Por José Antonio Palafox
Agamenón, rey de Micenas, regresa triunfante de la guerra de Troya solo para encontrar la muerte a manos de su propia esposa, Clitemnestra, y del amante de ésta, Egisto. Enloquecida por el dolor, su hija Electa vive desde entonces afuera del palacio real, vistiendo harapos y comiendo sobras con los perros.
En tan mísero estado, lo único que da fuerzas a Electra para seguir viviendo es su obsesivo odio contra quienes asesinaron a su padre. A ella le encantaría vengarse aquí y ahora, pero sabe que no puede contar con su hermana Crisótemis, quien vive resignada y lo único que quiere es llegar a ser una buena esposa y madre. Por eso espera con impaciencia el regreso de su hermano Orestes, quien se encuentra en Atenas. Juntos vengarán la muerte de Agamenón, y con ello la sed de venganza de Electra quedará saciada.
Inicia así la brutal historia de Electra, cuarta ópera del compositor alemán Richard Strauss (1864-1949) y en la que colaboró por vez primera con el destacado poeta y dramaturgo Hugo von Hofmannsthal (1874-1929), quien se basó en la tragedia escrita por el poeta trágico griego Sófocles (496 a.C-406 a.C.) para elaborar un provocativo libreto en el que conviven de la manera más sórdida posible y sin dar tregua a nadie el adulterio, un insano amor filial y el horror del matricidio.
Por su parte, y sin dejarse amedrentar por el feroz escándalo suscitado entre el público de su época que -acostumbrado a deleitarse con las exquisitas óperas de, digamos, Puccini- recibió como cubetada de agua fría la controvertida temática y las audacias compositivas que exploró en Salomé, su ópera anterior, Richard Strauss decidió llevar sus provocativos experimentos con el lenguaje armónico a niveles aún más agresivos y disonantes en Electra, pero sin dejar de hacer gala de su maestría como compositor “clásico” de primer nivel al conseguir un delicado equilibrio entre los momentos de intensa belleza y lirismo -como el encuentro entre Electra y Orestes- y una (des)composición estructural de corte expresionista que prefigura lo que pocos años más tarde será el atonalismo de Arnold Schoenberg y Alban Berg.
Electra es considerada una ópera eminentemente “femenina”, ya que en ella los hombres quedan reducidos al papel de meros objetos inútiles (Egisto), utensilios desechables (Orestes) o presencias incorpóreas (Agamenón). A pesar de contar con un solo acto y durar poco más de hora y media, su compleja partitura es todo un reto interpretativo, tanto para las tres cantantes protagonistas (principalmente para la soprano dramática que se atreva a interpretar el papel de Electra, ya que por momentos tiene que abandonar todo vestigio de armonía para –literalmente- gritar de manera inhumana) como para los instrumentos de la orquesta, a los que se exige en más de una ocasión sobrepasar los límites de sus respectivos registros.
Estrenada en enero de 1909 en la Königliches Opernhaus de Dresde, Electra es una ópera violenta y oscura con la que Richard Strauss y Hugo von Hofmannsthal hicieron pedazos el que hasta entonces había sido el concepto tradicional de representación de la tragedia griega. Ambos volverían a trabajar juntos en seis óperas más, incluyendo la famosa El caballero de la rosa, pero ninguna de ellas lograría igualar la intensa pulsión creativa que late en Electra.
Con la vanguardista puesta en escena del fallecido cineasta Patrice Chéreau para esta poderosa obra maestra de Richard Strauss concluye la temporada 2015-2016 de la Ópera del MET el próximo 30 de abril. La soprano sueca Nina Stemme se encargará de dar vida a la atormentada Electra, mientras que los papeles de Clitemnestra y Crisótemis correrán a cargo de la mezzosoprano alemana Waltraud Meier y de la soprano canadiense Adrianne Pieczonka, respectivamente. Al frente de la orquesta estará el destacado director y compositor finlandés Esa-Pekka Salonen, y la cita –como siempre- es en el Auditorio Nacional.
Richard Strauss- Electra: Vater! Agamemnon / Nina Stemme (Electra)
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