Con guión del escritor, periodista y locutor Melvyn Bragg (1939), quien se basó en la nutrida correspondencia personal (aproximadamente mil cartas escritas entre 1877 y 1890) entre el compositor Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893) y su mecenas Nadezhda von Meck (1831-1894), editada con el título de Beloved Friend: The Story of Tchaikovsky and Nadezhda von Meck por Catherine Drinken Bowen y Bárbara von Meck, The Music Lovers (1970) es una de las películas más controvertidas del cineasta británico Ken Russell (1927-2011), tachada por muchos como vulgar y excesiva mientras para otros pertenece a esa escabrosa categoría del séptimo arte que se conoce como cine “de culto”.
Con una estructura similar a la de otras biografías de compositores filmadas por Russell (The Debussy Film, Mahler, El misterio del doctor Martinů, Elgar: Fantasía de un compositor en bicicleta), The Music Lovers —traducida al español como La pasión de vivir— nos presenta la vida del gran compositor ruso por medio de episodios con escasos diálogos, abundantes flashbacks y alucinantes secuencias oníricas. En su infancia, Tchaikovsky es testigo de la horrible muerte de su madre, sumergida a la fuerza en agua hirviendo como inconcebible tratamiento contra el cólera, y esta espantosa imagen lo perseguirá a lo largo de su vida, marcando en cierto modo su actividad creativa, pues será solo por medio de la música que el compositor pueda aliviar momentáneamente sus miedos. A la par, somos testigos de sus esfuerzos por alcanzar el reconocimiento, empresa en la que Nadezhda von Meck jugó un papel crucial, puesto que apoyó económicamente al compositor para que pudiera dedicarse a escribir música a sus anchas. Tchaikovsky y von Meck entablaron una profunda, intensa y poco convencional relación de carácter eminentemente epistolar, puesto que —a petición de ella— nunca se conocieron personalmente, aunque se toparon de frente en una sola ocasión, por error. Por supuesto, tampoco podían faltar en The Music Lovers el desastroso matrimonio de Tchaikovsky con Antonina Miliukova (1848-1917) —que aquí es presentada como una especie de retorcida ninfómana neurótica que terminará recluida en un manicomio— y la confirmación de su latente homosexualidad, retratada en el desesperado deseo carnal que le inspira el conde Anton Chiluvsky —personaje ficticio basado en las figuras de los hermanos Kostantin (1849-1893) y Vladimir (1852-1893) Shilovsky, ambos amigos del compositor—. Pero Tchaikovsky es un ser humano frágil al que los estallidos de genialidad musical dejan cada vez más agotado. Su salud mental se va deteriorando, y empeora cuando, de la manera más fría e inexplicable —quizá después de enterarse de sus preferencias amorosas—, von Meck le retira el apoyo económico. Incapaz de encontrar la felicidad, el torturado compositor muere (¿se suicida?) a los 53 años de edad. Nadezhda von Meck lo seguirá a la tumba apenas dos meses después.
El reparto de The Music Lovers es una verdadera delicia encabezada por Richard Chamberlain como Piotr Ilich Tchaikovsky, Glenda Jackson como Antonina Miliukova e Izabella Telezynska como Nadezhda von Meck. El actor irlandés Max Adrian encarna al pianista Nikolái Rubinstein (1835-1881), mientras que los ingleses Christopher Gable y Kenneth Colley dan vida, respectivamente, al conde Chiluvsky y a Modest Ilich Tchaikovsky (1850-1916), hermano del compositor. Por su parte, la estupenda banda sonora —donde podemos escuchar fragmentos del Concierto para piano no. 1, la ópera Eugene Onegin, las sinfonías nos. 4, 5, 6 y Manfredo, la obertura-fantasía Romeo y Julieta, la obertura 1812 y la música incidental de Hamlet— corrió a cargo de la Orquesta Sinfónica de Londres bajo la dirección de André Previn (1929-2019), con la participación como solistas de la soprano inglesa April Cantelo (1928) y el pianista español Rafael Orozco (1946-1996).
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