Roméo et Juliette de Héctor Berlioz (1803-1869)

Pasaron casi veinte años desde la concepción inicial de Roméo et Juliette hasta su terminación en la forma definitiva.

Por Música en México Última Modificación noviembre 7, 2021

Pasaron casi veinte años desde la concepción inicial de Roméo et Juliette hasta su terminación en la forma definitiva. Cuando Berlioz era un joven de 27 años, viajó a Italia y, bajo el embrujo del país que había proporcionado inspiración artística a tantos compositores, decidió emprender lo que prácticamente llegaría a ser una obra de vida. Varias de sus obras provienen del drama: la sinfonía-concierto Harold en Italie (terminada 4 años más tarde), la ópera Benvenuto Cellini (8 años más tarde), la sinfonía dramática Roméo et Juliette (17 años más tarde), la ópera Les Troyens (28 años más tarde) y la ópera Béatrice et Bénédict (32 años más tarde). Estos eran los temas que le interesaban y él se sentía lo suficientemente comprometido con las ideas de su juventud como para ocuparse de llevarlas adelante hasta terminarlas.

El interés de Berlioz en Roméo et Juliette en realidad surgió tres años antes de su viaje a Italia, cuando vio por primera vez la obra de teatro. Había leído a Shakespeare en una traducción y estaba ansioso por verle en escena cuando una compañía de Inglaterra hizo una gira por Francia. Las obras de Shakespeare arrasaron París. Sus dramas fueron proclamados por el movimiento romántico francés como una excitante alternativa al clasicismo académico. Berlioz se unió a la élite intelectual que asistió al estreno. Se sintió tan sobrecogido como el resto de la audiencia, a pesar de que no sabía inglés. Se sintió conmovido no sólo por la pieza sino también por Harriet Smithson, la actriz que representaba el papel de Julieta. También vio su sorprendente interpretación de Ofelia en Hamlet e instantáneamente se enamoró de ella. La idolatró e idealizó aun antes de conocerla. En su mente su persona se fundía con la de Julieta; ambas representaban “el verdadero significado de la grandeza, la belleza y la verdad dramática” de Shakespeare. Berlioz percibió en Shakespeare implicaciones para “el desarrollo total de la música del futuro” y vio en Harriet un símbolo del arte supremo de Shakespeare. Decidió perseguir su sueño inalcanzable: supuestamente dijo después de ver por primera vez Romeo y Julieta: “Me casaré con Julieta y escribiré mi más grande sinfonía sobre esta obra.”

Cumplió ambos objetivos. Después de un considerable esfuerzo persuadió a Smithson para que aceptara conocerle y, por último, para que se casara con él. Entonces empezó a darse cuenta de que uno no puede casarse con un sueño. Harriet no era Julieta y Berlioz estuvo durante años abrumado por una esposa exigente y egocéntrica que constantemente le avergonzaba.

Berlioz pensó en una sinfonía basada en Romeo y Julieta durante años. El sabía que sería una tarea de gran envergadura. Finalmente logró encontrar el tiempo necesario para componerla en 1839, gracias a una gran suma de dinero que él pensó que provenía del virtuoso Niccoló Paganini, el que se había sentido profundamente impresionado con la música de Berlioz (el dinero, en realidad, provino, de un modo secreto, del amigo del compositor, Armand Bertin). Después de realizar tres presentaciones, Berlioz decidió revisar la obra. Estuvo lista para la publicación en 1847, veinte años después de que viera la obra de teatro de Shakespeare por primera vez.

Berlioz llamó a Roméo et Juliette una “sinfonía dramática”; este subtítulo es una buena pista para detectar la naturaleza real de la obra. Como tiene voces, de alguna manera sigue la Novena Sinfonía de Beethoven, la que Berlioz admiraba. Las partes corales están más integradas con toda la pieza que en la obra de Beethoven, porque la obra es específicamente dramática: se basa en una obra de teatro, no en un poema. Pero no es simplemente un arreglo de la obra de teatro. La música no acompaña al drama como lo hace en la ópera o en la incidental. De hecho, cuando Berlioz tuvo la oportunidad de usar parte de esta música en una producción de la tragedia de Shakespeare, la idea le pareció ridícula. Roméo et Juliette es una sinfonía de programa, que sigue la tradición de la Symphonie Fantastique del propio Berlioz. Como la Fantastique, la sinfonía Roméo et Juliette cuenta una historia dentro de la música. Un oyente que no conozca la obra de Shakespeare no podría conocer el argumento solamente con oír la sinfonía. Sin embargo, quien conozca a Shakespeare puede oír temas de la obra teatral que la música refleja y comenta.

El concepto subyacente de Romeo y Julieta no tenía precedentes. No es ni una ópera ni un oratorio sino una verdadera sinfonía. Es una fusión, no un híbrido de los elementos líricos y dramáticos. Representa un nuevo género, que por último condujo a los dramas musicales de Wagner (Wagner viajó a París para escucharla y se sintió profundamente impresionado), en los que una trama instrumental continua encierra y desarrolla el drama.

La obra de Berlioz es sin duda una sinfonía. Tras el prólogo coral amplio hay tres movimientos orquestales que corresponden al primer movimiento, al movimiento lento y al scherzo de una sinfonía convencional. La pieza cierra con un gran final coral.

Fuente: hagaselamusica.com

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