BACH Y LA VIOLA DA GAMBA

Por Francesco Milella La historia de la viola da gamba nunca deja de sorprender: de Italia a Inglaterra, pasando por España y obviamente Francia, este […]

Por Francesco Milella Última Modificación enero 22, 2017

Por Francesco Milella

La historia de la viola da gamba nunca deja de sorprender: de Italia a Inglaterra, pasando por España y obviamente Francia, este maravilloso instrumento, que en pocas décadas el violonchelo eliminará casi completamente, logró imponerse en el mundo musical europeo dejando, entre los siglos XVII y XVIII, hermosas huellas de su presencia. Su sonido sabio, elegante y delicado al mismo tiempo, cautivó inmediatamente la atención y el interés de compositores de primer nivel como Corelli y Frescobaldi, Purcell y Hume, Charpentier y Couperin (sin olvidar obviamente a Marin Marais), cuyas partituras lograron transformar este instrumento en un protagonista activo y central en la historia de la música barroca.

¿Y Bach? Mientras el mundo barroco corría de un país a otro buscando la novedad y la moda en una curiosa forma de globalización musical, Bach estaba en su pequeña iglesia trabajando semana tras semana, aislado y sin que nadie se diera cuenta ni de su presencia ni de su música. No deben imaginarse un ermitaño que decide abandonar la tierra para encerrarse en su mundo espiritual o, como sería en este caso, musical. Al contrario, Bach observaba y absorbía con impresionante atención e inteligencia todo lo que lo rodeaba, estaba perfectamente actualizado sobre las evoluciones y las modas europeas que estudiaba e interiorizaba con gran humildad.  

Nacieron así las tres sonatas para viola da gamba BWV 1027, 1028 y 1029 compuestas muy probablemente en los últimos años de su estancia en Cöthen y publicadas por primera vez en Leipzig en 1866, pocos años después de la Bach-Ausgabe, la primera edición crítica de sus obras. Como hemos visto con la Sonata para violín y clave BWV 1016 (https://musicaenmexico.com.mx/sintesis-del-pasado-anticipacion-del-futuro-la-sonata-bwv-1016-de-bach/), Bach sigue la estructura del modelo de sonata tradicional italiana: después de una introducción lenta sigue un allegro en forma de fuga acompañado por un nuevo movimiento lento, para cerrar con un segundo allegro más cantable y melódico. Una forma clara y codificada por más de un siglo de música que Bach absorbe perfectamente para interiorizarla y poder expresar de la mejor manera su poderoso lenguaje musical.

Un ejemplo fascinante es la segunda de ellas, la sonata BWV 1028 en re mayor. Siguiendo el mejor estilo italiano tanto en la forma como en el contenido, Bach abre esta sonata con un Adagio suave y delicado en donde clave y viola da gamba dialogan con elegante discreción, sin que uno sobresalga sobre el otro hasta la suspensión armónica final que nos transporta inmediatamente al allegro siguiente. Es aquí, en este segundo movimiento, donde se percibe de manera evidente la capacidad de Bach de interiorizar y superar los modelos musicales de su época. La sonata italiana consideraba el clave (en general el bajo continuo) como un elemento fundamental pero en segunda posición respecto al instrumento solista, verdadero protagonista del momento musical. Bach pone los dos instrumentos al mismo nivel: no es el clave que acompaña la viola da gamba ni viceversa. Los dos, juntos, contribuyen activamente en la construcción de una melodía fluida y abierta: la viola con su fraseo amplio y cantable, el clave con sus melismas vertiginosos.

Después del tradicional momento de descanso del adagio en tonalidad menor, sigue el allegro final. Es un movimiento brillante y enérgico que, de bajo de su tono dinámico y veloz, esconde maravillosos detalles: mientras que la viola da gamba y el clave continúan, como en el primer allegro, intercambiándose roles, voces y posiciones, los tiempos, los ritmos y las melodías parecen moverse en una continua dilatación y contracción pasando de momentos amplios y cantables a otros más virtuosos, tensos y rítmicos, de frases abiertas y positivas en mayor a repentinas modulaciones en menor. Porque en Bach, bien decía Anton Webern, todo ocurre, todo cambia. Todo, menos su belleza.

Francesco Milella
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