Minería, programa No. 3: Sibelius, Beethoven, Nielsen

por Ricardo Rondón Una confección admirable de obras poco escuchadas en México y uno de los conciertos favoritos de Beethoven congregaron una excelente entrada en la […]

Por Música en México Última Modificación julio 21, 2015

por Ricardo Rondón

Una confección admirable de obras poco escuchadas en México y uno de los conciertos favoritos de Beethoven congregaron una excelente entrada en la sala Neza. Estaba en el podio José Areán y aunque hubo resultados mixtos, la obra de Nielsen levantó un entusiasmo delirante. La Sinfonía No. 7, Op.105, de Jan Sibelius pertenece a 1924. Es la única que escribió con un solo movimiento. Tiene cambios de estados de ánimo y tempos pero estos cambios no están formalizados. La música es orgánicamente unificada, sujeta a una lógica totalmente suya pero esta lógica es tan inexorable como la de la sinfonía clásica. Fue estrenada en Estocolmo el 24 de marzo de 1924 dirigida por el compositor. Está construida episódicamente. Abre con un tema lúgubre para las cuerdas que sobresalen en toda la obra. Sigue una idea para los alientos contra un tremolo de cuerdas y pronto abre el paso para un fanfarria en el trombón que se elabora y está presente en el resto de la Sinfonía. La música va de de lo pasional a lo grandioso con momentos ocasiones de fuerza bruta. Después del clímax el tiempo se torna Vivace seguido un pasaje gentil y ligero. Un hermoso crescendo cierra esta obra concisa y llena de ideas estimulantes. Cecil Gray admiraba sin límites esta obra y escribió: “Si la Cuarta Sinfonía representa el punto más alto para obtener la dirección de la economía material y una forma concisa, la Siete muestra su genio a la altura de sus poderes con respecto a fecundidad de invención, sutileza y complejidad de diseño. Es una obra de gran belleza expresiva, grandeza y dignidad, con una serenidad de reposo únicos en la música moderna. Parece pertenecer a otra época, casi el mundo de la clásica antigüedad. Areán y la OSM le dieron una interpretación digna y seria, bien equilibrada. Él Concierto No. 5, “Emperador”, de Ludwig van Beethoven ha sido y es uno de los favoritos de nuestros tiempos.

Estrenado en 1811 contiene ideas gloriosas. Mientras lo componía, Viena estaba sitiada e invadida por los franceses. México ha escuchado a grandes pianistas en esta obra maestra pero en nuestra memoria ocupa un lugar especial la poesía y sensibilidad de Claudio Arrau en Bellas Artes que nunca se podrá olvidar. Toca turno a nuestro mejor pianista Jorge Federico Osorio que este año celebra 50 años de carrera. Viena estaba invadida por los Franceses y cuenta la leyenda que mientras rugían los cañones y se intensificaba la balacera Beethoven se refugió en un almacén, cubriéndose la cabeza con una almohada y continuó escribiendo su concierto que se le distinguió como “Emperador”. En esta ocasión, sentimos falta de trabajo en equipo entre el pianista y el director. A pesar de momentos felices de finura, y elegancia, la obra no tomó vuelo. Además, hubo muchas pifias en el primer movimiento. Osorio no estaba en su mejor forma y se dejó sentir. Areán no le dio la pasión y la grandeza que asociamos con el concierto y la orquestra sonó desnutrida. El público ovacionó a Osorio que tocó una selección del Clave Bien Temperado de J.S. Bach. Lástima porque un “Emperador” que no emociona es como un pan sin sal. Ya era tiempo para escuchar en vivo una sinfonía del genio danés Carl Nielsen (1865-1931). La Cuarta sinfonía – Lo Inextinguible es, en muchos sentidos, la más intensa y densa de sus seis sinfonías y, desde luego, la más grandiosa. Aunque todas las sinfonías abren enérgicamente a toda orquesta, los compases iníciales de la Cuarta son intensamente violentos, con un toque caótico. El tono de la obra obviamente refleja la Primer Guerra Mundial, un tiempo en el que, según Nielsen, “todo el mundo se estaba desintegrando, “cuando el sentimiento patriótico – que era algo bello que se veneraba – se ha convertido en una sífilis espiritual que ha devorado nuestros cerebros y nos observa a través de sus ojos vacíos con un odio estúpido”. El subtitulo de “inextinguible” es “una sola palabra que busca indicar lo que solo la música tiene el poder de expresar: el deseo elemental de vivir””. La composición ultra dramática está presentada en cuatro movimientos íntimamente relacionados: Allegro, Poco Allegretto, Poco Adagio quasi andante y Allegro. El que escucha sospechará que pronto vendrán momentos de terror, muerte y destrucción, especialmente en el carácter del tema principal del primer movimiento y la extraordinaria batalla de los dos grupos de timbales. Es una composición distinguida que deja una huella emotiva. Areán reservó lo mejor para el final y fue una lectura magnífica, brillantemente tocada por OSM que estaba poseída por el espíritu de Nielsen. Fue obvio que fue la composición de Nielsen fue la obra mejor ensayada e interpretada salvó una velada dispareja.

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