por José Antonio Palafox
Después de 25 años, el Met de Nueva York decidió desempolvar su producción de Semiramide en la temporada 2017-2018, que se ha caracterizado por la presencia dominante de joyas del bel canto. De hecho, Semiramide está considerada como una de las obras más demandantes de este estilo, ya que las partes cantadas están insólitamente adornadas con complejísimas florituras prácticamente en su totalidad, y no se usan como un modo de expresión propiamente dicho sino como vehículo de lucimiento para las capacidades vocales de los cantantes que se atrevan a interpretarla.
Por ello, para dar el ancho en lo que a la técnica vocal de esta difícil ópera se refiere, el Met reunió a una admirable plantilla de figuras de primer nivel dentro del mundo del bel canto: la soprano estadounidense Angela Meade, la mezzosoprano estadounidense Elizabeth DeShong, el bajo ruso Ildar Abdrazakov, el bajo barítono estadounidense Ryan Speedo Green y el tenor mexicano Javier Camarena. De hecho, la presencia de este último fue aliciente más que suficiente para que en el Auditorio Nacional se diera cita una cantidad de espectadores bastante más nutrida de la que se esperaría para una ópera tan densa y poco conocida como la peculiar Semiramide, con la que Rossini retomó —en pleno siglo XIX— la estructura característica de la ópera seria barroca, con todo y la aparición del infaltable deux ex machina y la presencia de una mujer cantando el papel de un hombre joven.
Así, el primer gran acierto de esta producción fue Angela Meade como la orgullosa reina asiria Semíramis, quien entra en un estado de desesperación cuando descubre que el joven del que está enamorada es en realidad su hijo, al que creía muerto. Para cantar este difícil papel se requieren una técnica rigurosa y un vigor titánico, y Meade es una de las contadas sopranos contemporáneas que cuentan con estas características. Su coloratura es poco menos que inmaculada, posee un vibrato cristalino, y es capaz de alcanzar con singular facilidad las notas más altas. Además, mostró una empatía exenta de “divismo” en su interacción vocal con el resto del reparto, modulando sabiamente su voz para no opacar a nadie. Gracias a esto, difíciles pasajes que de otro modo se tornan una feroz lucha entre dos o tres voces por sobresalir se convirtieron en momentos de gran sensibilidad y belleza, como sucedió con el delicado “Giorno d’orrore e di contento”, que canta a dúo con Arsace.
Gioachino Rossini: Fragmento de Bel raggio lusinghier (Semiramide) / Angela Meade (Semíramis), el coro y la orquesta del Met, dirige Maurizio Benini
Sin embargo, a pesar del soberbio desempeño de Meade, quien definitivamente se robó la tarde fue la talentosa mezzosoprano Elizabeth DeShong como Arsace, el valiente militar asirio que en realidad es el príncipe heredero Ninia y cuyo amor es correspondido por la princesa Azema, hija de Semíramis. Aunque muy bajita de estatura, DeShong posee una voz cálida y profunda que maneja a su antojo con inigualable destreza, lo cual le permitió alcanzar con impresionante soltura las más brillantes notas agudas e inmediatamente después las más lóbregas notas graves, con lo que creó momentos de verdadero embeleso, como cuando canta “Ah! Quel giorno ognor rammento”, su aria inicial.
Gioachino Rossini: Fragmento de Ah! Quel giorno ognor ramento (Semiramide) / Elizabeth DeShong (Arsace) y la orquesta del Met, dirige Maurizio Benini
Fervores nacionalistas aparte, lo cierto es que el veracruzano Javier Camarena es uno de los mejores tenores líricos de nuestro tiempo, lo cual quedó demostrado una vez más gracias a su brillante desempeño como el rey indio Idreno, ferviente enamorado de la princesa Azema y aspirante al trono de Asiria. Camarena posee una coloratura cristalina, un legato impecablemente fluido y una asombrosa capacidad para sostener las notas agudas durante tiempos considerablemente extensos. Además, la potencia de su amable voz nos hace recordar en más de un pasaje al joven Pavarotti. Incluso, como ocurría a menudo con el tenor italiano, por momentos llegó a poner en problemas a sus compañeros en las escenas de conjunto.
Gioachino Rossini: Fragmento de E se ancor libero (Semiramide) / Javier Camarena (Idreno) y la orquesta del Met, dirige Maurizio Benini
Por su parte, Assur, el cruel y ambicioso militar que aspira al trono asirio, fue interpretado por un Ildar Abdrazakov de imponente presencia y aún más apabullante estatura, aunque con un desempeño vocal bastante regular, ya que daba la impresión general de pasar por alto la coloratura de sus arias para concentrarse en el efecto amenazador de sus intervenciones. Sin embargo, consiguió ofrecer instantes memorables, como cuando canta “Deh! Ti ferma, ti placa, perdona”, donde pasa de la altivez al miedo gracias a la alucinación provocada por el remordimiento de haber asesinado al rey Nino.
Finalmente, Ryan Speedo Green dio vida a un Oroe, el sumo sacerdote que conoce el secreto de Arsace, de majestuosa presencia y voz cálida y poderosa. Sin embargo, su espléndido desempeño vocal se vio contrastado por un inexplicable gesto de angustia que no lo abandonó en toda la representación, como si estuviera preocupado por alguna cosa ajena a lo que sucedía en el escenario.
Gioachino Rossini: Fragmento de Deh! Ti ferma (Semiramide) / Ildar Abdrazakov (Assur), el coro y la orquesta del Met, dirige Maurizio Benini
Como ya es costumbre en las producciones del Met, la participación del coro, aunque discreta, resultó intachable. A su vez, bajo la dirección del experimentado maestro Maurizio Benini, la orquesta ofreció una interpretación fresca y ligera de la partitura de Rossini, librando con elegancia y estilo los torrentes de notas característicos del Cisne de Pésaro. Sin embargo, por alguna razón la sección de metales estaba impregnada de un sonido wagneriano que no la abandonó en ningún momento.
La puesta en escena es la misma que se utilizó en 1993. John Copley apostó por monolíticos escenarios con un mínimo de elementos donde destacan los grandilocuentes vestuarios “de época”, abrumadores en su profusión de brillantes túnicas con laberínticos bordados, bruñidos cascos, turbantes adornados con enormes plumas y coronas llenas de joyas que despedían destellos a la menor provocación.
Al final, el público del Met de Nueva York reconoció con fuertes aplausos el desempeño de todos y cada uno de los cantantes. En México, el público se dio tiempo, antes de abandonar la sala, para dedicar a Javier Camarena una afectuosa ovación adicional.
Gioachino Rossini: Fragmento de Alle più calde immagini (Semiramide) / Angela Meade (Semíramis), Elizabeth DeShong (Arsace) y la orquesta del Met, dirige Maurizio Benini
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