Concierto Nº 1 para Piano y Orquesta de Johannes Brahms

Daniel Barenboim, pianoOrquesta Filarmónica de Munich, dirige Sergiu Celibidache El Concierto para piano No.1 fue compuesto entre 1854 y 1858. Brahms fue el solista del […]

Por Música en México Última Modificación octubre 22, 2023

Daniel Barenboim, piano
Orquesta Filarmónica de Munich, dirige Sergiu Celibidache

El Concierto para piano No.1 fue compuesto entre 1854 y 1858. Brahms fue el solista del estreno, que dirigió Joseph Joachim en Hanover, el 22 de enero de 1859. Se puede afirmar que la emocionalidad del concierto es su rasgo más interesante, porque fue el último trabajo de la etapa temprana y apasionada de Brahms. Nunca más permitió él que su espíritu romántico se expresara con tanta libertad.

Johannes Brahms tenía recién 20 años cuando por primera vez le mostró algunas de sus composiciones a Robert Schumann. Este se sintió tan impresionado que salió de su retiro como crítico musical para escribir un artículo especial en alabanza de Brahms. En su crítica profetizaba que el joven compositor “revelaría su maestría no por el desarrollo gradual sino que brotaría como una fuente, así como salió Minerva, completamente armada, de la cabeza de Júpiter… Si él hunde su varita mágica en el lugar en que los poderes de las masas corales y orquestales le prestan su fuerza, entonces aparecerán ante nosotros nuevos y maravillosos atisbos de los secretos del mundo espiritual”.

Era una gran alabanza para un compositor joven que no había escrito más que música de cámara y algunas obras para piano. Brahms súbitamente se encontró empujado frente al mundo musical, teniendo que mantener una reputación. Sintió que tenía la obligación de intentar componer una sinfonía, y así se lo escribió a Schumann en enero de 1854: “He estado entrenando mi mano en una sinfonía el pasado verano e incluso he orquestado el primer movimiento y compuesto el segundo y el tercero.”

Al mes siguiente, Schumann, que padecía de una enfermedad mental, se arrojó al Rhin. Fue rescatado, pero debió pasar los dos años y medio restantes de su vida en un manicomio. Brahms quedó desolado. Se mudó a la casa de Schumann para tratar de ayudar a cuidar a Clara Schumann y sus hijos. Desarrolló un profundo sentimiento respecto de Clara, de la que se enamoró, pero quien al mismo tiempo representaba para él también una figura maternal. Continuó trabajando en su sinfonía e hizo un retrato musical de Clara en el movimiento lento.

Brahms recibió ayuda de su amigo Julius Grimm para la orquestación. Sin embargo, el compositor no estaba satisfecho. Sentía que todavía no estaba preparado para intentar una forma tan monumental como la sinfonía. Su verdadera primera sinfonía no habría de quedar concluida hasta 22 años más tarde. Modificó la sinfonía inicial y parcialmente terminada y la convirtió en una sonata para dos pianos, que interpretó con Clara. También se la escuchó interpretar junto con Grímm. Pero todavía se sentía insatisfecho. Grimm le sugirió combinar sus dos ideas y hacer un concierto para piano. La idea parecía posible y el compositor se puso a trabajar nuevamente en la revisión. Volvió a escribir los primeros dos movimientos para piano y orquesta, pero sustituyó el tercer movimiento con un final nuevo. El movimiento desechado finalmente se convirtió en el coro de “Ved toda la carne” del Réquiem Alemán.

Para la primavera de 1858 el concierto estaba casi listo. Brahms tuvo oportunidad de probarlo en un ensayo. Introdujo otras modificaciones. Seguía sin estar totalmente conforme y dudó en presentarlo ante el público, pero finalmente se decidió a seguir adelante con dos presentaciones programadas para enero de 1859. En el estreno, dirigido por Joseph Joachim, la audiencia escuchó cortésmente, pero con poca comprensión o apreciación. Cinco días más tarde Brahms lo ejecutó en Leipzig y le escribió a Joachim sobre su fracaso:

“Mi concierto ha sido un brillante y decisivo… fracaso… El primer ensayo no despertó ningún tipo de sentimiento ni en los ejecutantes ni en la audiencia. Al segundo no acudió público alguno y a ningún ejecutante se le movió siquiera un músculo de la cara… Por la noche… el primero y segundo movimientos se escucharon sin que surgiera la menor demostración de sentimiento. Al final tres pares de manos se unieron muy lentamente, en tanto que un silbido perfectamente reconocible de ambos lados prohibió cualquier otro tipo de demostración… Este fracaso no me impresionó en absoluto. Después de todo, sólo estoy experimentando y sintiendo mí forma. De todos modos, el silbido fue demasiado. A pesar de todo, el concierto hallará aprobación cuando yo haya mejorado su estructura corporal y el próximo va a sonar muy diferente.”

Varias razones se han dado a esta fría recepción. La obra era demasiado audaz y apasionada para los conservadores y, sin embargo, no tenía suficiente colorido para el gusto de los radicales. La parte del piano tenía mucho menos virtuosismo que el que esperaba el público. La pieza era excepcionalmente larga para un concierto. Parte de la orquestación era bastante torpe, como en el caso del comienzo, donde la modesta orquestación parece demasiado insustancial para las pasiones que expresa.

Sin embargo, la obra finalmente ganó la aprobación y el entusiasmo del público. Actualmente es muy popular entre las distintas audiencias, aunque quizás un poco menos que el Segundo Concierto. Comprendemos sus excesos y su ocasional falta de gracia como productos de la inexperiencia de un compositor joven.

Se puede afirmar que la emocionalidad del concierto es su rasgo más interesante, porque fue el último trabajo de la etapa temprana y apasionada de Brahms. Nunca más permitió él que su espíritu romántico se expresara con tanta libertad. Después de este concierto comenzó a explorar las moderaciones del clasicismo, que aprendió mediante el cuidadoso estudio de los trabajos de Beethoven, Mozart y otros, pero el Concierto Número 1 en su totalidad hace muy pocos intentos de poner freno a sus emociones. Burnett James, en su libro Brahms: un estudio crítico, resume claramente este punto:

“El Concierto en Re menor es una transcripción directa y auténtica de las experiencias más profundas y más torturadas de Brahms en el momento de su creación. También marca el final del período romántico juvenil de Brahms. Nunca más se permito él expresar pasiones tan desinhibidas; nunca más mostró los sentimientos de su corazón tan abiertamente. Nunca más iba a permitir que su guardia quedara tan baja como para que la turbulencia de su corazón y de su mente aparecieran en su música o en su vida. Nunca más fue a la búsqueda de batalla abierta con la vida a través de su arte público en términos de sangre, sudor y lágrimas expuestos… De ahí en adelante dio la espalda a toda extravagancia y sólo dejó que emergiera a la superficie la parte de su vida interior que consciente y deliberadamente él deseaba que se manifestara. Si alguna vez el aspecto abiertamente apasionado e impetuoso de su naturaleza tuvo la oportunidad de dominarlo, su último impacto pleno fue el Concierto en Re menor”

El carácter turbulento y dramático de la pieza resulta evidente de inmediato. El vigoroso motivo de la apertura, aunque está ausente durante gran parte del primer movimiento, hechiza incluso los temas secundarios más líricos, de modo que no podemos estar muy convencidos de la aparente paz. Durante la mayor parte de la exposición, el piano y la orquesta tienen temas separados. El proceso del desarrollo es en parte el proceso de la integración. El segundo tema es particularmente bello y se lo escucha primero solo en piano. Aunque este vasto movimiento atraviesa muchos estados de ánimo, su pasión meditativa y subyacente se experimenta a lo largo de toda su extensión.

El segundo movimiento intenta, mediante su suavidad expansiva, disipar la intensidad del primero. Pero queda una corriente subterránea de tensión recordada, porque el movimiento lento está moldeado en la métrica del movimiento de apertura (6/4) y la clave (Re mayor como opuesta a Re menor, aunque el primer movimiento dedica largo tiempo a la clave mayor justo antes del final). El ritmo constante sugiere un himno.

El final es un rondó gitano húngaro, con varios temas, dos cadencias y un fugato de desarrollo. En la coda se produce una transformación del tema principal en marcha lenta en modo mayor.

Fuente: Hágase la música.com

Música en México
Escrito por:
Redacción. Música en México tiene la misión de promover la música clásica – y la música nueva – en México, y de dar a conocer una selección de las actividades musicales en el resto del mundo.

Comentarios

Escucha en directo
Música en México +
mostrar radio