“Die Winterreise” según William Kentridge: un viaje de armonías visuales.

William Kentridge es realmente un gran artista. Sus dibujos, sus diseños y sus películas animadas han logrado siempre cautivar mi atención por la fuerza, la intensidad y la coherencia que las caracteriza, incluso cuando se han aplicado al mundo de la música y, en particular, de la ópera.

Por Francesco Milella Última Modificación julio 27, 2015

Por Francesco Milella

William Kentridge es realmente un gran artista. Sus dibujos, sus diseños y sus películas animadas han logrado siempre cautivar mi atención por la fuerza, la intensidad y la coherencia que las caracteriza, incluso cuando se han aplicado al mundo de la música y, en particular, de la ópera.

Pero cuando ví su nombre junto al de Franz Schubert en el programa de “Die Winterreise” para el Festival de Música, aquí en Siena, quedé un poco sorpendido.

El Lied es un género musical realmente difícil: su intimidad y su color típicamente alemán no necesitan de luces y escenografías, de trajes y escenas teatrales. Schubert, quien tuvo la suerte de ver sus obras presentadas en un concierto sólo una vez en su vida; solía componer y tocar estos ciclos para un pequeño grupo de amigos que se juntaban en casas de la alta burguesía vienesa.

Eran las famosas “schubertiadas”.

Así nació “Die Winterreise”, el famoso ciclo de Lieder compuestos poco antes de morir en 1827 por Franz Schubert. Poniendo en música las poesías de Wilhelm Müller, el joven compositor austriaco nos cuenta, en una forma totalmente refinada y delicada, la historia de un viajero que se vuelve extranjero, de un amante abandonado que comienza un camino sin fin en una tierra fría y desconocida.

Frente a un trabajo como este, William Kentridge tenía dos opciones: estructurar un trabajo visivo de tipo iconográfico, limitándose a describir los pequeños “cuadros” que Schubert logra realizar sobre la poesía de Müller, u ofrecer una reflexión metafórica sobre el profundo y silencioso viaje del anónimo extranjero. Finalmente, el artista sudafricano tomó un tercer, inesperado camino.

Dejando a un lado los lieder de Schubert que todos conocemos y que hemos escuchado a través de las voces de Hans Hotter y Dietrich Fischer-Dieskau, nos quiso contar su propio viaje de invierno a partir de la relación con la música de Schubert y los textos con Wilhelm Müller, discretamente interpretadas por el barítono Matthias Goerne, expresivo pero no siempre correcto, y por un mediocre Markus Hinteräuser al piano.

Y así fue como de un paisaje invernal, de un bosque lleno de nieve y de ríos congelados, terminamos en la jaula de un pájaro encerrado, compartiendo sus angustias y su soledad, bajo una regadera, mojados por un agua transformada en sangre, y en África, caminando junto a las mujeres que volvían a casa después de un día de trabajo.

Kentridge usa la música de Schubert como un espacio. Un espacio donde poder dejar libres sus ideas y sus recuerdos, sus miedos y sus esperanzas que, entrando en contacto con tan bella música, encuentran un valor, un orden y una estética definitivamente universales, capaces de hablar a cada uno de nosotros. En otras palabras Kentridge acerca sus imagenes, metafóricas y surreales, al mundo de Schubert y Müller ofreciéndonos un viaje alternativo: Kentridge nos invita así a un viaje interior donde a la soledad más romántica del último Schubert se añade, con discreción, respeto e inmensa belleza, la tragedia del mundo moderno.

Una feliz coincidencia: una excelente muestra de la obra del artista sudafricano William Kentridge estuvo en exhibición varios meses en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM. Si no la pudiste ver, ahora está en el Museo Amparo, de la ciudad de Puebla, hasta el 5 de octubre, no te la pierdas. Museo Amparo, 2 Sur 708, Puebla, Pue. Abierto de 10 a 18 h., sábados de 10 a 21h.

Francesco Milella
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