Es el 29 de septiembre de 1708. En la iglesia de Santa Maria della Pietà de Venecia se lleva a cabo un concierto en honor del rey Federico IV de Dinamarca (1671-1730). La orquesta de cuerdas, formada exclusivamente por mujeres, es dirigida desde el primer violín por Antonio Vivaldi (1678-1741), ordenado sacerdote apenas cinco años atrás y apodado Il prete rosso. El concierto complace a Federico IV, quien invita al compositor a asistir a un baile que se celebrará en su honor. Para el joven músico esto representa una espléndida oportunidad para negociar un préstamo con el que podrá poner en escena Ottone in villa, su primera ópera…
Así inicia Vivaldi, un príncipe en Venecia, largometraje francés dirigido en el 2006 por el cineasta Jean-Louis Guillermou (1946), quien tiene en su haber otras dos películas biográficas dedicadas a grandes compositores: Il était une fois Jean-Sébastien Bach (2003) y Celles qui aimaient Richard Wagner (2011). En Vivaldi, un príncipe en Venecia el director nos presenta una serie de episodios que retratan la controversial vida del Cura Rojo, centrándose en su actividad como impresario de ópera y haciendo hincapié en su tirante relación con la Iglesia Católica (encarnada en la figura del obispo de Venecia, siempre dispuesto a impedir a toda costa el triunfo de Vivaldi como músico), la cual no veía con buenos ojos que se negara a celebrar misa, que llevara un estilo de vida mundano y que se moviera con escandalosa libertad entre las jóvenes huérfanas del Ospedale della Pietà que integraban su orquesta; sus ¿escarceos? con adineradas mujeres de la aristocracia para conseguir patrocinios con los cuales poner en escena sus óperas; y la ambigua relación (que tantas murmuraciones desencadenó) con su ¿protegida?, la joven cantante Anna Girò —o Giraud— (1710-1748), quien lo acompañaba en sus frecuentes viajes y para la que Vivaldi escribió diversos papeles operísticos, todo lo cual en conjunto le granjeó la fama de sacerdote seductor.
Con una factura impecable en la que destacan la cuidada ambientación, las locaciones históricas y la estilizada fotografía, Vivaldi, un príncipe en Venecia es un buen acercamiento a la biografía de un compositor excepcional que luchó a contracorriente para impedir que el entorno silenciara su arte, logró ser aplaudido por la realeza europea y terminó muriendo en la pobreza y el anonimato. Particularmente curiosa resulta la forma en que Guillermou elimina la cuarta pared (la pared imaginaria que separa a los personajes de los espectadores) en determinados momentos de la película; así, de pronto alguno de los personajes voltea directamente hacia la cámara para comentarnos alguna anécdota sobre Vivaldi. En el papel protagónico se encuentra el actor italiano Stefano Dionisi (1966), quien saltó a la fama internacional en 1994 al encarnar a Carlo Broschi, Farinelli, en la película Farinelli: Il castrato de Gérard Corbiau. Como el obispo de Venecia se encuentra el legendario actor francés Michel Serrault (1928-2007) en uno de sus últimos papeles. La actriz alemana Annette Schreiber (1971) da vida a Anna Giraud, mientras que los actores franceses Michel Galabru (1922-2016) y Christian Vadim (1963) encarnan, respectivamente, al papa Benedicto XIII (1649-1730) y al libretista y dramaturgo Carlo Goldoni (1707-1793). Por su parte, los actores franceses Jean-Claude Lecas, Delphine Depardieu (sobrina de Gérard Depardieu) y Mélisandre Meertens interpretan al padre y las hermanas de Antonio Vivaldi.
Desafortunadamente, la única versión completa de Vivaldi, un príncipe en Venecia que pudimos encontrar no se encuentra en su idioma original (francés) sino doblada al español de España. Esperamos que esto no sea impedimento para que el amable lector disfrute la película.
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