alemania prohibió visitantes. Wagner fue con su familia a descansar en Venecia y murió allí semanas después. Está enterrado en el jardín de Wahnfried.
Ricardo Rondón
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